Capítulo 3

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No tardaron mucho en deshacer el equipaje. Harry ocupó los dos cajones inferiores de la cómoda y el lado izquierdo del armario.
_____ se quedó con los dos cajones superiores y con el lado derecho. Resultaba extrañamente íntimo ver la ropa de los dos colgando en el interior.
—Menos mal que me dijiste que preparara un equipaje informal —dijo ella, mientras colocaba unos vaqueros en el cajón.
—¿Por qué?
—Porque si esto hubiera sido más formal, no habría podido traer la clase de ropa que sin duda utilizaría la esposa de Harry Styles.
Harry se sentó en el borde de la cama y le sonrió.
—¿Y qué ropa crees que utilizaría mi mujer?
_____ se encogió de hombros, deseando que se levantara de la cama, deseando que no fuera tan atractivo. Toda aquella situación resultaba obscena mente íntima, y lamentaba haber aceptado formar parte de ella. 
—Seda —contestó—. Mucha seda, trajes de moda y vestidos vaporosos. Estoy segura de que tu mujer sería muy elegante y seguiría la última moda.
—Me alegra que puedas imaginarte a mi mujer con tanta facilidad. Yo no puedo, desde luego —Harry se levantó y fue hasta la ventana—. Nunca he deseado una esposa, y aún no he encontrado a ninguna mujer que me haya hecho cambiar de opi¬nión.
—¿De qué tienes tanto miedo? —_____ formuló la pregunta sin pensárselo dos veces.
Harry se volvió a mirarla con expresión divertida.
—Qué típicamente femenino decir eso. Solo por¬que no quiero casarme asumes que tengo miedo al compromiso, o que temo la intimidad, o que hay al¬guna otra explicación seudo psicoanalítica.
—Tienes razón. Te estaba concediendo el benefi¬cio de la duda. La verdad es que probablemente eres demasiado egoísta y estás demasiado centrado en ti mismo como para querer compartir tu vida con al¬guien —_____ se cubrió la mano con la boca, horro¬rizada por lo que acababa de decir.
Harry se quedó mirándola y su boca esbozó una media sonrisa.
—Probablemente esa sea la valoración de mi ca¬rácter más sincera que me han hecho nunca.
—Yo... lo siento, pero me había enfadado.
Harry alzó una mano.
—No lo estropees disculpándote, por favor —su sonrisa se ensanchó—. Y eres muy buena juzgando el carácter de las personas. Soy egoísta y egocéntrico. También soy testarudo y difícil, así que no puede decirse que tenga una personalidad muy adecuada para el matrimonio.
—Si Brody pudiera oírte ahora...
—Menos mal que no puede —Harry miró a _____ con gesto especulativo—. Supongo que eres una de esas románticas incorregibles que solo se sienten completas compartiendo su vida con un hombre.
—Al contrario. No necesito un hombre para que colme mi vida —_____ siempre había creído que su felicidad dependía de sí misma. No vivía esperando a que un hombre la completara—. Sin embargo, con el tiempo sí me gustaría compartir mi vida con al¬guien.
Apartó la mirada de Harry, recordando todas las noches que había soñado estar entre los brazos de alguien, sintiendo el calor de otro cuerpo junto al suyo. Algún día no muy lejano esperaba compartir sus días y sus noches, sus sueños y sus decepciones con algún hombre especial.
—No me preocuparía estar sola el resto de mi vida, pero no es lo que yo elegiría.
—Pues yo sí —replicó Harry.
_____ rió.
—Oh, Harry, tú nunca estás solo. Pasas de una mu¬jer a otra sin apenas respiro.
Él la miró, sorprendido.
—Pero siempre me siento solo —frunció el ceño mientras se pasaba una mano por el pelo—. Vamos a dar una vuelta por el rancho —su tono impaciente hizo saber a _____ que había tocado un tema deli¬cado—. Estoy seguro de que a Brody no le importará que echemos un vistazo hasta la hora de la cena.
_____ asintió. Estaba deseando salir de los es¬trechos confines del dormitorio. Además, la conver¬sación le había afectado. Había hablado en serio, pero lo cierto era que la idea de entregar su corazón a otra persona le daba bastante miedo. Lo había he¬cho una vez y salió escaldada. No volvería a hacerlo con facilidad.
Bajaron las escaleras y salieron al porche.
—¿Hacia dónde vamos? ¿A la derecha o a la iz¬quierda? —preguntó Harry, señalando.
—Me da igual.
Harry sonrió.
—Siempre dejo que mi esposa tome las decisio¬nes.
_____ le devolvió la sonrisa, ladeando la ca¬beza.
—Supongo que solo si las decisiones son tan in¬significantes como esta.
Harry rió.
—¿Cómo es que nunca muestras tanto ingenio en la oficina?
—Porque no tengo tiempo. Me mantienes bastante ocupada —_____ quiso añadir que lo que más tiempo le quitaba era encargarse de sus asuntos per¬sonales, que le gustaría que se buscara una esposa de verdad para ocuparse de aquellos deberes, de ma¬nera que ella pudiera centrarse en su carrera de pu¬blicista. Pero mantuvo la boca cerrada, pues no que¬ría empezar aquella larga semana metiendo la pata.
Se encaminaron hacia el gran corral que se ha¬llaba junto al establo, donde había varios caballos.
—¿Te gustan los caballos? —preguntó Harry mien¬tras se apoyaban contra la valla para observar a los animales.
—Sí, supongo. Lo cierto es que no lo sé. Nunca he estado cerca de ellos —contestó _____.
—Supongo que Brody logrará que cabalguemos como auténticos vaqueros para cuando acabe la se¬mana.
—Mencionaste que Brody compró este rancho hace poco, ¿no?
—Sí. Hace unos tres meses. Al parecer, se produjo algún tipo de escándalo y la dueña anterior, Rachel Emery, quiso irse de Montana. Brody lo compró a precio de ganga, y ahora está viviendo su sueño de ser un auténtico vaquero.
_____ rió.
—Parece un hombre muy agradable —dijo, mien¬tras caminaban hacia los establos.
—Es un gran tipo —asintió Harry—. Es tal y como nuestra agencia lo ha promocionado: un poco anti¬cuado, pero un hombre honrado y con altos valores morales.
_____ frunció el ceño, sintiendo una repentina ansiedad en la boca del estómago.
—Me siento mal engañándolo con esta farsa de matrimonio.
—Lo sé, pero no te preocupes demasiado. No esta¬mos haciendo daño a nadie y los dos vamos a bene¬ficiarnos de ello. Brody nunca notará la diferencia, así que no hay problema.
_____ asintió. Harry tenía razón. Había aceptado participar en aquella locura y ya no podía echarse atrás.
—Vamos —dijo Harry, tomándola con ligereza por el brazo—. Todo irá bien —la luz que brilló en sus ojos Verdosos hizo que cualquier cosa pareciera posible. Sonrió pícaramente—. ¿Has explorado alguna vez un establo?
_____ suspiró, preguntándose si habría alguna mujer capaz de decirle «no» a aquel hombre. Por sus venas corría el encanto de los picaros, y tenía la sensación de que podría convencer a cualquier mu¬jer de que el cielo era verde, si se lo proponía.
El interior del establo estaba tenuemente ilumi¬nado, y olía a heno, a cuero y a animales. No era un olor desagradable, aunque era la primera vez que _____ lo experimentaba.
Harry la condujo por aquel enorme edificio, mostrándole las casillas de los caballos, los cajones lle¬nos de grano y los pesebres. _____ se quedó sor¬prendida ante su conocimiento de todos los utensilios que contenía el establo.
Tras recorrer la planta inferior, Harry tiró de una escalera deslizante y subieron al pajar, donde había apilados fardos de heno del suelo al techo.
—Una vez me llevé una buena tunda por ha¬berme escondido en el pajar para fumar un cigarri¬llo —dijo Harry, mientras se sentaba en uno de los fardos—. Tenía ocho años, y mi padre me echó una buena regañina porque podía haber incendiado el establo.
_____ se sentó en el fardo contiguo.
—No sabía que habías crecido en un rancho —le costaba imaginarlo en un lugar que no fuera la ciu¬dad—. En todo lo que he leído sobre ti no se men¬ciona que te criaras en un rancho.
—Hay algunas cosas sobre mi vida que no son de dominio público —contestó Harry en tono neutro—.Vivimos en un rancho desde que nací hasta que cumplí quince años. Me encantaba. No hay mejor forma de pasar la infancia y la adolescencia que al aire libre y entre animales —sus rasgos se tensaron y la sonrisa desapareció de su rostro cuando conti-nuó—. Desafortunadamente, a mi padre no se le daba muy bien el trabajo del rancho. Cuando cumplí quince años, el banco se quedó con la casa y las tie¬rras.
—Oh, qué triste —_____ tuvo que contenerse para no inclinarse hacia él y consolarlo con una caricia.
Harry se encogió de hombros, como si la pérdida no le hubiera importado, aunque _____ sabía que no era así.
—Probablemente fue lo mejor que pudo pasarle a mi padre. Nos fuimos a vivir con su hermano y se puso a trabajar con este en su tintorería. Al parecer, cayó en el lugar adecuado en el momento justo, por¬que dos años después tenían cinco tintorerías y más dinero del que podían gastar.
A pesar de sus palabras, _____ percibió un dolor oculto en su interior, dolor por un hogar perdido, por un traslado forzoso. Por primera vez tuvo la sensa¬ción de que había mucho más tras el playboy y el te¬naz hombre de negocios que había visto hasta en¬tonces en su jefe. Había en él un sorprendente punto vulnerable que resultaba a la vez evocador e inquie¬tante.
Apartó aquella sensación a un lado. No quería pensar en Harry más que como en su jefe, un hom¬bre que le estaba pagando espléndidamente por ha¬cerse pasar por su esposa. Un hombre que, de no ser por aquello, nunca le habría dedicado una segunda mirada.
Harry no sabía por qué le había hablado a _____ del rancho. Era algo que nunca le había dicho a na¬die. Se trataba de un episodio doloroso de su vida que lo había impulsado a tratar de alcanzar el éxito profesional para poder conseguir la clase de invulnerabilidad que se lograba con el dinero y el poder.
Harry observó a _____ mientras caminaban, como si fuera a encontrar en ella el motivo de su atípica revelación.
Tal vez se había debido a que no se parecía nada a las mujeres con las que solía salir. Menos atractiva y vivaz, carecía del revestimiento de sofisticación de las mujeres que solían atraerlo. Sin embargo, ha¬bía algo en ella que lo había hecho abrirse. Tenía una calidez natural que invitaba a las confesiones.
Resultaba extraño, porque él no era nada dado a las confidencias. Sin duda, no volvería a suceder.
—En el trayecto hasta aquí hemos hablado de nuestro matrimonio y de nuestra boda, pero no he¬mos hablado sobre nuestras aficiones —miró a _____ con curiosidad—. ¿Qué sueles hacer en tu tiempo libre?
—¿Tiempo libre? —_____ lo miró como si hu¬biera hablado en otro idioma.
Él sonrió, arrepentido.
—Recuérdame cuando volvamos que no te tenga tantas horas trabajando. Llevo demasiado tiempo haciéndote trabajar de sol a sol.
—No me importa —dijo _____, sinceramente—. Me gusta trabajar para ti... cuando haciéndolo aprendo algo sobre el negocio de la publicidad —se detuvieron al salir del establo—. Es cuando me ocupo de tus asuntos personales cuando tengo la sensación de estar perdiendo el tiempo —se ruborizó ligeramente—. Preferiría aprender lo que sabes sobre publicidad que tener que ocuparme de enviar rosas a la última de tus amantes —el color de sus mejillas se intensificó, como si la palabra «amante» fuera más que un poco atrevida.
—Las mujeres a las que envío rosas no son siem¬pre mis amantes, _____ —protestó Harry—. A veces son asociadas profesionales, o amigas, o simple¬mente mujeres con las que salgo sin que necesaria¬mente me acueste con ellas.
—Claro —replicó _____ en tono irónico.
De repente, Harry sintió la imperiosa necesidad de que lo creyera.
—Tengo la impresión de que consideras que tengo la moral de un gato callejero, y eso no es cierto.
_____ tenía el rostro más expresivo que había visto en su vida. Primero mostró incredulidad y, a continuación, inseguridad y timidez; y mientras Harry contemplaba el desfile de aquellos sentimien¬tos, se fijó en que tenía los ojos castaños. No un cas¬taño ordinario, sino un ámbar dorado que irradiaba una calidez que lo bañó como los rayos del sol.
Una especie de campanilla desafinada sonó a lo lejos, rompiendo la magia del momento. Miró hacia la casa y vio a Brody en el porche, haciendo sonar un gran triángulo metálico.
—Parece que ha llegado la hora de comer —dijo—. Y de volver a ponernos las máscaras de casados.
Mientras caminaban hacia la casa, Harry apartó a un lado aquella momentánea necesidad de con¬vencer a _____ de su sólida fibra moral. No le im¬portaba lo que pensara de él. Era eficiente en su trabajo y había aceptado hacerse pasar por su es¬posa durante una semana. Eso era todo lo que le importaba.
La cena resultó muy agradable. _____ y Harry fueron presentados a las otras dos parejas con las que iban a compartir aquella semana. Los primeros en llegar fueron Trent y Elena Richards, vecinos de los Robinson.
—Trent ha sido mi asesor ranchero desde que lle¬gamos —explicó Brody—. Trabaja con su cuñado y son famosos en la zona por los pura sangre que crían.
Trent era un hombre corpulento y atractivo, y su esposa Elena era una belleza morena que lo miraba con auténtica adoración.
Harry no entendía qué hacían allí. Por su actitud, era evidente que se querían y se entendían muy bien. Llevaban casados dos años y tenían un bebé de dieciocho meses.
La otra pareja, Stan y Edie Watkins, contaron a los demás que llevaban diez años casados. Stan trabajaba como director general de la fábrica de ga¬lletas de Brody en Chicago y Eddie hacía sustitucio¬nes como maestra. No tenían hijos y, por la expresión de Eddie cuando lo dijo, aquel tema era dolo¬roso.
Harry había tratado muy poco con gente casada. Dedicaba casi todo su tiempo al trabajo, a sus citas o a estar solo. Para él resultaba interesante ver a las otras parejas, comprobar la comodidad con que los maridos y sus mujeres se relacionaban.
A pesar de todo, siempre había creído que el ma¬trimonio implicaba entregar partes de uno mismo que nunca se recuperaban. Y él no quería compartir ninguna parte de sí mismo con nadie. El matrimonio podía estar bien para otros, pero no para él.
Después de comer, las cuatro parejas fueron al cuarto de estar a beber algo. Como solía suceder habitualmente en todas las reuniones sociales, no pasó mucho tiempo antes de que las mujeres se reunieran en un grupo y los hombres en otro.
Mientras Stan hacía preguntas relacionadas con la vida en el rancho, Harry vio su atención dividida en¬tre escuchar a los hombres y observar a las mujeres.
_____ lo había sorprendido con su facilidad de palabra durante la cena. En la oficina solía ser siempre muy silenciosa, pero esa tarde no había sido así. Había participado en un animado debate sobre política, haciendo reír a los demás con sus ocurren¬cias en varias ocasiones.
Trató de imaginarse a Sheila en una situación si¬milar, pero no pudo. Para Sheila, hablar de política significaba hablar del vestido que había llevado la primera dama en algún acontecimiento social.
Brody le puso una de sus enormes manos en un hombro.
—Te has casado con una mujer estupenda, amigo —dijo, sonriendo—. Siempre he sabido que eras un hombre de negocios hábil, pero debo confesar que tenía mis dudas respecto a tu vida privada. Al pare¬cer, estaba equivocado —frunció el ceño pensativa¬mente—. Lo que no entiendo es por qué en todos los artículos que he leído sobre ti no mencionan nunca a tu mujer.
—A _____ no le gusta ser el foco de atención. Prefiere pasar desapercibida —contestó Harry.
—Es una chica brillante y muy agradable. Eres un hombre afortunado —el rostro de Brody se ilu¬minó mientras miraba a su propia esposa—. Sé muy bien lo que es ser afortunado —volviéndose hacia los demás hombres, añadió—: Ninguno de vosotros será el mismo después de esta semana. Os enrique¬ceréis espiritualmente y os sentiréis más unidos que nunca a vuestras mujeres después de completar el encuentro de matrimonios organizado por mi es¬posa. Y ahora, ¿quién está listo para otra bebida? —preguntó.
—Puedes rellenar la mía —dijo Harry. Tenía la sen¬sación de que iba a necesitarla. Miró a su secretaria. Sin duda, podría simular amarla durante aquellos siete días.
—¿Por qué no salimos al patio? —sugirió Barbara al grupo—. A esta hora hace una temperatura muy agradable fuera —dijo, abriendo las puertas correde¬ras que daban al florido patio.
Mientras salían, la segregación por sexos ter¬minó. Trent se sentó con su esposa junto a una de las mesas. Stan ocupó un pequeño sofá con Edie y Harry se sentó junto a _____ en una mecedora do¬ble.
Barbara tenía razón. Fuera hacía una temperatura muy agradable. La conversación fue sencilla e in¬trascendente, centrada en el tiempo y en las costum¬bres de la vida en el rancho. Poco a poco, Harry sin¬tió que empezaba a relajarse. Y mientras se relajaba se hizo consciente de sensaciones que no había no¬tado antes.
Su pierna estaba apoyada contra la de _____, y podía sentir el calor que el cuerpo de esta irradiaba a través de los vaqueros, mientras su fresco y delicado perfume parecía envolverlo.
—¿Qué tal estás? —preguntó, en voz lo suficiente¬mente baja como para que nadie pudiera oírlos.
—Bien —contestó _____, inclinándose un poco hacia él—. Estoy asombrada con mi capacidad para mentir. Nunca había imaginado que pudiera hacerlo tan bien.
—Sí, voy a tener que vigilarte más de cerca cuando volvamos a la oficina —bromeó Harry.
—Ya basta de secretitos al oído, tortolitos —dijo Brody, interrumpiendo su conversación—. Seguro que todos os estáis preguntando qué va a suceder exactamente esta semana. Si creéis que va consistir en disfrutar de la excelente carne de Montana y en pasear por el pintoresco pueblo de Mustang, tenéis razón. Pero va a ser mucho más que eso —pasó un brazo por los hombros de su mujer—. Supongo que este es un buen momento para que Barbara os haga saber lo que vais a hacer.
Barbara sonrió a todos.
—En primer lugar, os prometo que va a ser una experiencia maravillosa para todos. Llevéis casados diez años o diez días, este programa está diseñado para que profundicéis en vuestra relación y logréis que sea más feliz y completa.
—Creo que lo que más me ha gustado ha sido lo de la carne de Montana —dijo Stan. Los demás rie¬ron mientras Edie le daba un suave codazo en el costado.
Barbara se unió a las risas.
—Sé que puede pareceros un poco inquietante, pero os prometo que cuando acabe la semana seréis perso¬nas diferentes... mejores maridos y mejores esposas.
Harry sintió una punzada en el estómago a causa de la ansiedad. Él no quería convertirse en una per¬sona diferente. Estaba satisfecho con cómo era en aquellos momentos. Y eso era precisamente lo que no le gustaba del matrimonio... Las mujeres espera¬ban que sus compañeros cambiaran.
—Empezaremos a las nueve de la mañana —conti¬nuó Barbara—. Trabajaremos en grupo hasta las doce. Después de comer trabajaré por separado con cada pareja durante una hora —sonrió a Harry y a _____—. Empezaré con vosotros a la una. Tras el tra¬bajo individual, podréis hacer lo que queráis hasta las seis. Después de cenar tendremos otra sesión de grupo de ocho a nueve. Y ese será el programa dia¬rio durante toda la semana —mirando a su alrededor, añadió—: ¿Alguna pregunta?
—Más o menos un millón —contestó Stan—. Pero supongo que si espero a mañana la mayoría queda¬rán contestadas.
Harry quería preguntar si podía echarse atrás, si era demasiado tarde para volver a su casa.
_____ rió.
—¿Os habéis fijado en que todas las mujeres esta¬mos deseando empezar y los hombres tienen as¬pecto de querer salir corriendo?
Las parejas se miraron. Era cierto. Los tres hom¬bres se habían movido al borde de sus asientos, como si estuvieran a punto de saltar. Todos rieron, aunque los hombres con un matiz de incomodidad.
Barbara asintió.
—No os preocupéis, amigos, es perfectamente na¬tural. Los hombres siempre son más reacios al cam¬bio. Por encima de todo, son criaturas de costum¬bres —sonrió afectuosamente a su marido—. Incluyendo al mío. Pero creo que Brody podrá ase¬guraros que el curso no es doloroso y que seréis más felices cuando haya acabado.
Brody asintió.
—Os elegí a vosotros para esta semana porque me gustáis. No os considero tan solo asociados profesionales, sino también amigos. Querría que todos disfrutarais de un matrimonio tan feliz como el mío con Barbara. Ella me enseñó a abrirme completamente, y os enseñará a vosotros lo mis¬mo.
Barbara se levantó.
—Ahora voy a retirarme. Estáis en vuestra casa, así que sentíos libres para hacer lo que queráis. Nos veremos por la mañana.
—El desayuno es a las siete y media —dijo Brody, levantándose—. Buenas noches.
Un largo silencio siguió a la marcha de la pareja.
—No sé vosotros —dijo Stan, finalmente—, pero yo estoy aterrorizado.
Edie rió.
—Actúas como si esperaras que Barbara fuera a hacerte una lobotomía.
—Y puede que así sea. Tal vez ese sea su secreto para mejorarnos —replicó Stan, haciendo reír de nuevo a los demás—. Supongo que si mañana vamos a tener un día tan ajetreado, más vale que nos retire¬mos.
Edie asintió y se levantó.
Trent tocó el hombro de su mujer y ambos se le¬vantaron.
—Creo que nosotros también vamos a acostarnos.
Un instante después, Harry y _____ se quedaron solos en el patio.
—Yo no me siento nada cansada —dijo _____, y Harry creyó percibir en su voz un toque de ansiedad. Supuso que se debía a que se acercaba el momento de compartir el dormitorio.
No sabía cómo aplacar su inquietud. Sin duda, _____ ya debía suponer que no iba a intentar nada, pero la idea de pasar la noche en la misma habita¬ción con él debía de ponerla nerviosa.
—Por mucho que lo retrasemos, acabaremos te¬niendo que subir al dormitorio —dijo, con suavidad.
—Lo sé —replicó _____, ligeramente a la defen¬siva—. Solo he comentando que no me sentía can¬sada.
—Me ha parecido que estabas un poco nerviosa. Comprendo que tiene que ser una situación un poco incómoda para ti, porque puede que no hayas pa¬sado nunca la noche con un hombre.
A pesar de la oscuridad, Harry vio que _____ se ruborizaba. Pero cuando lo miró no lo hizo avergon¬zada, sino enfadada.
—¿Y qué te hace pensar que nunca he pasado la noche con un hombre? ¿Qué te hace pensar que no he tenido un amante... o docenas de ellos? —pre¬guntó, con un toque de arrogancia que Harry encon¬tró bastante atractivo.
—Yo... había supuesto...
—¿Has supuesto que porque no soy espectacular¬mente atractiva no he tenido amantes? —interrumpió _____—. ¿Crees que como no soy rubia y no tengo los pechos grandes ningún hombre puede encon¬trarme deseable?
—No... no es eso —dijo Harry, sorprendido por su repentina furia—. No tiene nada que ver con tu as¬pecto —trató de buscar las palabras adecuadas para explicar sus pensamientos—. Yo... Te rodea un halo de inocencia que... he asumido que probablemente carecías de experiencia.
—Es más inteligente preguntar que asumir —dijo _____, rígidamente.
El dudó un momento, sabiendo que no debía pre¬guntar, pero fue incapaz de contenerse.
—Entonces, ¿cuántos amantes has tenido?
_____ lo miró a los ojos.
—Eso no es asunto tuyo, Harry Styles —se le¬vantó—. Y ahora, creo que me voy a la cama —sin es¬perar a Harry, se volvió y entró en la casa.
Harry miró cómo se alejaba. Sin duda, había logrado contrariarla. Y ella había logrado ponerlo en su sitio, a la vez que había despertado su curiosidad. Tenía la sensación de que su secretaria ocultaba en su personalidad muchas más cosas de las que se veían a simple vista. Y sospechaba que aquella iba a ser una semana para recordar.

♡Más que una secretaria (Harry Styles y tú)♡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora