Blancanieves

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Howell y yo nos escabullimos por los silenciosos y solitarios pasillos del castillo. Él no dejaba de repetirme que no hiciera ruido al caminar, al avanzar y al respirar... literalmente. No entendía a qué se refería, yo simplemente lo estaba siguiendo. Al final del trayecto, Howell se detuvo frente a una puerta algo antigua de madera negra. Con una sorprendente facilidad la empujó logrando abrirla y me indicó con un gesto de mano y una pequeña reverencia que entrara primero.

¿Cómo negarse ante semejante propuesta tan educada y caballerosa?

Con gran emoción y curiosidad entré a la habitación. Ni un paso di en esta cuando sentí unas manos heladas cubrir mis ojos. No logré ver nada de lo que había dentro.

¿Es idea mía o llegó hasta mí demasiado rápido?

- ¿Te arrepentiste de mostrarme lo que había aquí? ¿O te equivocaste y me trajiste hacia tu colección de revistas porno? - pregunté riendo. Sentí su pecho vibrar en mi espalda y un leve temblor recorrió mi espalda.

- Digamos que... es algo que te gustará más a ti que a mí. Y no, no es ningún chico sin camisa. No me gusta la competencia. - reí. Me gustaba lo abierto y espontáneo que podía ser este chico a veces.

Sin soltarme todavía, avanzamos a través del misterioso lugar. Captaba un olor a nuevo y por supuesto a libros nuevos. Mi olor y droga favorita además del chocolate y por extraño que pueda parecer, el olor de los plumones. Di otro paso más y justo cuando ya estaba bajando mi pie tropecé con lo que parecía ser un escalón. Ahogué un gritó cuando sentí que comenzaría a caer, pero mi cuerpo chocó con el de Howell detrás de mí. Él me abrazó por la cintura, ayudándome a mantenerme de pie.

- ¿Por qué no avisas? Sabes que no puedo ver nada - exclamé agitada del susto. Sentí su sonrisa tras mi oreja.

- Porque sabía bien que esto pasaría. Quería experimentar. - contestó animadamente soltando poco a poco, muy lentamente, mi cintura ya aprovechando por acariciarla mientras lo hacía. Esperé nerviosa a que terminara de jugar y me siguiera dirigiendo para continuar.

Sabía que lo correcto sería gritarle y alejarme de él, pero a parte de que algo muy fuerte dentro de mí me decía que todo estaba bien y que nada malo pasaría, me negaba a permitir que él se molestara y me tumbara al suelo por simple placer. Odiaba las operaciones de nariz y los ojos negros estilo panda.

- ¿Ya casi llegamos? - sentí que pasábamos el último escalón y ahora caminábamos en superficie plana. Quise retirarle las manos de mi cara un par de veces antes pero si no lo hubiera experimentado todo antes, habría apostado que sus manos estaban pegadas a mi cara con un tónico de industria.

Además, Howell me mordió para evitar que le enterrara las pocas uñas que tenía.

- Llegamos - retiró los dedos de mi cara y me permitió ver. Solté una gran exclamación de emoción cuando mis ojos se adaptaron a la tenue luz de la habitación.

Desde la segunda planta de la enorme biblioteca, justo detrás de un barandal para mirar todo con claridad, podía contemplar con emoción y anhelo todos los estantes y libreros de más de 8 metros de alto repletos completamente de libros de todos los géneros y autores. Desde novelas de ficción, investigaciones, poesía, romance, misterio, novelas negras, entre otras.

Mis ojos no dejaban de inspeccionar cada libro que veía mientras con gran emoción repasaba los títulos que alcanzaba a leer más cercanos y en una lista imaginaria señalaba cuáles ya había leído y cuáles leería después.

A una chica normal la puedes llevar a un parque hermosos, a oltra la puedes llevar de compras, pero a mí... a mí me enamoras con libros. Y esto, esto para mí era como... ¿Cuándo nos casamos?

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