- Esta es tu habitación. Estaré afuera para cuando termines. No tardes demasiado, los demás están ansiosos por verte - salió de la enorme habitación y cerró la puerta tras de él. Dejé caer mi bolso sobre la cama, la maleta en una esquina y recorrí el lugar metro a metro.
Era increíble. Esta sola habitación era mucho más grande que toda mi casa.
Comencé con la cama. Era fantástica. Los enormes cojines lilas combinaban demasiado bien con los cubrecamas negros. Tan solo la cama tenía un pequeño techo con cortinas rojas que la cubrían de todos los ángulos posibles y no dejaban que la luz entrara ni un poco. Las paredes tenían un ligero y acogedor color lila que me encantaba.
La habitación era tan grande y hermosa que no faltaba ni una sola decoración, había desde las mesitas que todos los ricos debían tener para el té o lo que sea que tomaran, hasta el tocador gigantesco y el armario más caro que se pueda imaginar. Lo único que no lograba entender era el por qué no había ventanas. La habitación era demasiado calurosa y no veía por ningún lado ni un ventilador o por lo menos un abanico.
Después de terminar de analizar todo el gigantesco baño dentro de la habitación me decidí a salir. Justo como él había dicho, se encontraba recargado en el muro a un lado de la puerta, esperándome. Sus fuertes brazos cruzados sobre su pecho y su cara mirando algún punto perdido del techo. Ahora, gracias a la flojera de estar de pie sin soporte, su cabello lucía ligeramente despeinado de atrás pero eso no le afectaba en nada, al contrario se veía mejor.
- ¿Terminaste hermosa? - preguntó sonriendo. Me di cuenta entonces que por alguna razón desde que lo conocí no había visto que sonriera completamente, sólo entreabría un poco la boca. Aunque era extraño, había algo que me había llamado más la atención que su inseguridad dentífrica.
- No me llames "hermosa", sabes mi nombre.
- Ya veo... ¿Tanto te gusta escucharme decir tu nombre? ¿Ese es un tipo de fetiche? - preguntó con una mirada coqueta.
- ¡No es eso! - grité sintiendo mis mejillas comenzar a arder - No me gusta que me llamen así, con tanta confianza completos desconocidos cuyos pasatiempos son acosar y hacer demasiado ejercicio.
- ¿Demasiado ejercicio? - divertido, levantó una ceja.
Maldición, tengo que dejar de ver sus brazos.
- O lo que sea que hagas cuando no molestas chicas - dije caminando hacia otra dirección en donde no estaba él. Tengo que callarme ahora.
- ¡Espera! - corrió hasta colocarse a mi lado - Entiendo, nada de desconocidos llamándote hermosa ¿no es así?
- Exacto - me tomó del brazo y me detuvo, haciéndome girar hacia él, quedando frente a frente.
¿Por qué los pasillos de una casa tan grande tenían que ser tan angostos?
- Howell - mencionó de pronto estirando su mano hacia mí.
- ¿Qué?
- Mi nombre, hermosa. Me llamo Howell - guiñó un ojo y tomó mi mano.
- No te pregunté... - balbuceé tímida. Tenía que admitir que su aroma era algo que no había experimentado antes, y me gusta, además de que el poco espacio entre los dos no era algo que me molestara hasta ahora tampoco. Lucía mejor de cerca.
- Ven - apretó más su agarre a mí y me dirigió casi corriendo hacia una habitación muy cerca de la mía. De hecho, la más cercana a la mía.
Mientras avanzabamos no dejaba de mirar detalladamente el enorme castillo. Siempre creí que ya nadie vivía en lugares tan grandes desde que los reyes desaparecieron casi por completo, pero veo que estaba en un enorme error. Este lugar parecía tan... rústico. Pero eso era lo que lo hacía lucir tan bello y excitante. Los pasillos estaban oscuros y sólo unas tenues luces los alumbraban, como si estuvieran ahísólo por adorno o porque tienen que estar ahí, o para no tropezar y caer.
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Vampiros
Vampire- ¿Por qué decidiste darme la habitación 'prohibida'? - él rió. Mostrando sólo el principio de sus perfectos y blancos dientes. "¿Por qué oculta algo tan perfecto?" - Ya te lo había dicho. Te quiero lo más cerca de mí como sea posible. Y como sabía...