Capitulo cuatro

85 1 2
                                        

Debió quedarse dormida; el punzante dolor en sus asentaderas la despertó. Estaba sola, seguía bien atada al potro de metal. La ardiente piel de sus glúteos la calentaba como fuego en una fría noche, y le recordaba la manera en la que el conde la poseyó. Sus genitales externos y su ano estaban lastimados a causa del acto. Pensar que el erecto pene del Conde la controlaba hacía que en su interior se produjeran secreciones.
Si no la amara, ¿Se hubiera molestando en darle un buen castigo? ¿Su pene le habría hecho olvidar la ira y el resentimiento? Aún la quería.
Magda sintió que esta certeza la llenaba. Ansiaba la siguiente elección ¿Acaso no dio entender que habría más? Se entregaría el una y otra vez para que los golpes la llevarán el frenesí del dolor y la lujuria, para no rendirse el final. Eso era lo que extrañaba, lo que añoraba. Jonathan parecía un niño, sus intentos por actuar como la señora eran un juego inocente. La disciplina firme y eficaz del amo había hecho que corrigiera el camino. El fin justifica los medios, había oído decir con frecuencia. Ahora entendía cuál era el verdadero centro de su ser, se rió, sintió que su ardiente fin era la justificación de los medios del Conde.

Sin que se diera cuenta, el amo volvió y el inglés con él, desnudo, portando sólo lo que parecían ser tirantes de cuero, qué le salían de la ingle, subían por su estómago y cuello, dónde formaban un collar de cuero y de donde se sujetaban.
Jonathan miró fijamente el trasero de Magda, con la boca y los ojos bien abiertos. ¿Para qué habría traído el amor harker? ¿Para humillarla? ¿Para demostrarle al inglés que el verdugo se había convertido en el sumiso? Magda sintió que la vergüenza provocada por la presencia del extraño le ruborizaba el rostro. ¿Pero él no era parte de los medios que la llevarían al fin que esperaba lograr?
El Conde se dirigió en inglés.
-en alguno de tus libros ingleses, aparece la historia de un maestro de escuela de amsterdam, qué cree en el castigo físico y que presume haber "resuelto el asunto de la rebelión estudiantil". Dime, Jonathan, ¿Asististe a un internado?
Jonathan, que seguía atento los glúteos de Magda, asintió con la cabeza,
-¿Antes de venir aquí quedó resuelto tu problema de rebelión?
Jonathan movió la cabeza.
-pensé que no. A diferencia de Magda, no estás familiarizado con la virtudes de los golpes. Somos un pueblo antiguo y atrasado, en esta parte del mundo, y por lo tanto debemos aceptar el conocimiento que nos brindan muchos lugares, incluyendo el tuyo- el Conde camino hacia la pared y tomó una vara de sause, importada de Inglaterra. La latigueo en el aire y Jonathan Salto. El sonido hizo que más las estremeciera. ¡Estaba segura de que no volvería a pegarle! ¡No en presencia del inglés!
Jonathan, que se veía pálido y exhausto, nada dijo, por su cara, Magda sabía que tenía el trasero en llamas, más rojo que el de un mandril.  Aunque al inglés le escurría sangre de dos heridas que tenía en el cuello, aún no estaba convertido;  por la palidez de su rostro, Magda deducía que el Conde había tomado mucho de su fluido vital.
- siéntate aquí, señor harker- orden del Conde, señalando la vara-  observa y aprende nuestra simples costumbres transilvanas.
Jonathan se sentó con cuidado en una otomana de cuero color caqui. En el pasado, Moisés tuvo muchas veces en ese asiento, donde recibió buenas ondas con una vara muy parecida ala qué cosas tenía el Conde. También era el lugar donde esté se sentó cuando le ordenó mata que se pusiera en cuatro patas, con la cabeza agachada y el trasero levantar. Mientras él le azotaba los glúteos desnudos con una vara, o a veces con un fuerte turco, ella tomaba su magnífico pene y se lo metía a lo más profundo de la boca. esos deliciosos época se habían acabado mucho tiempo atrás, sin embargo, lo que sucedió esa noche, revivió sus esperanzas sobre el futuro. Como si le hubiera leído la mente, el Conde dijo:
-Marta, el señor harker desea ver cómo te sometes a la vara.
Se dirigió al potro del dolor, agitando la vara en el aire una y otra vez. el sonido hacía que sus glúteos se movieran a la expectativa, aunque le provocaba un helado estremecimiento en el pecho.
-¿Te azotó frente al señor harker?
-como quieras amo- susurro, avergonzada, aterrada de lo que hiciera, temerosa de que no.
Más escucho que la vara de Sauz se cortó el aire un segundo antes de sentir que le cortaba el trasero en diagonal. Su lastimada piel se reanimó con este nuevo dolor. Se dio cuenta que se le endurecieron los pezones y sintió que sus genitales producían secreciones. El conde azotó la vara en sus glúteos de izquierda a derecha y viceversa, de y después le golpeó los muslos una docena de veces. Se mordió el labio, pero no podía dejar de gemir.
Harker observaba embelesado.
-esta noche, Magda, tengo algo que te gustará. un amo deben poner disciplina con frecuencia y creatividad para la edificación del espíritu de los involucrados. Se requiere nuevos e inteligentes pasatiempos. Verás mi querido señor harker no sabe qué aburrida te has vuelto, pero yo sí. he permitido que suceda esto y es mi responsabilidad corregir el error administrando con frecuencia castigos rigurosas.
No puedo permitir que continúe. Ha sufrido me descuido.
- mi señor ya no sufro.
los labios que estaban bajo el oscuro bigote dibujaron una ligera sonrisa, dejando al descubierto las filosas puntas.
- ya veremos
atrás de él a través del vidrio entintado de la pequeña ventana la única que había en la habitación vio que el cielo estaba clareando. No falta mucho para que saliera el sol.
-¿En qué piensas querida?
Era inútil ocultarse de sus pensamientos.
-debemos volver a nuestro descanso pronto, señor antes de que salga el sol.
-¿Y?
Dudo
-también estoy muy sensible para recibir más castigos hoy.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Jun 21, 2020 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Dracula PasionalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora