Capítulo 3

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Zoey

Como ya me sentía mejor decidí ir a dar una vuelta al festival de la rosa. Había mucha gente, ya no me sentía sudorosa ni me dolía nada, por lo tanto estaba relajada y contenta de poder ir.

El lugar era precioso, estaba lleno de rosas y la gente paseaba de un puesto a otro. Vi una niña pequeña que estaba con sus padres, ojalá yo hubiera tenido esa suerte, haber crecido con mis padres, en cambio crecí en un orfanato.

Te preguntabas si no tenía amigas, pero sí que tenía, sólo que en esos momentos estaba de vacaciones con su familia. Lizzy era mi mejor amiga, era morena de ojos castaños, estatura media y cuerpo delgado.

La conocí hace 10 meses cuando llegué a Portland, un día estaba haciendo mis practicas de auxiliar de veterinaria y ella entró con su coneja Kiki. Empezamos a hablar y al final nos hicimos buenas amigas, resultó que ella estudiaba en la misma universidad que yo, pero estudiaba empresariales. Bueno, el caso era que nos hicimos mejores amigas, ella también se había mudado el mismo mes que yo, hice el examen teórico y es así como yo hacía prácticas en un veterinario -yo lo llamaba trabajar-, y Lizzy aun seguía estudiando.

Creía que ya era hora de volver a casa, llevaba 4 horas y me parecía que no tenía nada más que ver. Pero tampoco tenía ganas de volver ya la verdad, ¿y si iba al bosque? Si, yo creí que sería buena idea dar un paseo por él.

Llevaba ya un rato paseando cuando oí un ruido como de pisadas, me quedé totalmente quieta esperando oír más. No se oía nada, solo las ramas de los árboles moverse con el viento. Seguí caminando, pensando que seguramente había sido un animal pequeño del bosque o el viento mover una rama.

Me desvíe a la derecha siguiendo un camino por el que no había ido nunca, al final de él había un pequeño lago. Era precioso y estaba rodeado de frondosos árboles, había flores a un lado y el agua se veía clara y pura. Decidí que me quedaría un rato aquí acostada, era tranquilo, relajante y no había nadie que me pudiera molestar mientras yo estaba en mi mundo.

Me había acostado en el campo, en frente del lago con el cuerpo relajado y los ojos cerrados, oía los pájaros de lejos y el viento golpear la copa de los árboles, era sumamente relajante. Estaba tranquila y a salvo... O eso pensaba yo antes de oír unas pisadas y esta vez mucho más cerca de mí.

Me quedé quieta, sin mover ni una pestaña, quizás sólo era mi imaginación, o una persona que paseaba cerca de mí, si no me movía ni me levantaba seguro no me veía, sí, eso hice, quedarme totalmente quieta y esperar a que pasara de largo.

¡Ay dios! Las pisadas estaban cerca de mi cabeza, no abras los ojos Zoey, no los abras, si hacía que no notaba su presencia seguro se iba. ¡Joder! ¡Me estaba respirando en la cara! No podía más, tenía que abrir los ojos y ver por qué me echaba su aliento en toda la cara.

¡Oh dios! Ojala no hubiera abierto los ojos, desearía no haber visto eso. ¿No podía ser cierto lo que veía, verdad? Me senté lentamente no vaya ser que se alterara y la liabamos, apreciaba mucho mi vida para hacer que sucediera lo contrario.

Estaba a mi lado derecho, mirándome fijamente, sin apenas parpadear. Y yo ahí, paralizada sin saber qué demonios hacer, creía que haría lo de la última vez, sí, esa era una buena opción.

"Claro y esperar a que te coma, ¿por qué no te untas con nata y de paso te pones una cereza para acabar de ser más comestible?"

Las Flores de ÍrestaiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora