Capitulo 50

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  Llegue a casa, aún no había llegado mi madre. Seguramente otra de sus 'cenas importantes'
Quite mis botas y las puse en el primer escalón para poder ir a la cocina, tome un vaso y lo puse en la barra para sacar jugo del refrigerador.
Ya servido agarré el vaso y regrese a las escaleras para tomar las botas y ahora si subir a mi habitación pero el sonido del timbre me detuvo, volteé hacia la puerta y una vez más sonó el timbre. Deje de nuevo ambas cosas en las escaleras y camine hacia la puerta.

— ¿Qué quieres? — pregunte abriéndola. Si no hablaba ahora mismo la cerraría y subiría a mi habitación. Levanto la mirada y la conecto con la mía. Pero lejos de emitir palabra alguna me tomo del brazo y me atrajo hacia él y con un veloz giro me acorralo contra la pared.
—Me encantas, me vuelves loco, me mata de celos que todos volteen a verte cuando llegas a algún lugar, odio que el estúpido de Peyton se te acerque, me gusta tu carácter, excepto el de la Sabrina engreída que sé que no es tu verdadera forma de ser, me gustan tus vestidos—inhalo profundamente ya que hablar tanto y tan rápido lo había despojado de todo el oxígeno en sus pulmones —Te quiero Sabrina...
No lo deje pronunciar una palabra más, ni siquiera lo deje respirar cuando ya estaba colgada de su cuello besándolo.
—Cu-Cuando quieras te presto mis vestidos— dije entre besos riendo ya que había dicho que le gustaban. —Creo que te quedaran algo cortos...— regrese a sus labios.
—Los prefiero en ti.

...

—Yo te dije primero— reprocho despeinándome
—No— dije riendo tratando de acomodar mi cabello nuevamente —Anda— suplique
—No creo que a tu madre le guste— se puso de pie
—No llegara, aún es temprano— me pare en mi cama —Además nunca tiene hambre— dije imitando el estirado tono de voz de mi madre. —Y no quiero cenar sola— se acercó a mí volteando hacia arriba debido a la altura a la que yo estaba.
—Ya te dije, vamos cenamos y te traigo— insistió.
—Brad...— alargue
—Está bien ¡ya!— se rindió y sonreí victoriosa. Tome su mano y salimos de mi habitación.
Bradley bajaba con pesadez las escaleras mientras que yo al contrario saltaba como niña pequeña. A mediación de la escalera se escuchó la puerta de la entrada cerrarse y me detuve en seco. El sonido de unos tacones en el piso me indico que era mi madre. Inhale y exhalé profundamente suplicando por dentro que no se comportara grosera con él.
—Creo que será mejor que me valla— susurro Justin en mi oído.
—No— le conteste seria —Yo te invite a cenar— le sonreí.
—Puede ser otro día si quieres— se acercó a mí y beso mis labios.
—No— fruncí el ceño dejándole claro que no se hablaría más del tema.
Llegamos al último escalón y pude ver a mi madre viendo cartas y recibos que estaban en la pequeña mesa del living. Volteo cuando sintió nuestra presencia.
—Valla... — dijo examinándolo de pies a cabeza
—Buenas noches— saludo Bradley cortésmente.
—Buenas noches— dijo con mirada de desaprobación
—En verdad Sabrina— susurro una vez más -no quiero incomodarte ni mucho menos causarte problemas.
—Invite a Justin a cenar— dije ignorándolo —Estaremos en el comedor— sin soltar su mano lo guié hacia el comedor donde nuestros platos ya estaban servidos.
— ¿Pongo plato para usted? — pregunto una de las trabajadoras a mi madre 'Di que no, di que no, di que no' suplicaba por dentro.
—Si por favor— Mierda. Nunca cenábamos juntas y cuando realmente deseaba que no lo hiciera... Lo hacía.
—Y... ¿trabajas? o ¿solo estudias? — pregunto sin siquiera mirarlo
—Trabajo y estudio— sonrió
—En...
—Una tienda de discos— completo
—Trabaja en una tienda de discos— dijo volteándome a ver en un disimulado tono de reproche. ¿Que esperaba? ¿Qué liderara una empresa internacional?
—Que eres ¿cajero? — contuvo la risa.
—En realidad no— dejo los cubiertos sobre el plato —La administro— volteo y me guiño un ojo como asegurándome de que todo estaba bien. —Era de mi padre, era como un pasatiempo y bueno pues ahora ha quedado en mis manos.
— ¿Era de tu padre?
—A si es— ¿Que no podía dejar de preguntar? —Falleció hace algunos años— bajo la mirada-
—Lo siento— claro que no lo sentía a ella le daba lo mismo —Es bueno que ayudes a tu madre— esta cena no podía ser más incómoda, ni aunque los cojines de las sillas fueran de clavos.
—Ella también...
—Valla— hizo una mueca torcida —Debe ser duro.
—Lo es.

—Gracias por invitarme— dijo con una hermosa sonrisa.
—Seguro debes odiarme, debí de haberte dejado ir. — Mire hacia abajo —No esperaba que mi madre te hiciera un interrogatorio.
—Fue divertido—dio un fugaz beso en mis labios —Entra ya o te enfermaras— me ordeno ya que llovía realmente fuerte.  



Tu el Humo y Yo el Fuego (Brabrina) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora