Capítulo 4

12 1 3
                                    


Como era típico en su casa, el sábado por la mañana sonó el teléfono a las 10:00, puntual como siempre, mientras alguien limpiaba la casa.

-Hola, mamá.

-Hola, Alex. ¿Necesitáis más dinero?

-No, gracias. Todo va bien por aquí.

-Perfecto. ¿Alguna nota?

-Noah sacó un 9 y yo un 8'55 y un 8'86.

-Mejorable. ¿Y sobre el estudio?

-Obtuve el papel protagonista para el videoclip de una canción.

-Bien. Volveremos en tres días y nos iremos en cinco.

-Vale.

-Hasta el martes.

-Hasta el martes.

Alex colgó soltando un suspiro y acto seguido se frotó los ojos. Odiaba hablar con su madre. Odiaba fingir que esa mujer le importaba algo delante de la gente porque "era su madre y debía quererla por ello". Pero sobre todo, odiaba los días que se pasaban ella y su marido en la casa, interrumpiendo la paz y el ambiente familiar que su hermano y él creaban día tras día.

Su madre nunca se había interesado realmente por sus hijos. Alex fue concebido por conveniencia, ya que era lo que "le tocaba" a una mujer de su edad que vivía en un pueblo con gente cerrada de mente, los de toda la vida. Fue por ello que siempre quiso que fuera el niñito perfecto e independiente que se buscaba la vida él solo mientras no hablaba ni molestaba.

Fue tal vez por eso que siempre fue cariñoso con Noah, como si quisiera darle a él la infancia llena de amor que él no tuvo. Por otro lado, Noah fue un proyecto fallido de reconciliación por parte de los padres de los hermanos, que acabó en pocos meses con un divorcio.

Su madre, Olga, obtuvo la custodia de ambos, pues su padre tuvo ciertos problemas con el alcohol hacía un tiempo y además, estaba en paro.

Por su parte, Olga rehízo su vida rápidamente: Prosperó enormemente en su trabajo, cambiando de empresa hasta finalmente conseguir un contrato fijo con buen sueldo que conllevaba el traslado constante de ciudad en ciudad, lo cual Alex estaba seguro la satisfacía más que cualquier cosa; empezó a tener citas con un gran número de hombres, y acabó casándose hasta tres veces. Actualmente, llevaba un año con su último marido, quien tampoco había mantenido amplias conversaciones con los hijos de su esposa y tampoco se interesaba realmente por ellos.

Mientras, su padre David, se quedó pudriéndose en su pueblucho de origen, enviando algo de dinero cada cumpleaños y llamando por teléfono de vez en cuando, siempre que sentía nostalgia de una casa limpia y un hijo que era la envidia de los demás padres.

-Aleeex, me aburrooo –dijo Noah tratando de llamar la atención lanzándose sobre su hermano, quien estaba tumbado cual morsa en el sofá.

-¿Y qué quieres hacer?

-Mmm, ¡puedes enseñarme a jugar a baloncesto!

-¿Ahora? –dijo Alex, medio quejándose.

-¡Porfaaaa!

-Bueno, venga. Vístete rápido y vamos.

Cuando llegaron al parque en el que Alex solía jugar, estaba prácticamente vacío.

El hermano mayor se agachó para dejar su bolsa en el suelo. Se quitó la chaqueta, la guardó, y sacó una pelota perfectamente hinchada, ya que él cuidaba mucho todas sus pertenencias.

Entonces, este hizo que Noah imitase sus movimientos, con el fin de calentar. Era una escena divertida y entrañable que representaba muy bien la vida de ambos: Alex hacía las cosas por sí mismo mientras guiaba a Noah, el cual trataba de ser como su hermano mayor, quien siempre fue su ejemplo a seguir y la persona que más admiraba.

Luego, el mayor se posicionó detrás del menor, colocando bien en sus manos el balón. El pequeño trataba de hacerlo lo mejor posible, agarrando con sus pequeñas manitas una pelota que parecía un planeta a su lado. Cuando Alex estuvo contento con la colocación de sus manos, se arrodilló a su lado, enseñándole el modo en el que se debía lanzar. Noah lo intentó docenas de veces, sin lograr lanzar muy lejos debido a su poca fuerza.

Cuando se dio por vencido, dieron comienzo a un pequeño partido en el que Alex abusó de benevolencia, dejando a Noah ganar todo el rato, hasta finalmente cogerlo en sus brazos y subirlo a sus hombros mientras daba vueltas sin parar sobre sí mismo, mientras reían sin parar.

Al decidir que ya habían tenido bastantes lecciones de baloncesto, volvieron a casa, una reluciente, ordenada y vacía casa en la que permanecieron lo justo para ducharse, preparar pasta a la carbonara con bacon y comérsela. Para cuando habían acabado, ya estaban de nuevo subidos en un autobús rumbo a un descampado en el que tendría lugar la grabación del videoclip que tantos dramas había ocasionado en la mente de Alex.

Realizaron casi todas las pruebas a la primera y, entre bromas, risas y estupendas caracterizaciones, pasó toda la tarde. El atardecer estaba en su momento más bonito, con los tonos anaranjados difuminándose entre ellos, creando una en perfecta armonía.

Cuando ya todo estaba recogido y el equipo estaba dejando el lugar, Alex se percató de que Noah se había dejado dormir en una silla que había traído para él. Su pelo estaba revuelto y lo tenía por toda la cara, soltaba sonidos sin sentido por la boca y estaba hecho una bolita, pero estaba adorable.

Su hermano se dispuso a cogerlo en brazos cuando, como de la nada, apareció Dominik, el batería de la banda, cuyo largo cabello liso resultaba suavemente agitado por el viento. Alex no pudo evitar fijarse en su pequeña perilla. Le quedaba realmente bien.

-Alex, ¿verdad? –dijo mostrando sus dientes en una gran sonrisa.

-Sí –le correspondió con otra sonrisa- ¿ocurre algo?

-Nada en realidad, solo quería decirte que eres el puto amo, yo sería incapaz de actuar así, de verdad.

-Muchas gracias –respondió tocándose el pelo y sonriendo nervioso- yo no puedo tocar tan bien como tú, así que supongo que estamos igual –rieron ambos.

En ese momento llegó Jack, agarrando a Dominik por el hombro. Llevaba una chaqueta de cuero impecable, a juego con sus botas negras y unos pantalones ceñidos de color gris oscuro. Ese conjunto le quedaba realmente bien y pegaba perfectamente con él.

-¿Qué es tan divertido? –intervino con su típica sonrisa reconfortante. Su voz resultaba agradable hasta cuando hablaba.

-Nada, que somos los putos amos –respondió Dominik.

-Eso es cuestionable, pero de todos modos, venía aquí a hablar con el señor ojos caramelo –le guiñó un ojo con cara burlesca, como si estuviera ligando descaradamente con él.

-Entonces me piro. Usad protección –dijo justo antes de irse sin dejar apenas un pequeño margen para que Alex riera nervioso.

-Tu hermano... ¿se llamaba Noah? –preguntó dirigiendo su mirada al pequeño que dormía plácidamente.

-Sí, aunque dudo que vengas a preguntarme por él –sonrió- ¿qué ocurre?

-En realidad dos cosas. La primera, llámame por mi nombre. La segunda, dame tu número –dijo como si fuera lo más normal del mundo, como si hubiese dicho lo que había de menú para cenar. Después de unos momentos de pensárselo, Alex reaccionó.

-Ah, sí, claro, Jack –cogió el móvil que le estaba ofreciendo y escribió su número y su nombre en los contactos del aparato, para luego devolvérselo.

-Gracias –dijo con una sonrisa cálida. Se veía sincera y dulce, pero seductora al mismo tiempo. Como si le hubiera dado algo que quería desde hacía un tiempo. Y en realidad, así era. Desde que había hablado con él en la universidad, e incluso desde que lo había visto actuar por primera vez, había sentido curiosidad por él. Tenía muchas ganas de conocerlo de verdad.


VoiceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora