Mi despertador sonó y me sobresalté, lo apagué y bufé. Una repentina oleada de mal humor llegaba a mí cuando recordé que día era: último día de clases. No completamente último, pero ¿qué más daba? Me quedé unos segundos más en mi cama, cuando ya estaba por ganarme nuevamente el sueño me levanté, me vestí con el uniforme, y comencé con mi rutina de belleza diaria: lavé mi cara, cepillé mis dientes y desenredé mi cabello. Listo. Lista. Bajé corriendo las escaleras para desayunar un té con unas tostadas, tomé mi mochila y una crema para labios, y corrí hacia el garaje donde el auto emitía bocinazos, apurándome. Miré con cara de "ya-deja-de-hacer-ese-maldito-ruido a mí hermano... Esperen, ¿mi hermano? ¿Un auto descapotable negro? ¿Cuándo sucedió? Siempre nos llevaba mi padre al colegio, desde que tengo memoria... ¡Claro! Era su último-último día de clases, ¡iba a salir del maldito secundario! Lo envidiaba: a mí todavía me quedaban 187 días escolares. Nuestros padres le habrían regalado el auto como prueba de lo orgullosos que estaban de que su hijo haya terminado el colegio, pero ¿por qué no me dijeron? Además de que era mayor de edad hacía un mes y que el día anterior había recibido por correo el carnet de conductor. Hice ademán de subir al asiento del acompañante.
-Preferiría que fueses con papá- dijo mi hermano.
-¿Cómo?- dije, aún con la mano en la puerta, dispuesta a abrirla-. Además- aclaré, mirando a mí alrededor-, parece que papá ya partió.
-Oh, calla y sube. Siempre tienes algo para decir- dijo con cara de fastidio fingido.
Sonreí con picardía y me acomodé en el nuevo asiento. Pulsé el botón que abría el garaje automáticamente, salimos y ¡oh Dios! ¿Era que a todo el mundo le regalaban un auto? En la casa que estaba justo frente a la mía, se hallaba un deportivo rojo, perfectamente estacionado. Mi hermano condujo su auto hasta allí, de manera que quedaran ambos autos de lado.
-¡Ey! Lindo auto- le dijo mi hermano a su mejor amigo, Nathan.
-¡Y el tuyo!-le contestó, contento-. Hoy tenemos que repartir los volantes Connor.
-Sí, están en la parte trasera del auto...
-¿Volantes? ¿Para qué?- dije confundida.
-La fiesta- dijo Nathan, pero al ver que no entendía añadió-. La que organizan siempre los que egresan.
-Oh.
-¡Am! Irás, ¿no?- dijo mi amiga inclinándose hacia delante para que pudiera verla. Instintivamente miré a mi hermano con ojos llorosos:
-Di que me llevarás...
-Sabes que no tengo problema, siempre y cuando papá y mamá te dejen.
-Sabes que ellos no tienen problema siempre y cuando tú me lleves.
-Después hablamos.
-¡Oh, por favor! ¡Connor!- dijo mi amiga. Clementine, siempre queriendo ayudar.
-Nos vemos en el colegio- dijo saludando y acelerando de manera que el saludo de Nathan y las protestas de Clementine quedaran ahogadas por el rugido que dio el motor.
Ω Ω Ω Ω Ω
-¿Qué sucede?- dije cuando aparcamos en el estacionamiento del colegio. No habíamos hablado durante todo el viaje, y esa manera de cortar la charla con un "Después hablamos" me resultó extraña, es decir, él nunca hacía eso, siempre me respondía que "Sí, voy a llevarte Am".
-¿Por qué lo dices?
-Ya sabes- dije con un gesto de mano-, lo de la fiesta...
-¿Podrías dejar de insistir? ¿Podrías dejar de perseguirme a todas partes a las que valla?
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Perfectamente Incorrecto.
RomanceLos padres de Amelia se han ido de viaje de negocios junto con los padres de su mejor amiga. Fiestas, amoríos, vida de adolescente y un nuevo sentimiento hacia el hermano de su mejor amiga o el mejor amigo de su hermano, ¿Será tan complicado aceptar...