"Capítulo 2"

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Dylan había salido al pequeño espacio que daba su ventana, era de noche y se sentía un poco cansado. Las estrellas se podían ver claramente pues el cielo estaba despejado debido al gran aire que hacía a las nubes huir.

De pronto una luz invadió su vista, la gran ventana, idéntica a la de el, emitió una luz dando presencia a "el rubio de ojos bonitos" aquel que nunca había tenido el placer de conocer desde que se había mudado.

Lo miro desde lejos y con su mente tan curiosa se imagino que el rubio era un bandido que robaba joyas, o tal vez un espía, a lo mejor sólo estaba herido, tanto que no quería hablar con nadie, mirar o sentir para no sufrir otra vez o quizás, sólo quizás tenía miedo.

¡Y valla mente la de Dylan! Pero a lo mejor tenia razón.

Por otro lado el rubio observó a lo lejos al morocho, sentado a media noche con las sombras cubriéndole el rostro, le sonrió, por primera vez a alguien de esa ciudad y sintió la misma curiosidad que Dylan había sentido al verlo, como si pudiera decirle y confiarle los secretos del universo, como si con el pudiese huir de sus problemas y sin saber  por qué se sintió feliz.

Así que sin pensarlo salió e hizo lo mismo que Dylan, se sentó a media noche a mirarlo, a mirar a Dylan.

Dylan noto su acto y se estremeció, aquellos ojos cafés  eran lo único que su vista alcanzaba y quería captar. Le sonrió de vuelta, una tímida sonrisa aunque sintió la necesidad de hablarle, de decirle que era lo que pasaba, de preguntar por qué era el quien le llamaba tanto la atención, por que quería abrazarlo y protegerlo.

Pero se limitó a mirarlo hasta que sus párpados se cerraban de a poco, por ultima vez le sonrió y ambos se dignaron a meterse a sus respectivas casas. Con la estúpida imagen de la sonrisa del otro grabada en sus mentes.



"Había un niño, uno nuevo, era hermoso"

"Había un niño, uno nuevo, le hablaría mañana"


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