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Los verdaderos se espantan al vernos y retroceden por impulso, soltando jadeos ahogados.

—¡Ellos son los clones! —grita la mujer, alterada —. ¡Atrápenlos!

—Claro que no, acaban de estar en el centro y nos comunicaron que desaparecieron sus productos —defiende Adrián.

—¿Qué? No vamos desde hace años y ordenamos que los anulen.  —Mi dueña nos dedica una mirada despreciativa, como si fuéramos un par de mutantes —. Tienen que eliminarlos, son inservibles.

—Nunca hablaríamos así de nuestros clones —repongo, enfadada —. Los impostores son ellos.

Los guardias miran de un lado a otro, confundidos.

—Robaron nuestros boletos y los falsificaron —agrego —. Pido que los regresen al centro.

—¡No! ¡Dispáreles! ¿Qué espera? —grita el hombre, iracundo.

—Ya me cansé de esto. Traigan el sensor y ahí se verá quiénes son los clones —decide uno de los de seguridad.

Controlo mi expresión, estoy asustada. H-650 se tensa y puedo notar su preocupación, estamos perdidos. Adrián grita y extrae el arma que portaba, lanza una señal para mi compañero. Él obedece y lo secunda de inmediato. Mis amigos disparan a los guardias en primer lugar, tomándolos desprevenidos. Me quiero oponer, pero soy consciente que no queda otra opción. Si voy a morir, espero que sea luchando.

Disperso al gentío y ellos se internan en el transbordador con rapidez. Los hombres vestidos de negro caen conforme son impactados por las balas. Algunos saltan y apuntan hacia los rebeldes. Es obvio que se defenderán, temo por mis dos acompañantes. Me siento inservible, si al menos supiera cómo manejar esos objetos.

Los dueños quieren escabullirse en medio de la trifulca, voy tras ellos y lo impido. No harán de nuevo lo que se les antoje, ya lo hicieron al ordenar nuestra creación. Escucho el grito de Adrián y observo que dispara a la mujer. Ella se desploma en el piso. Volteo justo para alcanzar a ver que un guardia arremete contra Adrián. Él recibe una, después otra y finalmente una tercera bala en el pecho, su cuerpo tiembla y cae de rodillas. Me mira en trance, lo contemplo horrorizada. Después, se desvanece al morir.

Grito, completamente asustada. Quiero tomar a H-650 y subir juntos al transbordador, pero su dueño me atrapa e intenta golpearme. Ruedo y me escurro como puedo, tratando de poner distancia entre los dos. Él avanza furioso, sé que nos culpa por la muerte de la mujer. Lanzo un puñete a su cara y pateo su cuerpo. El hombre no se echa para atrás y continúa yendo hacia mí, dispuesto a hacerme daño. Me hago una bola en la esquina de la habitación, no puedo retroceder más. Estoy a expensas de él, me desespero y busco algo con que frenarlo.

Él está cada vez más cerca y sus facciones lucen deformadas por el enfado. Lo peor es que tiene el mismo rostro que H-650, es como si fuera su versión malvada. Me quedo quieta, a la espera que él venga a mi encuentro. Repentinamente se detiene. Pestañeo, incrédula. Los ojos del hombre se desenfocan y cae al piso. Veo que mi compañero se halla detrás de él, con un arma levantada en su dirección. Mató a su dueño.

H-650 corre hacia mí y me toma de la mano para ponerme en pie. Juntos, nos desplazamos velozmente y logramos alcanzar el transbordador antes que despegue. Él quiere que vaya en primer lugar. Salto cada escalón y me lanzo al interior. Me doy vuelta y veo que la escalinata ya no está, de forma que extiendo las manos para ayudarlo.

Los guardias corren para alcanzarnos y hacernos bajar, antes que el aparato se alce en el aire.

—¡Rápido! —ordeno por encima del ruido que producen los motores —¡Toma mi mano!

H-650 se apoya en mí y sus pies se distancian del piso. Su cuerpo se mece en el aire y su rostro se congestiona por el esfuerzo. Me echo hacia atrás, para soportar su peso. No voy a soltarlo. El transbordador comienza a elevarse y sé que las puertas se cerrarán pronto, debo subirlo antes que eso ocurra. Los guardias se agrupan y apuntan sus armas hacia arriba, nos dispararán hasta acabar con nosotros. Grito cuando el sonido de las balas empieza. Mis dedos se clavan alrededor de sus muñecas, siento que su cuerpo se escurre. H-650 abre la boca y parece querer decirme algo.

—¡Impúlsate hacia adelante! ¡Ayúdame, vamos! —chillo, descontrolada.

Él niega con la cabeza y su cuerpo tiembla. Entonces es cuando comprendo todo, le han dado. Las lágrimas se forman en mis ojos en segundos y caen por mis mejillas. No lo puedo aceptar, él no va a morir. Él me observa y entrecierra los ojos. Su cuerpo hace peso hacia abajo, desea que lo suelte. Nunca lo haré, no permitiré que él no se salve. Sus dedos dibujan una señal en el dorso de mi mano, comprendo el mensaje. Sollozo fuertemente y me muerdo el labio para contenerme.

Las puertas comienzan a cerrarse. Miro alrededor en pánico, él se quedará atrapado en el medio. H-650 cierra los ojos totalmente y se queda flojo, muerto. Chillo como posesa al ver que ya no puedo ayudarlo más. Mis dedos se desprenden de sus muñecas, con esfuerzo y dolor. Le doy un último vistazo y lo libero, mi compañero cae velozmente y se pierde.

Un segundo después, las puertas de metal se cierran herméticamente.



El último día de la TierraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora