"Capítulo 3"

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El papel doblado estaba en el escritorio, era blanco y estaba manchado de tinta de pluma negra. Eran aproximadamente las 12:00 pm, Dylan había esperado con ansias esa hora.

Ojala el joven rubio volvíera a quedarse como la noche anterior
con el y así al fin podría hablarle, había echo un avión de papel la tarde previa, contenía un simple Hola” que esperaba y fuera contestado.

Hacía cualquier mérito para hablarle a un simple desconocido, pero eso era el motivo por lo que lo hacía por la extraña necesidad de tenerlo ahí, de hablarle y de la sensación de protegerlo de cualquier ruido del mundo. Nunca había pasado nada así, jamás había sentido la necedad de alguien y sinceramente eso le asustaba.

Sin embargo dándole nada de importancia al asunto ahí estaba, sentado esperando al joven. Que minutos después había salido también como la noche anterior, Dylan le había sonreído primero esta vez, dándole o esperando darle confianza.

No habían echo nada más que lo que hicieron la noche anterior, sus ojos se conectaban y aparentaban conocerse.

Sus sonrisas de vez en cuando salían, más de Dylan que de Thomas. Pues para Dylan el rubio parecía triste, apagado, débil y con miedo.  Thomas por otro lado pensaba en la paz que le hacían sentir aquellos ojos, era incomparable y cálida, los ojos de aquel chico castaño eran cálidos.

Ojala que la noche nunca acabase.

Paso poco tiempo y Dylan le aventó el avión que aterrizó, curiosamente y sin dudar en su rubia cabellera. Thomas lo abrió y leyó claramente, tenía un hola, con una caligrafía peculiar, bonita y redonda.

Más sin embargo, no había contestado, se había limitado a meterse de nuevo a su casa sin decir o sonreír. Una inexplicable tristeza se apoderó de Dylan, ¿Acaso había cometido un error?

"Hay un niño, uno nuevo, le hable"

"Hay un niño, uno nuevo, no me respondió"

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