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Durante los últimos días el cielo se había teñido de gris y parecía que el agua nunca iba a

dejar de caer, las plantas ya estaban marchitas de tanta agua que las sofocaba, las calles

estaban sucias por todo lo que la lluvia había arrastrado. Se respiraba un aire pesado, la gente

estaba de mal humor pues era imposible salir de las casas sin embarrarse o mojarse,

llegábamos al colegio cansados, enojados, sin ganas de discutir absolutamente nada.

La novena mañana que amaneció con precipitaciones desee que el despertador dejara de

sonar sin que tuviera que levantarme hasta la biblioteca a apagarlo, dejarlo ahí era la única

forma de poder mover mi cuerpo lejos de mi cálida cama de acolchado rojo; el clima

alimentaba mis deseos de seguir abrigada bajo un mar de almohadas y frazadas que de alguna

forma me protegían del frío.

Luego de que logre levantarme un golpe de frío me azotó desde los pies a los hombros, no

llevaba puestas las medias, de a saltitos me acerque al despertador y lo apague con la mayor

velocidad posible y al mismo ritmo me vestí para ir al colegio. Eran las seis y diecisiete, a las

siete y cuarto debía salir de mi casa, y solo pensar en eso me producía dolor de cabeza, debía

ir caminando, tres largas cuadras de viento, frío y el maldito barro que arruinaba mis

zapatillas blancas.

De mala gana comencé a prender todas las luces de mi casa, para al menos ocultar el

panorama tenue del exterior, la lluvia parece envejecer el alma, por eso también prendí el

televisor en el canal de la música, pero luego de poner la pava tuve que bajarle el volumen a

cero, puesto que en dos minutos el ruido era ensordecedor. Esto causa el mal clima, miradas

tristes, mentes cansadas, es como si el tiempo durmiendo nunca bastara para descansar

nuestro cuerpo y mente. Mientras el agua calentaba fui al baño a intentar mejorar mi aspecto,

otra cosa de la humedad es que le otorga vida a mi pelo, haciéndolo una bestia indomable,

comencé a peinarlo mientras intentaba despabilarme, mi mente seguía confusa, casi dormida.

Luego de un buen rato empecé a escuchar el silbido chillante de la pava, lo ignoré. Luego

escuche la televisión prenderse y también lo ignore, "pudo haber sido mi hermano" pensé. El

límite de mi paciencia desbordó cuando por el borde de la puerta notaba que la luz prendía y

apagaba, y se sumaba el ruido del interruptor al silbido y a la música que cada vez parecía

más intenso, fue entonces cuando me dispuse a salir del baño y la luz se apagó.

Por suerte el camino desde el espejo a la puerta solo requería de cinco pasos, que hice

corriendo, pero esos cinco pasos no bastaron para llegar a la puerta, entonces hice otro y otro,

pero parecía no tener fin y a medida que iba avanzando el ruido de afuera iba aumentando,

aun así podía ver el borde de la puerta con las luces prendiendo y apagando, pero mis pies

parecían estar hundidos en cemento, no avanzaba, corría con todas mis fuerzas pero no

bastaba para notar un mínimo acercamiento a la puerta, incluso parecía alejarme cada vez

más, pero el ruido se acercaba, como si quisiera penetrar mi tímpano y romperlo.

Llegó un momento donde no podía recordar cuantos pasos había hecho, ni cuánto tiempo

había estado luchando contra ese camino eterno, mi cuerpo hervía de tanto esfuerzo, ya

comenzaba a sentir que me costaba respirar, estaba segura de que mi cara estaba roja, ya no

sabía si rendirme o seguir, el chillido no había cesado. Mi mente intentaba desesperadamente

encontrar una explicación y mi cuerpo una salida, pero ya ninguno podía resistir el cansancio,

y mis pasos poco a poco se volvieron más lentos, a medida que el aire se tornaba menos

denso, más frio. Mi cuerpo comenzó a relajarse, y mis tímpanos agradecían que el ruido se

apacigüe a medida que me detenía.

Cuando pare completamente el brotaba desde mi interior, y el silencio era tan agudo que

podía escuchar mi fría sangre corriendo por mis venas, estaba tan vacío, tan oscuro, que podía

sentir como mi ser se oscurecía, como yo me convertía en la nada misma, como todas las

cosas de mi mente comenzaban a ser lejanas. Entonces me senté y comencé a pensar en la luz

prendiendo y apagando, en el silbido, la televisión alta, el ruido de mi respiración y de mi

sangre, cerré los ojos con la mayor fuerza posible, mientras que los latidos de mi corazón se

volvían extraños, casi como un rugido, tapando cualquier otro sonido que mi mente pudiera

percibir, ¿estaba sola o conmigo misma? 

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