EL CAMINO - amigo

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Amigo

-¿Como te llamas?

-Ieobá Bayabei.

-Yo soy Kalil Mtube.

-¿Por qué estamos encadenados?

-Nos ha comprado.

  El niño me inundó con una mirada que jamás olvidaré. Cuando tenemos que asumir lo absurdo, la verdad la verdad no tiene sentido.. Para él aquello era tan ilógico como lo había sido para mí. Una pesadilla.

-¿Quién nos ha comprado? - balbuceó.

-Él. Zippo.

-¿El señor Duadi Dialabou?

-¿Se llama así? A mí me dijo que se llamaba Zippo.

¿Que más da como se llamase?
  Los ojos de Ieobá Bayabei volvían a estar llenos de lágrimas. Los bordes rojizos de sus heridas formaban caminos abiertos en su piel oscura y mate. La mía brillaba.

-Mis padres me han encomendado a él para que me busque un trabajo y una educación. El señor Duadi Dialabou les prometió...

-El mío también creía eso - dije-. Pero Zippo Le pagó quince dólares por mí.

-Quiero volver con mis padres.

  Le cayeron dos gruesas lágrimas. Resbalaron por sus mejillas igual que ríos sin cauce que se desbordan como una cascada al llegar a la mandíbula. Miró el grillete de su pierna antes de volver a hundir en mí sus ojos de cristal líquido.

-¿Por qué?- musitó.

-No lo sé - reconocí.

-¿Adónde nos lleva?

-Tampoco lo sé.

-¿Crees que... le pertenecemos realmente?

Fui sincero al decir :

-Sí, si ha pagado por nosotros.

A fin de cuentas, pertenecíamos a nuestros padres, ¿verdad?

-He oído historias...

  Las lágrimas de Ieobá Bayabei eran cada vez más abundantes. Caían sin descanso mojando sus piernas. Respiraba con fatiga, le faltaba el aire, su pecho subía y bajaba sin compás. A veces, se le cortaba el aliento y transcurría uno o dos segundos antes de que lo recuperará de nuevo. Temblaba.
  Me veía en su espejo.

-¿Qué clase de historias?

-Nos dará de comer a las alimañas...

-No habría pagado tanto por nosotros. Más bien creo que somos valiosos para él.

-¿Y esto? - señaló sus heridas.

-Son rasguños.

-¿A ti te ha pegado? - señaló mi mejilla.

Le mostré la espalda.

-¿Qué edad tienes?

-Once años - respondió mi compañero.

Mi nuevo amigo.

-Yo tengo doce - suspiré con la extraña suficiencia que da la autoridad de la edad.

-¿De dónde eres? ¿Cómo se llama tu pueblo?

  Hablamos durante aquel rato. Unos minutos que fueron nuestro primer atisbo de libertad. Hasta que oímos unos gemidos, unos llantos, unos gritos, y apareció Zippo, o el señor Duadi Dialabou.

  No venía solo
  Arrastraba de la mano a dos niños y una niña, de unos cuatro o cinco años de edad. Y lo hacía con los mismos miramientos que había tenido  On nosotros; es decir, ninguno.

-¿Queréis callar? - les gritó zarandeándolos al llegar a la vista del todoterreno -. ¡Silencio o aquí mismo os mato!

  Arrojó a la niña al suelo y le dio una patada. A los dos niños simplemente les pegó con la mano, aunque acabaron también en el suelo, hechos un ovillo.

  Así que ahora eramos cinco.
  Y los nuevos muy, muy pequeños.
  Demasiado para que entendieran.

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⏰ Última actualización: Jan 20, 2018 ⏰

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