Regresamos a nuestras respectivas habitaciones. Según lo que Howell había dicho en la biblioteca, la cena era a las 11:30 de la noche ya que siempre cenan a esa hora. Le insistí por horas que me permitiera cambiarme para estar lista... a solas.
No quería dejarme sola ni para ir al baño. Pero aunque ni yo sé cómo lo logré convencer, por fin se decidió a dejarme sola en mi habitación.
Algo me dice que no dormiré sola como creí... ah, bueno.
Abrí mi maleta, colocándola sobre la cama y busqué entre mi ropa algo que pudiera ponerme. Sentía que en este lugar hacía demasiado frío como para usar vestido, así que me decidí por un pantalón de vestir y una camisa roja. Por supuesto, el suéter era sí o sí.
Mientras una fresca ventisca golpeaba mis brazos cuando terminaba de ponerme el suéter, recordé a Howell. Su contacto helado con mi piel fue demasiado evidente. Y su actitud frente a todos, frente a mí, obviamente no era normal.
Recordaba que hace unos años atrás, justamente el día de nochebuena, había conocido a un primo igual a él. Su piel era un poco más opaca a él, sólo un poco, pero siempre tenía frío y odiaba la ropa caliente. Era un antisocial con todos pero en la cena de nochebuena siempre se atascaba de pavo y romeritos.
También recuerdo que odiaba a las niñas. Espero que Howell no sea así.
Caminé hacia la puerta para salir cuando un rápido sonido me desconcentró. Me di la vuelta hacia la cama y velozmente con la mirada busqué al responsable de esto.
Alguien había abierto mi maleta.
- ¿Damien? - pregunté cuando noté a una persona parada en la esquina de la habitación.
- Que lista, hermosa. ¿Puedo llamarte así? - preguntó avanzando hacia mí con una gran sonrisa.
- No, no puedes. - contesté sin dudarlo - ¿Qué haces aquí?
- Veo que Howell te contagió lo grosero. Mmh... eso se puede arreglar.
- No lo preguntaré de nuevo - mi voz comenzaba a mostrar lo nerviosa que me sentía - ¿Qué haces en mi habitación? ¿Cuánto llevas observando? - su sonrisa burlona aumentó. La misma que Howell tenía antes, pero esta era una aún más amenazante.
- Lo suficiente. Si sólo quieres saber qué es lo que hago aquí, te lo diré. - se sentó justo a lado de la maleta que él ya había abierto. Lo miré sintiendo un muy fuerte escalofrío y me alejé unos pasos de él, por precaución - Vine a convencerte de no faltar a la cena de hoy. Tú - mencionó señalándome con su dedo índice -, eres una persona muy importante para esta noche, la invitada de honor.
Negué con la cabeza intentando despejar mi mente. Todos mis pensamientos se nublaron de repente y me sentía mareada. Muy mal y débil. Damien se levantó sin decir una palabra más y caminó muy normalmente hasta la puerta, yo lo único que podía hacer era esperar a que se fuera. Un breve impulso me hizo llamar de pronto a Howell con la mente. Sabía que no me oiría, pero sentía demasiado miedo hacia Damien y no sabía el por qué. Justo antes de tocar la perilla de la puerta, él se giró hacia mí.
- Tu nombre es... Camil ¿me equivoco? - negué con la cabeza, asustada. ¿Cómo lo había sabido así, tan de repente? - Lindo nombre.
- ¿Quién... quién te lo dijo? - pregunté con demasiada dificultad al hablar.
- Digamos que, soy un como un adivino. Sé más cosas sobre ti de las que te imaginas. Sé más de lo que tú sabes en este momento - fruncí el ceño. Quería preguntarle a lo que se refería, pero me decía que lo mejor por ahora era que él me dejara al fin sola. No quería estar nunca más con él... no sin Howell.
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Vampiros
Vampire- ¿Por qué decidiste darme la habitación 'prohibida'? - él rió. Mostrando sólo el principio de sus perfectos y blancos dientes. "¿Por qué oculta algo tan perfecto?" - Ya te lo había dicho. Te quiero lo más cerca de mí como sea posible. Y como sabía...