Cuentos

V

Celina se envolvía en una cálida nube, sentía como sus pies poco a poco dejaban de tener peso, como sus pálidos brazos parecían danzar al compás de ese misterioso vapor, que le humedecía la cara, le aceleraba el corazón.

En todos estos año nunca se había sentido tan viva, sentía como su cuerpo se movía cada vez portado más gracia y de a poco la nube tibia cobraba un aroma conocido, que la llevaba a recuerdos, a lo más profundo de su alma, ese olor a cigarrillo y asado, a gente amontonada, ese olor era pasión.

Y de repente todo era más cálido, poco a poco sus mejillas cobraban ese color que hacía tanto no aparecía.

Tímida comenzó a bailar, hasta que la música comenzó a ser más intensa, hasta que cerró los ojos y pudo sentirse en esa milonga, sentía las parejas transpirando y pegoteándose contra su cuerpo, sentía como la música se a apoderaba de sus caderas. Celina bailó, bailó como nunca, liberándose de todo el peso de la vida, mientras bailaba sentía la mirada de su compañero de vida, y se convenció de que estaría bien, de que el entendería que era su hora de bailar en la eternidad, entonces abrió sus ojos y se dejó ir, a donde siempre perteneció.