La eternidad comienza ahora

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El color del ojo de la foto del capítulo es el de Alira.

***

España

Año 2016

Narra Aqua:

          Estaba durmiendo plácidamente bajo la nieve sin problemas, sin preocupaciones, sin estrés, sin temor, cuando en mi sueño de unos 1000 años, caí en un agujero del abismo, en él, unas mil manos negras me agarraban sin piedad alguna. Tiraban de mi con desesperación, haciendo que mis miembros poco a poco se fueran rompiendo y separando. Mis gritos eran sordos bajo su infinita maldad, y yo solo podía mirar como me iban separando en pedazos.
          ... Y finalmente desperté...

          Estaba sudando a pesar de estar bajo la nieve. Me encontraba inmóvil, sin aire, rodeada de nieve, pero yo no sentía el frío... Me puse muy nerviosa y empecé a desenterrarme rápidamente. Parecía como si no necesitase aire para respirar, pero si para sentirlo. El hecho de despertar en una completa oscuridad te hace plantearte si te has quedado ciego, pero ese no era mi caso porque yo sabía perfectamente, por alguna extraña razón, que estaba bajo la nieve.
          Cuando llegué a la superficie me encontré con un paisaje blanco, lleno de frío y nieve. Pude ver que me encontraba en la montaña de mi pueblo.
          — ¿Donde estoy?, ¿como he llegado hasta aquí?, ¿madre? — susurré muy bajito. En aquel momento no conseguía recordar nada. Tenía la mente oscura.
          Empecé a caminar montaña abajo, buscando algún lugar donde refugiarme, y poco a poco comenzaba a recordar como llegué allí.
          Una ráfaga de viento dobló suavemente arrastrando un mechón de mi pelo a mi cara, y fue entonces cuando me di cuenta de que mi pelo se había vuelto tan blanco como la nieve que me rodeaba.
          Yo no sabía lo que me pasaba, estaba muy confusa por todo lo que estaba pasando, pero lo que sí sabía era que mi madre seguía sin aparecer. ¡Tenía que encontrarla!.
          Caminé por poco tiempo hasta que llegué a un punto muy claro, donde miré hacia abajo.
          Vi algo raro. Una mancha azul y negra al lado de un rio. Esa mancha estaba bastante cubierta por la nieve, pero se podía distinguir. 
          Me acerqué lentamente hacía esa cosa, y poco a poco pude distinguir que era una chica desmayada. Estaba peligrosamente cerca del río.
          Me acerqué a ella y le di media vuelta dejándome ver su rostro. ¡Era muy hermosa!.
          Su piel estaba húmeda, sus pestañas recogían pequeños copitos de nieve y sus agrietados labios estaban de un tono morado-rosado.
          Toqué su mejilla para averiguar a que temperatura se encontraba y me di cuenta de que estaba helada por fuera pero caliente por dentro.
          Puse mi oreja en su pecho para saber si tenía pulso. Era muy extraño. Podía escuchar su latente corazón, la sangre circulando por sus venas y su tranquila respiración. Tenía que ayudarla a salir de allí y llevarla a un sitio seguro.
          La cogí en mis brazos y la llevé conmigo en busca de un sitio seguro. Le puse mi bufanda bajo suyo y le cubrí todo lo que pude como si fuese una manta. Pesaba menos de lo que parecía, pero seguía siendo una tonelada para mi.
          Según íbamos bajando, podía notar como su temperatura aumentaba y sus dedos daban pequeños y suaves movimientos.
          La chica del pelo azúl susurró unas desconocidas palabras, y poco a poco fue abriendo sus ojos. Tenía unos ojos tan azules como el mismísimo cielo despejado, pero brillaban de una manera espectacular.
          Eran los ojos mas bonitos que había visto en mi vida.
          Cuando me di cuenta de que había resucitado paré y la dejé lentamente en el suelo nevado — antes poniendo la bufanda bajo suyo.
          — ¿Quien sois? — me preguntó ella suavemente, observando su alrededor desorientada. La cabeza le daba vueltas y ella respiraba únicamente por la boca.
          — Me llamo Aqua. Un gusto, ¿y quien sois vos? — la pregunté amistosamente.
          — Alison, pero podéis llamarme Alira, como todos — me encantaba el nombre de Alison. Yo siempre quise llamar a mi hija así —. ¿Podríais decir que estoy haciendo aquí?. No recuerdo absolutamente nada.
          — No se ni que estoy haciendo yo aquí. Os encontré en un río, y como me di cuenta de que seguíais viva, decidí llevaros conmigo montaña abajo — dije.
          Alira se quedó en silencio un tiempo mientras miraba sus manos.
          — Os lo agradezco mucho. Me habéis devuelto a la vida.
         — Ha sido un placer.
         — ¿Pero puedo pediros un favor?
         — Claro.
         — ¿Podéis dejarme caminar sola?
          Reí sin saber el porque, y la solté para que caminase sola.
          Sus dos primeros pasos fueron como de un bebé, pero rápidamente se acostumbró al ambiente.
          — No lleváis buenos zapatos para ir caminando en la nieve — le dije observando sus desgastadas botas de piel.
          — Son las únicas que poseo.
          Esa frase hizo que callara por mucho tiempo y la analizara detenidamente en mi mente.

Continuará...

Años de silencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora