Remordimientos

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Doy la vuelta y contemplo a Yuri, todavía está pálido y carente de fuerzas, pero no puedo evitar abrazarlo con todas mis fuerzas.

- Ouch- gruñe.

- Lo siento- digo apartándome cuidadosamente- Me alegro mucho de que estés bien.

Me mira como quien mira un tesoro, parece ensimismado. Yo también siento una extraña sensación que no me permite dejar de mirarlo, no puedo evitar asomar una pequeña sonrisa. Agarra mi barbilla y coloca delicadamente sus labios en los míos. Siento sus labios agrietados y con un ligero sabor a sangre, pese a ello es la mejor sensación del mundo.

- Tenemos que irnos- murmuro al oír gente acercándose.

Él asiente y trata de levantarse pesadamente. Lo ayudo y paso uno de sus brazos alrededor de mis hombros. Caminamos lentamente en la oscuridad de la noche. Yuri me guía a través de las sinuosas calles hasta una pequeña casa de piedra. Saca de su bolsillo una roída llave y la introduce en la cerradura. La casa huele a húmedo y no parece estar muy limpia. Pero todo es mejor que esa horrible celda. Pensar en esa celda me hace recordar a Leila, espero que este bien. Yuri se sienta en un sillón al lado de una chimenea apagada. Se me hace extraño estar con él después de tanto tiempo separados.

Cojo un par de trozos de madera y los coloco en la chimenea. Enciendo un par de fósforos y los troncos comienzan a arder. Me siento en el suelo. No me había dado cuenta de que estaba helada hasta que he sentido el calor del fuego. Miro a Yuri, pero este ya se ha quedado profundamente dormido. Me coloco frente a él y aparto la mano con la que se tapa la herida, parece que se está curando. Luna tenía razón.

Han pasado tantas cosas en un día que soy incapaz de dormir. Me asomo a la ventana y observo el cielo estrellado. Desde esta posición no veo la luna. Y casi prefiero no verla, esa luna rosa me recordará siempre a la pobre niña que prefirió morir a quedarse sola en este mundo. Y todo por mi culpa. Cada uno lucha por sus propios beneficios, pero en ningún momento pensé que podía ser capaz de ser tan insensible.

No me había dado cuenta realmente hasta ahora, he matado a dos personas. Mis ojos se inundan y comienzan a rodar lagrimas por mis mejillas. Siento un dolor punzante en mi corazón, es el sentimiento de culpa. Mi llanto se va acrecentando y el dolor va en aumento, me cuesta respirar. Cuanto más pienso en ello, más me odio, y más ganas me entran de desaparecer.

Miro al cielo, y no sé en qué momento me quedo dormida sentada en un resquicio de la ventana.

Siento alguien tocarme en hombro, y me despierto alarmada. Es Yuri, tiene el costado completamente vendado y su cara ha adquirido un poco más de color.

- Ahí estarás incomoda- dice ofreciéndome su mano- Ven a la cama.

Subimos las escaleras hasta una pequeña habitación con una cama de matrimonio en medio. Hay ropa tirada por todo el suelo, Yuri la va apartando conforme andamos. Se tumba en un lateral de la cama y me señala el otro para que lo acompañe.

- ¿No me vas hacer dormir en la alfombra?- pregunto riendo medio somnolienta.

- No seas tonta, duerme, estarás cansada.

Me tumbo en la cama como si fuera un palo. Pasan un par de minutos y Yuri ya vuelve a estar dormido. Me giro para mirarlo mientras duerme. Veo como su pecho sube y baja constantemente y me alegro de que así sea, pero en el fondo de mi sigue habiendo algo por lo que desconfío. Me odio por hacerlo.

- ¿Debería estar celosa?- oigo decir a una voz.

- No seas idiota- ríe Yuri.

La casa de muñecas (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora