David se estaba preparando para otro día de trabajo y presentía que hoy iba a ser algo diferente, sin contar con su nueva empleada, que por cierto, siempre le había parecido preciosa, aunque nunca se había interesado por ella, con algo más que una simple amistad.
Se aproximo al espejo y se ajustó la corbata. Él era el responsable de asignar la mesa a los clientes y de vez en cuando estaba detrás de la barra sirviendo bebidas.
-¡David, hijo, baja ya, que tenemos prisa! -gritó desde la planta de abajo.
Como siempre el Sr. García andaba con prisas y estaba estresado.
-¡Voy! -rápidamente se terminó de ajustar la corbata se metió la camisa por el pantalón y bajo corriendo las escaleras mientras cogía las llaves de casa de un pequeño mueble situado en un escalón que era mas ancho que el resto, pues este estaba justo en el giro.
Se montó en el coche de su padre y se dirigieron al bar.Hace cinco minutos, en otro lugar de la ciudad.
Era lunes y ya habían mandado una gran importante cantidad de tareas, pero esta vez no podría hacerlas todas justo después de comer. Hoy era su primer día de trabajo con David y aunque su tarea era relativamente fácil, Ana estaba muy nerviosa.
Su madre estaba en la floristería en la que trabajaba y no tenía a nadie que le pudiera llevar. El bus pasaba a las 15:45 y su turno empezaba a las 5, le daba tiempo de sobra de llegar y prepararse bien.
Eran las 15:30 y Ana acababa de salir de casa, no había dado ni cuatro pasos cuando dos sujetos con unas pintas un poco extrañas se aproximaron a ella. No tenía ni idea de lo que querían, pero una cosa estaba clara: a Ana no le hacían ni pizca de gracia.
Comenzó a andar hacia su parada y los señores seguían detrás suya. Aceleró el paso y con ella los otros. Cada vez avanzaba más rápido y más rápido, hasta que tropezó con un bordillo y cayó al suelo sin poder evitarlo.
-¡Chica! ¿Estás bien? Te has pegado un buen tortazo. -dijo uno de los señores.
-Si...no te preocupes, solo ha sido un pequeño golpe. ¿queríais algo? -dijo con apenas un hilo de voz. Ana estaba muerta de vergüenza y de miedo.
-Se te ha caído el móvil nada mas salir de casa y queríamos devolvértelo. -dijo el otro de los chicos mientras le ayudaba a levantarse. -Yo soy Alex y el es Segis. ¿Tú como te llamas?
-¿Segis?
-Sí, no es un nombre muy común. Completo es Segismundo. -dijo con resentimiento y con algo de humor. -parece ser que mis padres no estaban muy inspirados el día del registro.
Alex rompió a carcajadas, contagiando así a los otros dos.
-¿Tu nombre? -insistió
-Oh, sí, perdón. Se me había olvidado, me llamo Ana.-¿Ana? -dijeron los dos al unísono, con intención de bromearle un poco.
-Sí, Ana, a secas. -Dijo entre risas. -mis padres decidieron ahorran en bolígrafo el día del registro.
Acto seguido se despidieron y Ana retomó su rumbo hacia la parada de bus, y estuvo de suerte, pues justo al llegar apareció el autobús.