CAPITULO UNO
Durante los meses que vino a ella, noche tras noche, con la ventana expuesta a los fuertes vientos de la montaña y las pesadas cortina de terciopelo recogidas a los lados para que la luna lo guiara hasta su cama, Magda nunca le tuvo resentimiento. Él conde Tepes era un aristócrata ruso, adusto, un gobernante por la naturaleza. Le exigía mucho, asustando la y exitandola al mismo tiempo. Con su rígida disciplina enseño a Magda a ser sumisa; ella aprendió a adivinar los deseos del Conde y a complacerlo. Todas las noches la perforaba, con los dientes y con su espada de carne y hueso; Bebia su joven sangre lenta y eroticamente a través de las heridas que le inflingia en la garganta y de las huellas carmesíes que les dejaba en las asentaderas desnudas. Ni cuando Magda se debilitaba y solo podí encontrar fuerzas en la mirada del Conde, lo odiaba; a pesar de que la palabra amor como la conocía, ya no habitaba en su mente.
La muerte era como un sueño muy necesario que abrazaba a sus exhaustos cuerpo y mente. Cuando Magda despertaba, él guapo rostro del Conde la orientaba. Rasgos afilados grabados con fiereza y orgullo se alojaban en su memoria. Él poder de ese pálido rostro la controlaba. Inexplicablemente, estaban unidos. Ella entendía sus ordenes y obedecía sin preguntar. Él presentía sus movimientos, como si todas las noches la rastreara desde la ladera de la montaña hasta él pueblo donde su madre gitana la dio a luz. Pero eso había cambiado. Desde que la transformo, en contacto físico entre ellos se disipo. Eso debió liberarla de sus sentimientos obsesivos, pero no fue así. La celos la carcomían poco a poco, como gusanos a la carne muerta. Mas que nunca quería poseerlo, que la poseyera, tenerlo para ella.
Él Cond le aseguraba que las demás no significaban nada. Magda se impresiono cuando trajo a la primera; con la segunda, se dduo cuenta de que se habían convertido en parte de un harem, como si fueran turco, cuya religión permite tan paganas vinculaciones afectivas.
Las tres mujeres vivían en una incomoda tregua. De hecho, las otra dos eran aliadas por naturaleza; ambas tenían cabello y ojos oscuros, una era muy delgada y la otra regordeta, aun en ese estado. Pudieron sido hermanas, y quizá alguna vez lo fueron. Ahora estas campesinas eran la segunda y la tercesara hermana, eternas rivales de la mayor. La responsabilidad del primogénito es imponer estricta disciplina para proteger los derechos del privilegio, pensó Magda. Eran dos y ella una ; aunque no era fácil para ninguna, con él tiempo se estuciasmo con su papel y las hermanas aprendieron a ceder.
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Dracula Pasional
RandomIncluso en la época victoriana, la obra maestra de Bram Stoker se considero un relato lascivo cargado de sexo. La amante de los góticos placeres eroticos, Amaranta Knght, Dracula es él amo del sadismo, Lucy y Mina son egresadas de un estricto colegi...