Capitulo Uno

503 35 24
                                    

Tres años después...

Nunca entedere la aflicción de la humanidad de creer en algo inexacto. Mientras crecia nunca tiempo para creer en cuentos de hadas. Mama me crió sin filtros y con un amor incondicional a la botella.

Yo no creo en dios porque el no ha hecho nada bueno para mi.

Yo no creó en las personas porque todo lo que han hecho es herirme.

Creemos en en criaturas fantásticas, pero donde están? Donde están los seres espectaculares con sobre fuerza humana y ojos centelleantes y piel bendecida por los dioses.

Irreconocible, irreal. Ficticio.

Cuando te desarrollas en un mundo como el mio lo fantástico se vuelve imaginario.

Respira.

Sus manos calurosas están en mi cintura y su aliento hediento a cervellza y cigarrillo se asienta sobre mi rostro.

-vamos a tener algo de diversion.

Mi respiración se contrae en mi garganta y destello de pánico se enciende en sobre mi pecho.

-no. Vaya a casa. - imito ser amable, con mandíbula apretada y conteniendome las ganas de mandarlo al infierno.

Calmate.

Sus manos gruesas bajan hacia mi trasero y sin vergüenza alguna, lo aprieta como si le perteneciera. Mi boca se sobreacumula de saliva y juro que sentir la comida de hace horas advirtiendo salir de mi garganta con protuberancia.

-no, gracias. Solo soy un mesero. -trato de alejarme pero sus agarree parece estar imponiéndose sobre mi desasosiego.

Entonces, en sus labios agrietados se forma una sonrisa sombría. Esta prácticamente riéndose de mi.

El lo sabe.
El lo sabe...

Mi estomago burbujea, alimentando a los nervios y los choques eléctricos que recorren actualmente por mi espalda.

-A mi no me engañas, puta. Tu eres una mujer. un macho como yo sabe cuando tiene en frente una.

-No se de que habla. Suelteme o pedire que lo hagan salir del bar.

De su boca sale un gruñido, sonando como un animal. Su mano deja mi trasero y se levanta de la mesa bruscamente, haciendo que la cerveza se salpicará sobre toda la mesa. Me da un empujón y deja el bar sin pagar un centavo.

Aprieto los puños.

Controlate.

-!Lax, ese cliente de fue sin pagar! - Grita Simón desde lejos, haciéndome girar en mis talones.

-Lo se, yo lo pago.

Simón frunce el ceno para luego subir los hombros y concentrarse en la caja registradora.

Simón es el hijo de Tom, el dueño oficial del bar en donde trabajo. La verdad que trabajar aquí es una mierda, pero es mejor que estar pidiendo entre las calles de chicago.

-hasta mañana- es lo que digo tres horas después cuando mi turno acaba.

Salgo del local, el frío arrollador de Illinios subiéndome los pelos de punta. Junto mis palmas y me hago la esperanza que con aquel calor insignificante que brotara de mis manos sera suficiente.

Camino rápido, Englewood no es un lugar donde quisieras llegar muy tarde, pero con mi horario de trabajo, aquellos deseos eran imposibles de cumplir.

PureWhere stories live. Discover now