Capítulo 7

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—Todo está bien, no te preocupes. — tenía agarrado el celular entre el hombro y la cabeza mientras iba de un lado a otro buscando mi uniforme del trabajo.

Hoy iría por mis cosas, probablemente yo esté despedida desde lo sucedido, sin embargo, tenía que cumplir yendo a mi trabajo para que me den mi carta de despido por parte de Gurmot.

—¿Segura? ¿Cómo está Jonathan? — murmuré un poco desesperada metiéndome las medias que era un requisito llevar en la empresa.

Hacía mucho que no veía a mi pequeño hermano Jonathan y mucho menos a mi tía Ross. Desde que dejé Tennessee para venir a estudiar medicina aquí en Nueva York, ellos me han estado llamando todos los días sin falta, porque Jonathan es muy enfermizo, pero gracias a Dios no se ha enfermado últimamente.

—Jonathan está muy bien, no le ha dado otro ataque de asma, no te preocupes Mia. Todo está perfecto. — suspiró fuerte lo que hizo que yo la escuchara desde la otra línea.

—Sabes que cualquier cosa me puedes decir y de inmediato te enviaré dinero. — contesté un poco confiada cosa que no estaba porque al mandar dinero yo tendría problemas para la comida o para la renta, pero mi hermanito tiene que estar bien.

Y ahora sin trabajo, me veré en problemas.

—No, todo está bien. — Ross contestó cansada, su voz desde la otra línea estaba entrecortada por lo lejos que estaba Tennessee y también por ser un pueblito que no tenía tan buena recepción —¿con quién hablas? — se escuchó una pequeña voz a lo lejos y yo sonreí instintivamente. —Alguien quiere hablar contigo — dijo mi tía antes de escuchar una voz que era diferente a la suya —¿Mia? — dijo mi hermanito y una lágrima salió de mi ojo izquierdo con una gran sonrisa.

—Hola Jonathan ¿Cómo estás? — dije controlando mi voz para que el niño no escuche que estoy llorando.

—Muy bien, tía hizo unas galletas de chocolate que están deliciosas ¡Tienes que probarlas! — contestó con felicidad y me imaginé su carita agarrando el celular y su boca llena de galletas de chocolate.

—Mmm, que rico. —

—¿Cuándo vendrás? — dijo el niño y otra lágrima salió. No podía permitirme regresar a Tennessee por el momento porque aquí gano más dinero para que ellos puedan comer y ser felices, yo tenía que trabajar y también estudiar para luego pagarle los estudios a mi hermano. No quería responderle, porque la respuesta sería negativa así que me quedé callada y respiré profundo controlando el llanto que estaba en mi garganta. —Te extraño.

Eso último me mató, eso hizo que las lágrimas salieran sin control de mis ojos. Pobre niño, Ross y yo éramos los únicos que tenía como familia y yo no estaba ahí con él para abrazarlo y hacerlo feliz como una hermana mayor, sin embargo, gracias Dios se encontraba junto a él mi tía Ross ahí para que le brinde amor y afecto y también lo cuide mientras no esté con él. Ya que literalmente está solo, estamos solos.

—Iré cuando pueda, lo juro — le pedí con fuerza a mi voz que se escuche como si no estuviera pasando nada.

—Te esperamos — dijo feliz y ya no escuché más su voz porque Ross habló. — Hasta luego, tengo que llevarlo a la escuela.

—Adiós. — colgué y me senté en el sillón que era parte de un pequeño juego de salón que el departamento traía y me sequé las lágrimas para levantarme con la mandíbula alta.

*

Después de dejarle el café matutino a mi jefe, éste me había asignado la tarea de escribir un nuevo informe acerca de la nueva publicidad que se llevará a cabo. Al parecer, el problema con Alexander Rickford no había traído consecuencias, cuando llegué a la empresa, el señor Gurmot actuó de manera normal como cada vez que me ve —quiero café y después redacta un informe—, estoy realmente confundida, pensé que su actitud seria desgarradora y sería despedida de inmediato después de hablarle de la forma en la que le hablé al dueño de la compañía.

Me senté en mi escritorio tratando de escribir algo coherente, dejando de lado el problema y lo confundida que me sentía con la situación. Cuando un sonido de mi bandeja de entrada me hizo mirar mi correo.

De: Alexander H. Rickford.

Para: Mia Helds

Asunto: La disculpa.

Disculpe por molestarla en horas de trabajo, pero me preguntaba a qué hora me iba a pedir disculpas por lo que me ha dicho en mi automóvil el día de ayer.

Rickford.

Yo me puse roja llena de vergüenza al recordar lo que el día anterior le había dicho. Cerré el Hotmail para ignorar lo que éste me había enviado, estaba segura que él no estaría pendiente de que no le he contestado.

Me levanté y me fui hacia la pequeña habitación donde guardaban la comida y donde yo misma hacía el café del señor Gurmot. Realmente quería evitar pensar en el mensaje que había recibido, no quería responder.

Me dirigí al almacén y divisé que en la cima había un bote de galletas de chocolate que desde que mi hermano me ha hablado de galletas de chocolate en esta mañana, se me han antojado. Alargué mi mano para llegar a ellas, pero debido a mi estatura no podía alcanzar el bote. Esto siempre ha sido mi problema. Me puse de puntillas y por fin pude alcanzarlas tirando todo lo que estaba a mi paso.

Mierda... soy demasiado torpe.

Me agaché para limpiar todo lo que he tirado y ponerlo en su lugar para posteriormente tomar las galletas que aún se encontraban dentro de su respectivo bote. Sonreí anchamente y las abrí agarrando una y dejando el bote en su lugar. Miré mi galleta y le di un mordisco.

Me voltee dispuesta a irme de ese lugar para seguir trabajando, pero un pecho realmente ancho me impidió siquiera ver hacia afuera, obstruyéndome el camino para salir corriendo si esto lo ameritaba. Me estaba tapando toda la puerta con su grande espalda y sus ojos me miraron molestos.

Temblé instintivamente. 

Señor Rickford.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora