Y el otro día sí que fue de chiste. Después de dejarme y en las condiciones que lo hiciste, después de jurarme que no estabas en un momento adecuado, que tenías que amueblar tu cabeza, que era injusto para mí, que no podías permitirte hacerme daño a mi.... Después de aquello, después de aceptarlo y sufrirlo, después de llorarte un mar, me entero de que estás con otra. Y para colmo ese día resulta que está en mi lugar de trabajo. Puedo verla. Curiosear cómo es. Y esa mezcla de pena y ganas de vomitar se instalan en mi. Mi cabeza es como un hierro al que acaban de golpear y está vibrando. Suena, pero está contenida. Inmóvil, pero sufre. Con una fachada de indiferencia y curiosidad voy con un compañero a verla. La verdad es que pasamos por allí y no me da tiempo a ver casi nada. He visto una tía agachada, con una ropa con tachuelas, vaya gusto, y un flequillo liso combinado con un pelo rizado. Eh? En serio? Ya que me dejas a mí, al menos que sea por un pivón! Un pedazo de tía podría dar respuesta. Pero, toda aquella teoría de la mente, mi cabeza es ahora una bomba, puedo hacer daño a quien quiera... Todo aquel sistema que te habías inventado, lo has echado atrás por la mujer que acabo de ver? Madre mía! Qué tendrá oculto? Una conversación hipnótica que enamora?
Me da que no...
Y de alguna manera llega a tus oídos que yo ya lo sé. Que me he enterado. Y comienzas otra estrategia para hacerte el necesitado. Llevas la conversación de whatsapp a donde tú quieres para que yo te lo diga. Que si, que lo sé. Y que no me he enterado por ti, sino de la peor manera posible. Y entonces, amenazas con tirarte a un río. Con mandarlo todo a la mierda. Porque la importante soy yo. A mí no puedes fallarme. Y yo que aún no he pasado página te dejo venir a mi casa.
Y aunque yo evito el contacto tú lo buscas. ¿Pero qué es esto? Y retomamos un capítulo que por lo visto no se había terminado de escribir. Y otra vez estoy contigo en la cama. Otra noche más juntos. Pero esta vez no sirve para crear dudas. Esta vez todo se va a aclarar. Por lo visto, en las estructuras de mi entender, hay algo que me dice que si eres capaz de engañar a la de las tachuelas, no vales.
Por mucha palabra que uses. Que ya me lo has dicho todo. Sin decir nada. La has engañado conmigo. Y veo que para ti, no tiene apenas importancia. Qué grandes lecciones dan los hechos. Cuatro o cinco meses de esperanzas y admiración se derrumban en una noche. Ya sé quién eres en realidad.
Y el otro día, jajaja, el otro día, en una conversación con compañeros hablas de la infidelidad. Tú. A ver, a ver qué dices. Por donde te descuelgas.
Y claro, solo hay que esperar. Y ahí va "partiendo de que para mí poner los cuernos es una falta de respeto a tu pareja" boooom!
A la tarde me dices por whatsapp que te he mirado raro. Cuando sabes que mi cara es el espejo de mi alma. ¿Quieres que te diga lo que he pensado? Yo te lo digo. Yo no padezco tu enfermedad. Me pareces un mentiroso. Pero no sólo es que le hayas mentido a ella, es que vives una mentira. Es que dices cosas que no se corresponden con lo que haces. Y te lo digo. Que no eres sincero contigo mismo. Y te lo planto con tus palabras. Has dicho esto y por consiguiente se entiende que no respetas a tu pareja. Pero es tu pareja. Vives una mentira. Por qué? Por inercia? Porque eres un cobarde? O es que acaso eres lo que más temes? Eh?
Si, eso es. Eres normal.
Tan normal que me dices que de hecho no te importaría volver a engañarla.
Se te ha ido. Si, no sé qué ha pasado. Pero ya no funcionas. Tus palabras ya no entran en el cajón "gente especial" de mi cerebro. Creo que has pasado a la categoría "palabrerío"
No sé cómo ha sido. No he sido yo. Ha ocurrido.
Y esas cosas que estaban enganchadas a ti pasan también a la otra categoría. Automáticamente. Y de repente.
Es curioso. Meses de transición dolorosa, pero cuando sucede ya no duele. Es como cuando creces y te duelen las rodillas, pero cuando te miden, y has crecido, ya no duele.
Es ese paso.
Tu paso al cajón "normal"
