Lo siento

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Estaba tan enfadada, tan triste, tan rota... que lo único que podía salvarme eran los libros. Me dirigí a la biblioteca de la ciudad dispuesta a pasarme horas y horas allí, hasta obviar esa presión que me oprimía el pecho. Amaba aquel lugar, aquel olor a libros viejos que se mezclaba con el de los libros nuevos, el silencio, los cientos de títulos por descubrir, aquella esquina alejada con aquel sillón de piel marrón en el que siempre me sentaba... Parecía que nada hubiera cambiado allí dentro.

Leía tranquilamente un libro - que ni siquiera recuerdo, tal vez era una novela histórica- cuando oí unos pasos acercarse, ni siquiera me moleste en mirar de quién eran, estaba completamente concentrada en mi lectura. Ese alguien emitió una tos ronca para intentar llamar mi atención, a desgana levante la vista de mi libro y lo vi. Gajeel Redfox parado frente a mi en la biblioteca, en mi santuario.

Lo primero que sentí fue ira, ¿cómo se atrevía a venir a molestarme a un lugar como ese? Luego sentí ganas de llorar, aquella presión en mi pecho cada vez era más grande. Aun así lo único que hice fue mirarlo con temor mientras notaba como mi cuerpo empezaba a temblar.

-Sabía que te encontraría aquí. -dijo en tono serio- Creo que te debo una explicación.

-No, en realidad no tienes por que explicarme nada, eres libre de hacer lo que quieras con quien quieras. -le corté secamente- Ahora vete, estás interrumpiéndome.

-Levy. -susurró suplicante, aquel tono hizo que se me empañaran los ojos- Todo esto no ha sido más que un malentendido.

-¿Qué he malentendido? ¿Acaso no estabas besando a esa chica?

-Sí que lo hacía, pero por que me estaba volviendo loco. Yo no quería besar a aquella chica, quería besarte a ti. Llevo semanas sin poder sacarte de mi cabeza y en lo único que pensaba es que no podrías ser mía. Me fui con ella para intentar olvidarte, aunque como puedes ver no ha funcionado. -confesó con una sonrisa lúgubre.

Yo ya había comenzado a llorar y él me miraba sin saber muy bien que hacer. Finalmente se agachó a mi altura y con un pulgar detuvo la trayectoria de una de mis lágrimas.

-Lo siento.

Cerré los ojos para evitar mirarlo, necesitaba pensar con claridad en lo que estaba pasando. Entonces noté los labios de Gajeel sobre mi mejilla y sentí que no había nada que pensar. Con los ojos aún cerrados acaricié su mejilla y busqué con mis labios los suyos. Le di un suave beso, aquel suave beso que sabía que ambos, inconscientemente, habíamos esperado durante tanto tiempo.



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