Propiedad
Reemprendimos el camino al amanecer. Para mi hambre no hubo comida, para mi sorpresa sí hubo palabras. El hombre me dijo su nombre.
-Me llamo Zippo.
No sabía qué clase de nombre era aquel.
-Soy como el fuego, así que tengo nombre de encendedor.
Y se echó a reír, aunque yo no lo entendí.
Pero le pregunté:-¿Y mi padre?
-Cállate. ¿Cuál es tu nombre?
-Kalil Mtube.
-Te llamaré Ka.
No era de Malí. No sabía de donde era. Vestía ropas occidentales, pantalones caqui, camisa muy sudada, botas gruesas, sombrero de ala ancha. Su piel era un poco más clara que la mía y estaba ligeramente obeso.
-No me llamo Ka.
Cogío la vara y me llamé Ka.
Aquel día recorrimos más y más distancia. Kilómetros lo llamaba él. Y se detuvo de dos pueblos. Regresó, en ambas ocasiones, con las manos vacías y aire enfurruñado, rezogando improperios por lo bajo. No sabía que hacía ni qué buscaba, pero mi mente se iba formando una idea de lo que estaba pasando. No entendía los motivos ni conocía las palabras, pero me daba cuenta de que una transacción es una transacción en cualquier parte. Dinero a cambio de algo. Y yo había sido ese algo.
Cuando arrancó el todoterreno la segunda vez, anduvo unos kilómetros a tanta velocidad que estuvimos a punto de volcar. Entonces, volvió a la prudencia y dejó que sus nervios se calmaran. Bebió agua.-Tengo sed.
No me quiso escuchar.
-Por favor, señao Zippo.
Me tendió la cantimplora y bebí.
Por la noche volvió a parar en mitad de ninguna parte y me sirvió otro cuenco con comida y agua. Lo devoré más rápidamente que la noche anterior, y con la mirada le supliqué un poco más sin que su corazón se conmoviera. Parecía meditabundo. No me desencadenó en ningún momento y dormí, de nuevo, en el suelo metálico y herrumbroso del coche.
Esta noche pensé en mis hermanos y hermanas, en lo que nuestro padre les habría dicho, y en mi madre, cuya esencia debía de vagar por el país de las estrellas, libre de los pesares de la tierra. Mayele Kunasse, que para algo, insisto, era el hombre sabio de mi pueblo, me había dicho que hay una vida mejor más allá de la razón y que viajamos hacia ella cuando nuestro cuerpo se enfría. Lo llamaba la Paz Eterna.
Con el nuevo amanacer, el hombre me miró a los ojos y me dijo:-Te has portado bien. Bebe.
Y bebí.
Pero después no olvidé preguntarle:-¿Y mi padre?
-¡Maldita sea!- gritó- ¿Quieres dejar de preguntar eso? ¿Es que no te das cuenta de que no volverás a verlo?
¿Eres estúpido o que?-¿Por qué no volveré a verlo?
-¡Porque ahora eres mío, y será mejor que sigas portándote bien!
-Me porto bien.
Que así sea, o te despellejaré vivo- blandió su vara, como una mariposa de madera, frente a su rostro.
-Pero yo no soy tuyo- le dije.
La vara me cruzó la cara.
Me miró desde lo alto, mientras yo lloraba de dolor.-Oh, sí lo eres- escupió al suelo cada palabra-. Mío y bien mío. He pagado mi buen dinero por ti. Trabaja duro y quizás algún día puedas volver a casa, y también con dinero. Depende de ti, chico. Ahora dime, ¿vas a darme problemas?
Me escocía la mejilla.
-No- solloce.
Zippo me saco del todoterreno ehice mis necesidades- en algún momento me había advertido que si orinaba o defecaba dentro me haría limpiarlo con la lengua-, y volvimos a reemplender la marcha.
Descendíamos hacia el suroeste.
Aquel día no fue mejor que el anterior. Y, en otras dos ocasiones que el hombre se detuvo cerca de algun poblado, regresó con las manos vacías y, cada vez, más y más enfadado. Yo querí que pudiese encontrar lo que buscaba. Lo deseaba con toda mi alma.
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La Piel De La Memoria
RandomLa vida de Kalil Mtube, un niño africano de once años , cambia drásticamente cuando su padre lo vende y es obligado a trabajar brutalmente como esclavo en una plantación de cacao. Allí conoce la amistad y el amor, pero también la despiadada crueldad...