Aquella libreta plagada de reflexiones y anotaciones a bolígrafo, canciones y ningún nombre.
Nadie era el dueño de aquellos pensamientos que se agarraban al alma y rompen el silencio. Palabras sinceras en una vieja ciudad. Un café bajo las luces de neón, eso podría ser perfecto definitivamente.
Y a penas comenzaba diciembre.
El suelo estaba cubierto por el manto blanco y denso como todos mis pensamientos corrientes que evitaban que las ilusiones y la imaginación salieran de su sector acordado. No me gustaban las sorpresas y será raro por mi parte sentir que todas esas letras ordenadas en sentido coherente sean para mi.
Pero claro, eso era lo que yo pensaba.
Porque aquel diario estaba diseñado para que si alguien lo descubriera se pueda pasar horas y horas con los ojos en estas hojas. Cada hueco tenía algo nuevo y reconfortable, que te abrazaba por la espalda como si de alguien real se tratara.
Numerosas canciones que no tardé en apuntar en una hoja de papel de uno de mis cuadernos porque, mi diario, había desaparecido. Y eso me ponía muy muy nerviosa. En aquel diario tenía prácticamente escrita mi vida y perderlo sería como darle mi pasado a alguien desconocido y dejar que arranque las hojas sin razón ninguna, mientras se ríe a mi costa y en mi cara de las desgracias que acumulo.
Intenté mantener la calma durante el resto del día, me dormí escuchando sus canciones y soñando en como podría ser aquel alma que pensaba en lírico y hablaba en prosa, guardando versos en un libro.
No fue el despertador lo que me despertó aquella mañana. Fue el sonido de la nieve cayendo de nuevo desde las nuves sobre Homes Chappel. Bueno, en realidad fue mi hermano bajando las escaleras como si tuviera cadenas en los pies pero lo de la nieve quedaba muchísimo mas romántico ahora.
Me levanté de la cama y tras hacer lo que cualquier persona hace, añadiendo como quince minutos en la ducha mirando al champú para la grasa en el pelo, bajé a desayunar con el diario en la mano. Sentía que no debía separarme demasiado del cuaderno desconocido. Tras un tazón de leche y unos cuantos besos en la frente me enrolle en el abrigo, bufanda, guantes, orejeras etc, etc. Para salir y montarme en el coche de mi padre, directos al instituto, mientras mis ganas de salir de aquel espacio reducido que me mantenía caliente descendendían como las temperaturas en Inglaterra.
– Ten buen día.– me deseó mi padre al parar el coche frente el instituto.
-igualmente.- respondí y salí del coche. Cerré la puerta metálica y caminé dentro del edificio. Un gran suspiro se escapó de mis labios cuando pude mover las manos de nuevo sin necesidad de usar guantes de lana. Mi taquilla se abrió a respuesta del código y comencé a dejar los libros que no necesitaba en ese momento, cuando una voz carraspeó detrás, leyendo algo más que conocido para mi.
– 'Lo dijiste de una simple manera, a las cuatro de la mañana, el segundo día, como de raro es que aun no te conozco del todo.' – mi mandíbula se apretó inconscientemente al oir aquellas palabras tan conocidas por mi puño y letra. – Me he permitido terminarlo, espero que no te moleste demasiado.– negué con la cabeza antes de girarme y encontrarme con el mascador de chicle de menta.
Chaqueta marrón, cuello de lana y pantalones apretados, mirándote siempre tan intimidantemente que, bien dice la propia palabra, intimidaba de verdad. Llevaba un diario calcado al mio, o, espera, era el mio. Y una desafiante sonrisa, divertida también, al parecer, cruzaba su expresión, pasando las paginas con una relativa tranquilidad, fingida o real, nadie lo sabe, nadie lo sabía. Parecía el mismo de el día anterior, observándome desde su moto. Sereno y pacifico, siempre con ese pelo hasta los hombros al viento, tenía el pelo más largo que yo, vaya.
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D E C E M B E R. 'Haylor' (actualizaciones lentas)
FanficEl era hielo, yo calor y juntos derretimos el muro de niebla espesa que cubría su corazón. ... Todos los acontecimientos de esta novela son hechos de ficción, la edad de los personajes y su comportamiento no tiene semejanza ninguna con el mundo rea...