Valentina llevaba día llorando, una semana y media exactamente. Le habían dado la gran noticia, iba a ser la heredera. Toda su vida había creído que sería Nasha quien recibiera todas las responsabilidades que conllevaba serlo, pero ahora de repente todo había cambiado. Su vida iba a dar un giro de trescientos sesenta grados a partir de ahora. En el momento en que se lo dijeron fue incapaz de digerir las palabras. Nasha comenzó a llorar y la atravesó con una mirada de completo odio. A ella le encantaban esas cosas, en cambio Valentina prefería seguir viviendo en su mundo feliz sin preocupaciones.
- No puedes pasarte toda la vida así, cariño- la consolaba Issa que acababa de entrar silenciosamente en la habitación- Tu padre está destrozado de veros a las dos de esta manera.
- Pues que hubiese pensado más su decisión- contestó bruscamente Valentina- ¿Por qué tiene que destrozar mi vida así sin pensarlo dos veces?
- Estoy segura de que tu padre ha meditado mucho esto, y es lo mejor para las dos.
- No lo creo, no quiero ser la reina. No después de llevar toda la vida creyendo que podría decidir como quería vivir, para al final que todo se destroce y siendo una marioneta de este reino.
- Valentina, te conozco lo suficiente como para saber que esto no es una rabieta simplemente porque querías vivir libre.
Issa tenía razón, a Valentina no le importaba lo más mínimo el ser reina o no. Pero con su edad sabía que pronto la prometería con algún príncipe de los reinos cercanos. Eso quizás no sería ningún problema si no fuera porque su corazón ya tenía dueño y no iba a entregárselo a nadie más por muy príncipe que fuera. Los llantos se intensificaron, Issa no encontraba forma de consolarla.
Ver a su pequeña sufriendo de esa manera hacía que el corazón de Issa se rompiera. Sabía que últimamente Val había estado más contenta que de normal. Por un momento pensó en que podía estar enamorada, tenía dieciséis años, sería muy normal que lo estuviera. Pero dado que no tenía apenas contacto con ningún chico de su edad desechó la idea. Ahora viendo el estado en el que estaba sabía con certeza que lo que la pequeña sufría era mal de amores.
- ¿De quién se trata?- preguntó sin ningún miramiento Issa.
Valentina levantó la cabeza alarmada. Tenía los ojos hinchados de llorar, toda su cara estaba repleta de rojeces y su pelo estaba enredado.
- ¿A qué te refieres?
- No soy tonta, Valentina.
Agachó la cabeza avergonzada al darse cuenta de que la habían pillado de lleno. Issa decidió no continuar insistiendo y la conversación se quedó sin terminar.
Unos meses antes
Valentina estaba harta de tener que acudir a mas clases solo para aprender a utilizar su "Don". Ella pensaba que era una cosa que tenía que aprender ella sola, de forma natural. Pero desde el pequeño incendio que provocó nadie creía que fuera capaz de controlar sus poderes sin ayuda.
Acudía a las clases por la mañana junto con su hermana Nasha. Comía, tenía un pequeño rato libre que pasaba junto con Leila y después volvía a sus clases especiales. Terminaba ya cuando era de noche y no podía disfrutar saliendo fuera del castillo, porque podía resultar peligroso. Estaba harta ya de todo. Además no podía hablar de ello con Issa porque debía mantenerse en secreto.
Aquel día como todos los anteriores estaba ya todo oscuro cuando terminó, se despidió de Simón y se dirigió hacia su cuarto. Tenía que cruzar el castillo de punta a punta, nada le podía suceder, pero Valentina nunca había sido realmente una princesa ejemplar. Hacía días que llevaba planeando hacer una pequeña escapada a la ciudad y hoy era el día idóneo. Estaba nublado y las lunas estaban escondidas así que no habría luz que la permitiese ser vista.
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La casa de muñecas (En edición)
FantasyUn trato que nunca se debió hacer, o quizás si. Valentina era muy pequeña cuando todo empezó, ahora, 10 años después ha decidido plantar cara. Lo cual la hará descubrir que no todo era tan fácil como en un principio pensó. Todas sus decisiones tend...