Navidad...

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Otra blanca y típica mañana de navidad. La misma cena en familia, los mismos míseros y tontos regalos por compromiso, las mismas palabras falsas de personas que en todo el año no te dirigen ni una palabra y por si fuera poco los mismos pretextos de cualquiera que quiera engordar sin sentirse culpable.

¡Feliz navidad!... que frase tan tonta y falsa.

Me levanto con el frío calándome hasta los huesos, me baño con el agua más tibia que mi boiler averiado puede ofrecerme y me visto lo más abrigada posible. Después de maquillarme lo más sencillo que puedo, bajo las escaleras dirigiéndome hacia el comedor donde supuestamente se encuentran los padres más ocupados del mundo. Tanto que no pueden ni mirarme en estas fiesta comerciales. Sigo sin entender qué tiene de bueno todo esto además de las vacaciones.

- Buenos días - digo a las dos personas frente a mí que hablan por teléfono sin mirarme.

Tomo sin hacer mucho ruido un pequeño tazón de cereal y me preparo mi desayuno sin mucho entusiasmo, esperando con ansias a que terminen de hablar por teléfono y comiencen a pedirme amablemente que me comporte bien con la gente "conocida" que vendrá a cenar. Poco les falta para decir abiertamente que no les avergüence como cada año.

- Buenos días, Camil

Espera un momento ¡Creo que conozco esa voz de algún lado!... Oh, sólo es mi madre.

- Buenos días hija - dice mi padre mirando su periódico mientras espera como cada mañana a que mi madre le prepare todo.

¿Malcriado? ¿Flojo? ¿Machista? ¿Cuál sería la palabra?

-Camil, necesitamos decirte algo...

¿Ya comienza? Este año se adelantó la plática familiar.

- Ya lo sé, no es necesario que lo repitan cada año. No tengo tan mala memoria ¿A qué hora llegarán los demás? - mis padres cruzan miradas nerviosos y después ambos me miran cautelosos. Atentos a cualquier reacción que yo pueda tener.

Esto no me gusta nada.

- ¿Qué? - comienzo a desesperarme ante el misterio.

- Camil, amor...

Oh no, cada vez que mamá utiliza ese tono tan tierno y amable significa que algo será malo... para mí.

- Tu madre y yo, por suerte, hemos progresado mucho en el trabajo. Si tenemos suerte nos darán un ascenso a los dos, pero para eso tendremos que asistir a una cena de navidad con la familia de nuestro jefe. Lo cual significa...

- Que les avergüenzo y que no tendré cena de navidad en familia - completo antes de meterme una cucharada de cereal a la boca, derramando un poco de leche por mi mejilla.

Mi madre me hace una seña con la mano, indicándome que me limpie con la servilleta, pero el enojo me impide reaccionar con normalidad y me giro hacia mi padre, ignorándola.

- Sabes que eso no es cierto.

- ¿Pero...? - lo incito a seguir. Siempre con mis padres hay un 'pero'.

- Pero será una cena aburrida entre adultos. Creímos que no te interesaría ir. - completa mi madre.

Me levanto de repente, moviendo la mesa y provocando que la poca leche que quedaba en el tazón se derramara, y alterno la mirada entre ambos. La desesperación y la furia sólo crecían y aún no entendía a qué querían llegar.

- No tienen que mentir, lo sé. Sé que no soy como esas chicas educadas que se visten elegantes y saben miles de modales de cómo se debe mover, hablar, respirar... lo entiendo perfectamente. Y es cierto que no soy fan de todas esas responsabilidades aburridas y serias que tienen que cumplir.

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