Dracula Pasional

CAPITULO TRES sexta parte

En la mañana, Magda se paro frente al espejo. Sus ojos esmeralda nunca habían brillado asi y sus mejillas jamas habian estado tan coloradas. Examino su cuerpo, grandes senos, delgada cintura y cadera redonda, el cuerpo de una mujer. Sus glúteos eran rojo intenso, los vio llenos de una vida que no sabia que corría en su interior y su vagina temblo.
Oculto las heridas del cuello con un chal. En los siguientes dias, cuando tenia que sentarse, recordaba la noche de pasion con su amante demonio. Le daba miedo no volver a verlo, nunca ceder otra vez a su fuerte voluntad. Se aferro a las emocionantes palabras que pronuncio al irse, justo antes de que saliera el sol: "Esto es solo el principio, mi bella Magda, el lindo inicio de una eternidad de doloroso placer que te espera. La eternidad es una infinita y por suerte soy un hombre de mucho mundo, habil para adaptarce y aplicar tecnicas de una variedad de culturas. Mi imaginacion no tiene limites, como yo la comprobaras. Eres un lienzo en blanco en el que pintaré obras eróticas durante mil " .

Un dedo se clavo en el ano de Magda. Asustada grito por el dolor y la imprecion.
-siempre fuiste sensible -dijo metiendo y sacando el dedo con fuerza - pero, segun recuerdo, ansiosa por las tundas. Me desobedesiste, Magda y voy a castigarte. ¿Cual es tu favorito? Era un antiguo juego, uno de estimulación erótica. Le hacia creer a Magda que tenia el control de su propio destino. Inmovilizarla en el potro del dolor era su manera de asegurarle que estaba equivocada. La idea de volver a ser controlada le trajo un recuerdo demaciado intenso para soportarlo; supo que le faltaba. Una sacudida de deseos la invadió por primera vez en mucho tiempo,y su recto se contrajo de manera involuntaria alrededor del dedo del Conde.
-te volviste una mujer fria, tu piel desea calor,un calor que solo yo puedo proporcionarte con eficacia. - le saco el dedo del ano y se sintió vacia -. Voy a azotarte, Magda, con mas severidad que nunca. Necesitas diciplina. Hoy recibiras un poco de ella y mucha mas en el proximas noches. ¿entiendes?
-si señor - dijo con voz temblorosa.
-¿cual es tu favorito? -volvio a preguntar. Le temia a todos los crueles instrumentos. Las paredes estaban atiborradas de palmetas de cuero y de madera, correas gruesas y delgadas, latigos de una sola cuerda y de muchas cuerdas con nudos, varas de metal, pinzas y objetos del lejano Oriente, hechos con material de el árbol del caucho. Cada uno, lo sabia por las experiencias que volvían a su memoria con rapidez, provocaba un dolor unico. Un amo disciplinado podia usarlo todos convincentes y creativamente. El conde era un amo tal. Pero Magda sabia que habia esperado mucho para responder.
-¿tu silencio es un grito de ayuda o necesidad? De cualquier manera, tu necesidad de castigo es mayor de lo que sospechaba. Quiza algo intimo te hablara con mas fuerza. El Conde se hizo hacia atras para que Magda lo viera del pecho hacia abajo. Se dio cuenta de que se desabrocho el tosco cinturón negro que usaba, y lo deslizo por la presillas del pantalón. El cinturón estaba hecho con la gruesa piel, teñida de negro, de un animal africano. Gruesos pelos cortos aun se encontraban clavados aqui y alla en el cuero, como rastrojos de una barba. El cinturón era tan duro, que no podia ni doblarse por la mitad.
Espero.
-¿se te olvidaron las palabras Magda? - hizo una pausa, despues suspiro, y hablo con voz resignada-. Eres testaruda y estas llena de resentimiento. Ahora me doy cuenta de que te falle. Quiza he estado preocupado, pero a partir de esta noche todo va a cambiar: repite: " Amo castigame con severidad"
Le costo trabajo, mucho trabajo. Su boca apenas podia formar las palabras.
-Amo, castigame con severidad.
-¿Cuanto voy a castigarte?
-Mucho.
-¿por cuanto tiempo?
-El tiempo que considere necesario, señor
-¿y cuanta fuerza?
- hasta que me deztroce el orgullo.
El cuero se estrello en el trasero de Magda. Su cuerpo salto para protegerse, pero las ataduras evitaron que se moviera. Volvio a pegarle. Otra vez. El calor quemo su sensible piel, que ya no estaba a costumbrada a esos besos. Como tenai las extremidades totalmente abiertas, el cuero le acariciaba el ano y los delicados pliegues carnosos del orificio de los genitales externos. Aullo de dolor.
¡pum! ¡pum! La riguida correa le quemaba, añadiendole leña al ardiente fuego. Le azoto el pesado cuero con mas fuerza de lo que recordaba de golpizas anteriores, pero afueza de lo que recordaba de golpizas anteriores, pero habia pasado tanto tiempo, que este era como la primera vez.