Tres días después volvió a ir al pequeño y familiar local. Se acercó en silencio a la mesa en donde había visto a la chica del cuaderno y se sentó. 20 minutos después se acercó una de las meseras y le dijo: "No puedes estar en esta mesa, está reservada". Él solo se paró y se cambio de mesa sonriendo. Pidió una malteada y la vio entrar otra vez. Se veía... linda. Pero no lo quería admitir.