Me declaro cleptómana de personas vacías, como botellines de cerveza un viernes por la noche. Cleptómana de camisas de otras personas, coleccionando sus perfumes y olores en mi cuello. Me declaro culpable, sin duda, por haber andando por la cuerda floja sin saber que debajo me esperaba el más profundo de los sinfines. No he resultado herida aun habiéndome caído no sé cuántas millones de veces. No he resultado herida por eso. Tengo la seguridad de que a esta equilibrista imposible le queda más cuerda que andar, aunque se haya caído de ella. Seguiré siendo cleptómana de recuerdos y de hechos que ni siquiera han ocurrido, que me los imagino bailando en mi cabeza, hechos que se dan la mano y caminan por la misma cuerda que yo. Me empujan para caerme, y yo los empujo a ello, quizá. Me declaro inocente porque no sabía el daño que me estaba haciendo a mí misma, y me pido perdón. Pero sé que no, que no me voy a perdonar y que además perderé el juicio. Literalmente. Perder el juicio y volver a acostarme con la locura día tras día. Y recordar, con una maravillosa bebida alcohólica en la mano, mirando al cielo en busca de las galaxias más lejanas, tu olor; y que sí, por si había duda, sigue robándome el corazón.
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En el corazón de la ciudad.
PoetryCreo en que incluso la estructura más fría y menos ornamentada puede tener un corazón que esté esperando ser abrazado, o quién sabe, quizá esté esperando a ser roto.