Capítulo 2. ¿Cuál es tu nombre?

64 7 4
                                    

Alejandro POV

Desperté con frío. La cobija con la que me había tapado en la noche había caído al extremo de la cama y al parecer había dormido destapado.
La garganta me dolía y sentía la gran dificultad de tragar.

Con los ojos cansados me incorporé sentándome sobre la cama, aún así mis ojos se cerraban por el sueño que tenía.

Me incliné hacia un lado para recoger la cobija y tomándola la puse sobre mi cuerpo nuevamente acostándome sobre mi brazo derecho.

Mi vista quedó en dirección al reloj electrónico que tenía sobre el tocador. Veía borroso, no alcanzaba a dimensionar que hora marcaba el reloj.

Volví a sentarme y frote mis ojos con mis manos. Por fin pude distinguirla. Las 5:43. ¡Se me hace tarde para ir a la escuela! Pensé.

Me puse de pie y me vestí rápidamente con el uniforme y me puse mi suéter rojo.

Teniendo prisa bajé las escaleras de la casa y me aproximé a la cocina para tomar unas galletas Oreo que tenía guardadas en la alacena.
Habiendo hecho todo eso, tomé mi mochila y me acerqué a la puerta de la casa. Una vez más miré la hora. 5:56 eran ya.

Pensaba tomar un taxi, pero esperarlo tomaría más tiempo, así que empecé a correr en dirección a la escuela.

Durante el recorrido observaba las calles vacías, todo desolado, sin personas transitando.. Era extraño.

Me tomó unos 10 minutos llegar corriendo a la escuela. Casi sin aliento llegué al portón ya cerrado con candado.

Miré a todos lados y vi a Lupito, el prefecto que nos habían asignado a nosotros los de primer año.

- ¡Hey! Lupito. - susurré - ¿No podrías abrirme?

- Ajj mmno chamco s no clases - entendí apenas.

Lamentablemente éste prefecto era un poco extraño. Nadie sabía realmente cual era su edad, sólo sabíamos que estaba chistoso por su muy baja estatura y porque hablaba extraño.. Aparte de otras cosas que realmente causan gracia, pero por respeto nunca me he burlado de él.

Algo tenía que hacer para ingresar, para mi no era una opción quedarme afuera, así que salí del pequeño patio de la escuela en el que me encontraba y di vuelta en la esquina para darme cuenta que el portón del estacionamiento de los maestros estaba abierto completamente.

Me acerqué con cautela, viendo que ningún maestro estuviera cerca y pudiera sorprenderme.

Me sentí seguro e ingrese corriendo hasta llegar a la entrada que daba con la cafetería.

¡Genial! Había ingresado sin ningún problema.. Cuando de repente sentí como tomaban mi hombro con fuerza.

- ¡Alejandro! - Escuché decir de un hombre. Mi piel se enchino, y mis nervios se habían alterado. Esperaba lo peor.

Giré mi cabeza y vi a mi profesor de Español, el maestro Cambrano.

- ¿Que haces por aquí? - preguntó mirándome muy extrañado.

- Ah.. Pues.. - contesté apenas por lo nervioso que estaba.

- Hoy es sábado. - contestó dándole un sorbo al café que traía en la mano.

Un reencuentro para empezar de ceroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora