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Me encuentro sentada, en medio de la charla que recibimos cada semana. El líder del Dema se reúne con nosotros y nos brinda noticias del mundo exterior. Sé que él miente, siempre lo hace. Al principio le creía, pero luego supe que es un farsante.

Tengo un contacto humano, él es un trabajador de mantenimiento que me está ayudando los dos últimos años, él me cuenta los hechos reales.

El planeta se encuentra en peligro. El sol cumplió su ciclo de vida y se convirtió en una gigante roja, que terminará por envolver a la Tierra completamente. Todos los humanos lo saben, el pánico mundial llegó hace un par de años. Ellos tomaron medidas al respecto y descubrieron un nuevo planeta en otro sistema solar, dicen que es apto para vivir dentro de él. Mi contacto me dijo que solo los adinerados irán, no entiendo a qué se refiere. Sin embargo, es obvio que solo un pequeño grupo podrá sobrevivir.

Pienso que no seremos llevados, creo que Dema quiere deshacerse de nosotros. Le somos inservibles, para ellos ya no significamos una ganancia. Cada mes se reduce el número de ambos pabellones, nunca se sabe lo que hacen. Nos están matando lentamente, hasta que no quede ningún ejemplar.

El director culmina su discurso, nos dedica una sonrisa y se retira de la estancia. Un par de guardias ingresa y cogen a la chica que se ubica delante de mí. La toman por los brazos y la ponen en pie en segundos.

—¡Ayuda! —grita ella, asustada y con los ojos puestos en los demás.

Nadie la puede ayudar, de modo que solo la observamos en silencio. Ella se revuelve como posesa y quiere zafarse. Uno de los hombres le da un golpe y hace que su rostro se voltee. Brinco de mi silla por impulso y antes que pueda controlarme, hablo.

—¡Déjenla! ¡No la golpeen! —expreso en voz alta, para luego notar que todos los ojos están puestos en mí.

Me quedo muda y siento que H-650 me mira fijamente. Muerdo mi labio e intento regresar a mi asiento.

—No te metas en esto M-500 —responde uno de ellos y apunta su arma en mi dirección—. Su dueña vino a reclamarla.

—Es mentira —logro decir entre dientes—. La desecharán como lo vienen haciendo con los otros.

Mi rostro se contrae en una mueca. La sala está en silencio, mis compañeros observan el intercambio con sorpresa. Nadie se atreve a cuestionar a los guardias.

—Llévala al cuarto de castigo —ordena el primero y conecta un auricular a su oreja, para confirmar con un superior.

La cámara se encuentra en frente de mí, Dema miró mi acto de rebeldía. Ahora me toca pagar las consecuencias. Mi cuerpo tiembla, algunas veces la sensación de querer golpear algo se apodera de mí. Adrián, el chico de mantenimiento, dice que se llama enfado. Entonces estoy molesta y mucho, porque es injusto.

—Perfecto, orden autorizada —dice para el otro guardia.

Suelto un grito y aviento la silla en la que me ubico hacia adelante, quiero que le dé a alguno de esos humanos perversos. Ellos lo esquivan con gracia y se abalanzan para atraparme. Me escurro, yendo hacia un lado. Los clones saltan de sus asientos y se apartan con miedo. La chica que pedía auxilio, me observa confundida. Ellos no entienden nada, no piensan, solo actúan. H-650 está a unos pasos de distancia y veo que está listo para luchar.

Uno de los guardias corre hacia a mí. El otro extrae algo de su mochila, sé lo que es y vuelvo a gritar. Me doy vuelta y hago que mis piernas se muevan velozmente, tomo impulso y mi vista se clava en mi amigo. Él me devuelve la mirada, su expresión es de pánico.

Tengo que llegar hasta donde está H-650. Es mi meta, luego él podrá ayudarme y emprenderemos la huida. Sin embargo, siento un dolor agudo en la pierna derecha. Una cuchilla helada atraviesa mi piel y me imposibilita seguir corriendo. Abro la boca y dejo escapar un gemido. Mi cuerpo se tambalea, tropiezo por la falta de equilibrio y caigo en picada hacia el piso. Mi visión se vuelve borrosa y el cuadro se desencaja. Lo último que observo es el rostro de H-650 antes de perder la consciencia.

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El último día de la TierraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora