Capítulo 2.

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Despertamos tarde, así que directamente almorzamos. Anna, la encargada de cocinarnos y limpiar la casa, nos hizo el almuerzo. Aún estábamos en la mesa cuando aparecieron mi hermano y Nathan.

-Hola- saludaron.

-Buen día- respondimos.

-¿Quieren acompañarnos al salón?¿Vamos a deco...-estaba diciendo Nathan, pero Connor lo interrumpió.

-Nai, no- su amigo lo miro confuso-.Solo sexto, ¿recuerdas?

-Oh... Sí...-respondió.

-De todas maneras nosotras tenemos cosas que hacer- dijo Clementine.

-Ah, ¿sí? ¿Y qué son esas cosas que deben hacer?- le preguntó su hermano.

-Pues... Comprar los vestidos para la fiesta que ustedes organizan- dijo señalándolos a ambos-, planear la fiesta de Am, ello lleva mucho tiempo y...

-Iremos al centro, Connor, si surge algo llámame- dije, sintetizando un poco y tomando mi bolso.

-¿Quieren que las llevemos? El salón no queda muy lejos de allí- dijo mi hermano, misteriosamente bondadoso...

-Sería perfecto, volvemos en bus, hora indefinida- le informé.

-No hay problema, siempre y cuando sepa dónde te encuentras.

-¿Pueden dejar de jugar al padre y a la hija?- espetó Clementine. Todos reímos.

-Suban al auto, busco unas cosas y partimos.

Ω Ω Ω Ω Ω

Resultó que tuvimos que pasar a buscar a Lenna, me caía bien, era inteligente, una buena persona, tranquila y dulce. Perfecta para mí hermano. De hecho hacían una pareja divina: él un metro ochenta, musculoso pero lo normal, cabello chocolate, ojos marrones, cara angulosa, labios finos, desordenado pero limpio, perfeccionista (al igual que yo), inteligente, divertido y futuro ingeniero; ella un metro sesenta y algo, cabello rojo lacio, unas pocas pecas en su fina nariz y alrededor de unos enormes ojos marrones enmarcados por anteojos, esbelta pero con curvas, educada, amable, parecía ordenada y tenía un futuro como arquitecta brillante. Simplemente eran el reflejo de lo que todos soñábamos conseguir. Esperaba que esa relación durase.

-Déjanos aquí- le dije a mi hermano.

-Gracias- dijo Clementine mientras bajábamos del auto.

Ω Ω Ω Ω Ω

-¿No me queda divino?- preguntó Clementine.

-¡Dios! Es perfecto para ti, cómpralo ya- y es que era perfecto para ella: el vestido se ajustaba a su cintura y se desprendía suavemente hasta que se cortaba un palmo más arriba de la rodilla, los finos tirantes y el escote de corazón hacían a sus clavículas notarse aún más, el color rojo hacia que su piel brillara y su cabello castaño-claro destacara.- Espera... solo un segundo, creo que he visto algo...- dije paseando la mirada por el local, que ofrecía no solo vestidos sino también zapatos y demás accesorios.- Esto- dije tomando un par de zapatos cubiertos de brillos negros y extendiéndoselos.

-¡Oh! Son hermosos.

-Póntelos, con... ¡Eureka! ¿No son perfectos?- le mostré mi nuevo hallazgo: unos pendientes y collar de plata con piedras negras colgando como gotas a punto de mojarte.

-Una vez más, Amelia: eres un genio.

-No me agradezcas.

-Ya está- la observé, se veía...

Perfectamente Incorrecto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora