Chico Espacial .2

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Abrí mis ojos, mire el reloj, las seis de la mañana, perfecto, odio levantarme temprano. Pero aproveche el momento de tranquilidad. Salí de la cama, me vestí rápidamente y baje silenciosamente al garaje para sacar mi estuche de aerolitos. Abro la puerta de garaje, cruzo la calle hacia el camino, pero algo me pasa, me detengo en el punto exacto donde sufrimos el ataque de risa, titubeo por un momento, ¿estará allá arriba mirándome? ¿Debería voltear a verlo?, decido girar, ahí estaba, me lleva esperando desde el alba. Nuestros ojos se encuentran y una descarga de alegría me recorre todo el cuerpo. Le pido telepáticamente que me siga, tras un minuto de ese juego de miradas, me doy media vuelta y desaparezco entre la arboleda.

Sigo caminando hasta ver algo en la tierra me llama la atención, saco mi lupa mientras me arrodillo para ver mejor. Pasando unos minutos siento que algo se acerca, giro mi cabeza y para mi sorpresa ahí estaba él.

― Ah, hola ― le digo con naturalidad mientras que me levanto ― Aun no conozco el bosque. Me preguntaba si... ― dejo la frase en suspenso, sonrió a media ― ¿Cómo te llamas, por cierto?

Estábamos tan cerca que pude escuchar su respiración, tan cerca que podía ver dentro de sus ojos, lo veo titubear un rato y guarda sus manos en sus bolsillos.

― Seguro que lo adivino ― le digo ―. Diría que Van, no, ya lo tengo, Miles, si, tienes cara de Miles.

― Noah ― me responde como si lo acabase de inventar ―. Me llamo Noah. Noah Sweetwine

― ¿Seguro?

― Sí, cien por ciento ― me responde en tono alegre y raro ―. Ah, ¿Y tú cómo te llamas?

― Brian

― ¿Cuántos años tienes? ― me pregunta.

― Catorce. ¿Y tú?

― Igual ― me dice y yo asiento.

― Voy a un internado de la costa este. El próximo curso terminare la secundaria, me salte un curso de infantil.

― Yo voy a la escuela de Bellas Artes de California ― Me responde.

Me quedo arqueando una ceja, si estudiaba ahí, que hacía en esa academia espiando una clase.

― Bueno, en realidad no asisto a esa escuela ― Me confiesa ―. Aun no, como mínimo. Es que estoy deseando matricularme. O sea, lo dese con toda mi alma. No puedo pensar en otra cosa. Y solo tengo trece años. Casi catorce. Bueno, los cumpliré dentro de cinco meses. El 21 de noviembre. Nací el mismo día que Magritte el pintor. El que pinto el cuadro ese del hombre con una manzana en la cara. Seguro que lo has visto. Y también el de ese otro tipo que en lugar de cuerpo tiene una jaula. Es brutal, muy retorcido. Ah, y también ese en el que aparece un pájaro volando, pero las nubes están dentro del pájaro, no fuera. Alucinante...

Cierra su boca, me sorprende todo lo que había hablado, de esas pinturas, pero solo encoge los hombros.
― Guay ― Sonrió de medio lado ―. Eres un puñetero desastre, colega ― digo, recuperando el acento inglés.

― Ya te digo.

Nuestros ojos se encuentran y nos echamos a reír como si estuviéramos hechos del mismo aire.
Tras eso, el bosque, que hasta ahora se había mantenido al margen, se une a nosotros. Inspiro una profunda bocanada de pino y eucalipto, oigo el sonido de los ruiseñores y las gaviotas y el murmullo de las olas a lo lejos. Entonces empiezo a rebuscar una osa en mi estuche de aerolitos.

― Hay pumas en este bosque ― Me dice ―. Duermen en los árboles.

― ¿En serio? ― Respondo, sin dejar de rebuscar ―. ¿Has visto alguno?

Te Daría El Mundo, Si Pudiera.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora