Capitulo 11 *maraton 2/4*

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No lo sueño, ni te creas.-dijo de mala gana. Puso uno de sus brazos alrededor de mis hombros.- Vas a ser mi esposa y por lo tanto tu papel en mi vida, será complacerme por las noches.- besó mi mejilla haciendo ruido. Estúpido, desagradable.

Sus palabras me habían dejado estática y sin respuestas. Yo no pensaba compartir la cama con él y menos tener relaciones. Este chico se estaba volviendo loco si pensaba en eso realmente.
La chica me dio mi jugo de naranja y me lo tomé más rápido que nunca, pues tenía a Andy a mi lado abrazándome y ni siquiera me miraba. Observaba el televisor con sumo detenimiento y hacía muecas a medida que decían variadas noticias.
Me levanté de la mesa y caminé hasta las escaleras porque su voz me detuvo.

-¿A dónde vas?-preguntó incrédulo.

-A mi habitación.-respondí retomando mi paso. Se levantó de la silla y me siguió.- ¿Qué? ¿Qué quieres?

-Me voy al trabajo.

-Ahh ¡Felicidades!- le dije sarcástica.- ¿Crees que me importa?-pregunté enojada.

-No, no creo que te importe, porque no te importa. Solo te avisaba porque tu vienes conmigo.- dio media vuelta.

-No, yo no voy contigo.

-Sí, tu si vas conmigo. Así que quiero que te vistas como una persona normal y bajes en 10 minutos.

-Primero que nada, soy una persona normal y segundo si no quieres que me vean así vestida, no me lleves.-dije de mal modo antes de seguir subiendo las escaleras.

Entré en mi habitación y cerré de un portazo. ¿Una persona normal? ¿Quién se cree? Estoy normalmente vestida, tengo unos Jeans y un buzo "GAP" no está nada mal para mi edad, pero como todo el mundo cree que tengo 19 debo vestirme como una vieja.

Me recosté en mi cama y prendí el televisor. Me divertí viendo "Disaster Date" y los estúpidos que se creían esas citas de mentiras. Me reí un rato hasta que un golpe seco en mi puerta me hizo sobresaltar.

-¿Quién?-grité sin levantarme de la cama.

-Yo.-me gritó desde el otro lado de la puerta.

-No quiero que pases.-le grite subiendo el volumen del televisor para no escucharlo.

Pero aun así entro en mi habitación.

-Nos vamos.

-Te vas.-lo corregí.- No vaya a ser que alguien te vea con una persona anormal.

-No me refería a eso. Me refiero a que no te vistes como cualquier chica. Te vistes así no más, ni te arreglas.

-¿Arreglarme para qué?-me senté en la cama y apagué el televisor.- ¿Para qué tú me veas arreglada? Ni lo sueñes, yo me arreglo cuando estoy de humor, cuando tengo a alguien que note mi presencia y cuando tengo a alguien a quien le importe como este vestida y maquillada. En cambio yo, te tengo a ti, no estoy de humor y ni te importa como estoy vestida.

-Claro que me importa.-dijo apoyándose en el marco de la puerta.- Después de todo serás mi esposa.

-¿Y eso que tiene que ver?

-Que la esposa de Andrew Biersack tiene que estar bien arreglada.

-A ti solo te importan las apariencias.-dije de mala gana y me encerré en el baño.

-Sal de ahí.-golpeó la puerta.- Nos tenemos que ir.

-Dime...-grité desde adentro.- ¿Para qué quieres que vaya?

-Necesito tu ayuda.

-¿Para qué?- me apoyé en la puerta.

-Me quedé sin secretaria.

-¿Me vas a pagar?-abriendo un poco la puerta.

-Si trabajas como se debe si.-me contestó.- Pero tienes que ponerte algo más formal. No te cambies los Jeans pero ponte una camisa.

-Okey, okey.-salí del baño y abrí mi armario.

-¿Me dejas elegir?-preguntó acercándose a mí.

-No.-respondí secamente mientras revolvía la ropa.

-¿Por qué no?

-Porque no.-seguí revolviendo.

-Esa.-señalo una celeste.

-No lo sé.-dije sacándola de la percha.- Es muy ajustada.

-Es perfecta.- agregó mientras salía de la habitación.- Cámbiate y baja, por favor.- me ordenó sutilmente mientras cerraba la puerta.

Me vestí con la camisa celeste. No era nada fea, pero muy ajustada. Hacía resaltar mis curvas y se pegaba a mi cintura formando un hermoso cuerpo. Me sentía rara, nunca la había usado y menos para salir de mi casa.
Me miré al espejo y suspire, tal vez sea hora de salir del cascaron y demostrarle a los hombres que detrás de esta cara de niña, existe una mujer.
Colgué mi bolso en mi hombro y me coloqué los tacones, me puse un abrigo y baje.
Andy estaba apoyado en la puerta principal con el maletín en la mano. Desvió la mirada hacía mi cuando me vio bajar. 
Salimos de la casa en silencio y mantuvimos ese silencio durante el viaje hasta la oficina.
Al bajar del auto, me tomó la mano. Simplemente no me zafé porque su padre estaría allí.

La bella y la bestia (Andy Biersack y tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora