De Novios y Fiestas

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De Novios y Fiestas

Paradas frente a una humilde residencia tres personas esperan que la puerta sea abierta para ellos. El más joven de los tres mira con diversión a los mayores, ambos elegantemente vestidos con túnicas rojo borgoña. La mujer, de cabello negro con algunos mechones blancos, mira a su alrededor con desdén y curiosidad a partes iguales, el hombre a su lado, de cabello castaño corto y despeinado, en cambio, mira todo como un niño a punto de abrir su regalo de navidad.

El más joven sonríe divertido por ver a sus padres en esa situación. Dorea Black y Charlus Potter* habían batallado por semanas, como en sus días de Hogwarts, sobre aceptar o no la invitación a pasar la "Navidad" en casa del novio de su hijo; enterarse que era en un barrio muggle solo había aumentado la negativa de Dorea.

No que no acepte que el novio de su hijo es un mestizo, sino porque no quería que su aristocrática presencia terminase en un lugar como ese, pero Charlus, como todo Gryffindor y sobre todo como todo Potter, se había negado a los hechizos, protestas, gritos y súplicas de su mujer.

Así que ahí están, en la residencia Snape-Prince, casi congelándose del frío.

-James hijo, parece que no están, ¿por qué no nos vamos a casa? O a un lugar más cálido -sugiere con suavidad Dorea, con una suave sonrisa oculta su molestia por tener que esperar.

Charlus la mira de mala manera, en parte divertido por el sonrojo en la nariz y las mejillas de su esposa, y en parte molesto por la absurda sugerencia. Justo cuando va a regañarla -de manera sutil pues aprecia tener su cabeza sobre sus hombros, gracias- la puerta se abre y un joven de largo cabello negro y ojos de igual color, vestido de la mejor manera posible, aparece frente a ellos.

Una sonrisa enorme ilumina su pálido rostro y los orbes negros brillan de manera casi imposible al verles. James se acerca, olvidándose de sus padres, para abrazarlo y pegarlo lo más que puede a su cuerpo.

-¡Severus! ¡Te extrañe! -casi grita, llena su rostro de besos y gira un poco; el moreno ríe ante el entusiasmo de su novio y besa sus mejillas.

Charlus sonríe con ternura y Dorea frunce el ceño, ese no era el lugar para demostrar afecto, y mucho menos era la forma en que un Sangre Pura lo hacía.

-Vamos mujer -regaña Charlus con suavidad, pasa un brazo por su cintura y besa su mejilla provocando un sonrojo en la mujer-, solo tiene 17 años, por hoy dejaremos las etiquetas, ¿sí?

Dorea bufa, se cruza de brazos y asiente.

-Luego te lo cobraré Charlus Potter -susurra y se acerca a la pareja-. Disculpen, James por si se te olvido, estamos casi enterrados en la nieve.

James alza la vista de su novio y le sonríe apenado a su madre; Severus se sonroja y se suelta del abrazo de James, carraspea nervioso y hace un gesto a la puerta.

-Por aquí por favor señores Potter -susurra y toma la mano de James para guiarles hacia dentro.

Dorea y Charlus miran a su alrededor, sorprendidos por la calidez del lugar. Desde fuera, la casa se veía vieja, pequeña y fría, aunque sigue siendo pequeña desde su perspectiva, es bastante cálida y colorida. Muebles algo maltratados por el tiempo pero en muy buen estado, de colores oscuros que contrastan con las paredes de un suave azul y verde, una chimenea con una mesa llena de platillos de dulces y frutas y junto a esta un gran pino decorado sencillamente con velas y bolas de diversos colores.

-Tomen asiento por favor, le informaré a Madre que ya llegaron -dice Severus en voz baja sacándolos de su escrutinio. Señala el mueble más grande, suelta la mano de James y desaparece por un pasillo.

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