Capítulo 1: Contigo siempre

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-¡Edward! –Grité desde abajo del árbol–. ¡Baja, te puedes caer! –Estaba muy asustada si le pasaba algo jamás me lo perdonaría.

-¡Vamos Bella, no seas miedosa y sube! –Gritó mientras seguía subiendo.

-¡Eddie, por favor baja! –Grité cada vez más asustada, yo lo había convencido a que subiera por unas manzanas, las de abajo del árbol todavía estaban verdes y solo las de lo más alto eran las maduras. – ¡Ya no quiero manzanas! –Grité intentando convencerlo.

-¡Pues yo sí! –Respondió estirándose cada vez más hacia unas manzanas, se puso de puntitas y yo cerré los ojos no queriendo ver lo que podía suceder si se estiraba más.

-¡Bells! –Gritó y abrí instantáneamente los ojos, cuando levanté la vista estaba parado en la rama con unas manzanas en las manos y me sonreía.

-¡Te las voy a lanzar, atrápalas, si se te cae ya no van a estar ricas! –dijo.

-¿Qué? ¡No! ¡No las voy a atrapar! –Respondí gritando, él más que nadie sabía lo despistada y torpe que era, las manzanas se caerían y el que él hubiera subido al árbol no habría servido de nada.

-¡Confía en mi Bells, las vas a atrapar, además, necesito tener las manos libres para bajar! –Gritó desde lo alto preparándose para lanzar las manzanas, lo miré miedosa y me guiñó un ojo, me sonrojé y asentí-. ¡Una, dos, tres! –Contó e inmediatamente lanzó la primer manzana, cuando ya casi caía cerré los ojos y abrí las manos. Ya se pudrió, pensé, pero cuando abrí los ojos la manzana estaba en mis manos, y sonreí-. ¡Bien! –Me felicitó-. ¡Ahí va la otra, sólo que ahora abre los ojos! – Se burló y lanzó las otras dos manzanas. Cuando ya las tenía todas, él bajo rápidamente. Para tener 9 años era muy hábil.

-¡Isabella, Edward, regresen aquí! ¿Cuántas veces les he dicho de no subir a ese árbol? –Escuchamos los gritos de la Madre Superiora.

-Rápido Bells, toma las manzanas y vámonos. -Dijo saltando la poca distancia que lo separaba del piso mientras yo tomaba las manzanas, me tomó de la mano y corrimos colina abajo hacia el orfanato.

-¡Eddie, no soy tan rápida como tu! –Me quejé mientras corríamos-. Y la Madre Superiora viene en camino, hay que esperarla. -Dije señalando a la monjita que venia a regañarnos por volver a subir al manzano. Nos estaba prohíbo trepar arboles, pero Edward y yo éramos, bueno, él era demasiado rebelde y yo siempre lo seguía.

-No, de seguro nos va a regañar y nos va a castigar, que se quede ahí esperándonos. –Dijo cuando la Madre Superiora se detenía a mitad del camino esperando que llegáramos, pero a tan solo 100mts de ella, Edward giró hacia la izquierda y nos echamos a correr a nuestro prado.

-¡Eddie nos va a regañar! –Rezongué tratando de zafarme de su brazo, pero el año que me llevaba lo hacia mas fuerte y me fue imposible soltarme.

-Exacto, si llegábamos ahorita también nos iba a regañar y ya no nos iba a dejar salir, así que mejor aprovechar ahorita para ir al prado y ya después nos castiga. –Me explicó lanzándome una sonrisa torcida, la que más me encantaba. Suspiré dejando que me guiara al lugar con las flores bonitas.

-¡Isabella y Edward cuando regresen de ese prado, estarán castigados! –Escuchamos que gritaron a nuestras espaldas y nos echamos a reír sin dejar de correr.

-Ves, ¡te lo dije! –Exclamó Eddie entre risas.

Llegamos al prado y como todas las veces, me paré en el centro contemplando la belleza de ese lugar, era tan bello. Había flores silvestre por todas partes, estaba rodeado de árboles, lo que le daba un aspecto demasiado acogedor, este, era nuestro lugar preferido, aquí veníamos cada tarde que no estábamos castigados, era un lugar de Edward y mío.

Nos sentamos uno junto al otro y comimos las manzanas.

-Mira, un corazón –Le enseñé mi manzana a Eddie, mostrándole el corazón que acababa de formar mi mordida en la fruta.

-Espera...-Dijo agarrando otra manzana y mordiéndola, pero como no le salió con la misma forma con los dedos empezó a dibujar el corazón-. Mira, un corazón. –Comentó imitando mi voz y nos echamos a reír.

-¡Eres un tramposo! –Dije entre risas-. El mío era natural y el tuyo es...

-¿El mío artificial? –Volvimos a estar en risas, cuando nos tranquilizamos me apoyé en su hombro.

-¿Eddie por qué somos huérfanos? –Pregunté con nostalgia.

-Bells, no empieces de nuevo –Dijo con ternura mientras me acariciaba el brazo, no le gustaba que habláramos de ese tema, era muy delicado y siempre terminábamos heridos.

-Es que, yo quiero tener un papá y una mamá –Al decir eso, sentí como mis ojos se llenaban de lágrimas-. ¿Por qué no nos han adoptado Eddie? –Se me cortó la voz y una lágrima se derramó por mi mejilla.

-No lo sé Bells. –Suspiró y limpió mi lágrima con el dorso de su mano, pero otra la remplazó–. Vamos, no llores, no me gusta verte llorar. –Dijo a la vez que me acunaba entre sus brazos–. Yo estaré contigo siempre.

-¿Me lo prometes? –Sollocé y levanté la mirada para verlo.

-Por supuesto, contigo siempre –Me dio un beso en la coronilla y así abrazados nos quedamos lo que restaba de la tarde.

Cuando empezó a anochecer volvimos al orfanato, la Madre Superiora y la hermana Sor Inés nos esperaban en la entrada. Edward y yo entramos tomados de la mano y con la cabeza baja nos fuimos directo a la oficina principal donde nos darían nuestro castigo.

Una semana, ese era el tiempo en el que no podíamos salir del orfanato, se nos prohibió también salir tan siquiera al patio, todo el tiempo teníamos que estar en nuestras habitaciones meditando nuestros hechos, Edward y yo aceptamos sin repelar el castigo, ya que sabíamos que lo merecíamos. Terminando el sermón cada uno se fue a su cuarto.

La recámara de Edward estaba nada más y nada menos que junto a la mía, se suponía que no debíamos vernos, solamente nos veríamos a la hora de las comidas, pero lo que no sabían era que la pared que teníamos en conjunto tenia un hueco que desde el verano ante pasado se había abierto por humedad y Edward lo había tapado con un buró, por ese hueco cualquiera de los dos cabía y así entraba cada noche a mi cuarto.

-Hola. –Saludó mientras su cabeza sobresalía del hoyo. Me reí por lo gracioso que se veía pero me callé al instante en que él puso su dedo sobre sus labios.

-Entra rápido. –Susurré.

-Bueno, para ser honestos, yo esperaba algo más como castigo. –Dijo acomodándose a mi lado en la cama.

-Eddie, tenemos que portarnos bien, si no lo hacemos nos van a separar. –Comenté, el sólo hecho de pensar en esa idea me ponía la piel chinita y se me encogía el corazón.

-No Bells, nunca nos van a separar. –Me abrazó y yo me acomodé en su regazo-. Nuestro destino es estar juntos, siempre estaré contigo ¿recuerdas? –Me miró y yo asentí.

-Yo también, siempre. –Bostecé y poco a poco cerré mis ojos.

Edward era la única persona que tenía en este mundo, ninguno de los dos teníamos familia, nos complementamos mutuamente. Habíamos llegado al orfanato el mismo día, cuando él tenía 5 y yo 4. Desde ese momento nos volvimos inseparables. A diferencia de los demás niños, él no se burlaba de mí cada vez que mi torpeza me hacía tropezarme o golpearme. Al contrario, siempre me ayudaba a levantarme o a curar mis heridas. Estar a su lado era algo que me hacía sentirme segura, protegida, incluso querida. Estar a su lado era todo lo que quería.

***

Nueva historia, espero que les guste :3

Por cierto, dejaré por aquí el link de mi nuevo blog para que lo visiten, apenas es recién sacado del horno xD 

dabookwords.wordpress.com

Mi destino eres tú (PAUSADA TEMPORALMENTE)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora