Sonrisa

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Miro el cielo caminando, escuchando los pasos de Riley a mi vera. Voy a entrar al instituto a la hora del descanso y él ha insistido en acompañarme hasta la esquina. Pero cuando llegamos, se forma un áurea gris de inquietud. Me siento tímida y sin ideas para hablar, además de que no quiero irme. Todo esto ha sido gratamente bizarro. 


-Gracias por acompañarme. Y por el café. -Le dije nerviosa. 

-No ha sido nada. Gracias a ti por aceptar mi invitación y no tomarme por loco. Espero que no vuelva a llover -hace una mueca de confusión bajando sus cejas, como si no supiera lo que acaba de decir-. 


¿Por qué?¿A ver si encuentro otro Riley Hood en un jardín? No lo creo.


-No lo creo. Ya no hay nubes -digo mirando al cielo.


 Riley está dándole patadas a una piedrecita del suelo con las manos agarradas en sus lumbares. Ese chico es la imagen de lo inusual, al menos en mi país. Su piel es morena, pero de un moreno pálido. Su pelo es del castaño más oscuro que existe, pero con algún que otro pelo cobrizo que se rebela. Sus ojos, sin embargo, son tan negros que a penas puedes admirar la diferencia entre el iris y la pupila. 


-Creo que tengo que irme -le digo. Me sonrojo. Las mejillas me arden, pero espero que no se de cuenta.

-Sí, claro. Que te vaya bien en clase -asiente dando un paso hacia atrás lentamente-. Podemos vernos cuando quieras -añade-.
-Sí -se me acelera el corazón-. Sí, desde luego. ¿Me das tu móvil?

   Me lo da desbloqueado y veo en su fondo de pantalla a un perro negro de cara simpática y babas. No le digo nada al respecto pero mi mueca graciosa hace que suelte un "¿te gusta? Se llama Kala". Me limito a escribirle mi número y devolverle su teléfono. 

-Háblame cuando puedas, y ya guardo yo el tuyo.
-Lo haré. Que te vaya bien el resto del día.
-Igualmente. -Dije mientras me alejaba poco a poco.- ¡Y que vaya bien el ensayo! -Grité ya a lo lejos. 

   Él se aleja a la misma vez, en sentido contrario. Me sonríe y sacude la mano para despedirse de mi.

   Cuando dejo de mirarlo me doy cuenta de que tengo una sonrisa estúpida en la cara, que no tiene intención de irse. Tuerzo la esquina y entro en clase. Economía. A ver quién se concentra ahora.


   A las dos de la tarde, vuelvo a casa. Nada más entrar veo a mis primos gemelos correteando de nuevo y me pregunto si nunca se les gastarán las pilas. Parece que mis padres aun no han llegado de trabajar, y mi hermana aun sigue en el colegio. Así que si mi madre y su hermana no hubieran decicido compartir casa, ahora estaría sola y podría poner música al volumen que quisiera, o hacerme un sandwich y escribir horas sin parar. De verdad espero que no quede mucho para poder independizarme, hay demasiada gente. Antes de vivir en Dublín, mis padres y yo vivíamos en Cork, pero nos mudamos cuando cumplí cinco años a esta casa, con mi tío Albert y mi tía Sandra. Recuerdo que justo al mudarnos, mi madre me dijo que Nikki estaba en su barriga, e íbamos a ser uno más. Seis años después de eso, nacieron Jack y Jamie (y vivo con mucho miedo de que aun puedan tener otro más). 

  Subo a mi cuarto y me tiro boca arriba en la cama, recordando lo ocurrido. Tengo la sensación de que mi vida no es mía ahora mismo. Quizá solo haya sido cosa de un día, seamos conscientes. Nada va a cambiar ahora. Escucho como golpean la trampilla que hace de puerta y veo asomar la cabeza y los codos de mi madre.


-Ya hemos llegado, Daniela. ¿Vienes a comer?- La voz de mi madre suena dulce y agradable. Nos parecemos bastante, pero ella tiene el pelo negro y unos pequeños ojos verdes, me parezco más a mi padre.

-Está bien. -Le contesto. Ella me mira algo preocupada y sube del todo la escalera para venir hacia mi. 

-Daniela, cariño -qué miedo. ¿Habrá pasado algo? Abro mucho los ojos, expectante-. Me ha llegado un mensaje del instituto esta mañana, dicen que no has ido las tres primeras horas.

Con que eso era. "Mamá, he conocido a un cantante y me he ido a tomar un café con él". No, desde luego no puedo decirle eso. Aunque no es nada malo, cosas peores se han visto.

-Sí, mamá, iba a contártelo ahora. Estaba lloviendo y no tenía paraguas. Me he quedado leyendo en un techado. De todas formas, tenía literatura e iba a leer en clase.

Es lo que hubiera hecho si no me hubiera encontrado con Riley.

-¿Tres horas?
-Se me fue el santo al cielo, ya sabes como soy.

No. No lo sabe.

-Ay, que cabecita tienes. Venga, vamos a comer.
-Sí, me cambio y bajo en cinco minutos.
-Bien.

Nada más bajar mi madre, me vibra el móvil.

"Ya tienes mi número. Riley."

Me reí con la sonrisa estúpida. Y tecleé.

"De acuerdo, no se lo daré a tu millón de fans. "


No ha tardado ni treinta segundos en responder, debe tenerlo en la mano.


"98759."

"Usted perdone, señor Hood" 

"Riley está bien."


¿Me está imitando? Ni siquiera yo me había percatado de esa muletila. 


"Hood está mejor."
"¿Te apetece discutirlo el viernes por la tarde?"

Empiezo a gesticular palabras inexistentes y a mover el cuerpo de manera extraña. Cosas que solo se hacen cuando nadie te ve. Tecleo un soso "sí", pero lo borro y lo intercambio por un "El viernes está bien". Lo envío y dejo el móvil encima del colchón para evitar la tentación . Bajo y como tan rápido que mis padres se extrañan de que no me atragante, y todo para volver arriba y encender el ordenador. 

 Abro Google y veo la barra de búsqueda parpadeando de manera intermitente, esperando a que escriba. Sutilmente tecleo: "Orange Road", y lo primero que me sale es algo de un anime. Me recuerda a mi hermana, porque siempre le han gustado esas cosas. Luego veo la cara de Riley y de sus compañeros y me dedico a investigar en todas sus redes sociales. Acabo con unas seis cuentas en sitios que jamás creería que usaría y pasando la tarde escuchando su música. Me gustan. A pesar de que la gran mayoría de lo que tienen son covers y vídeos de ellos ensayando (ensayar= hacer el ganso delante de la cámara con múltiples utensilios), sus voces y la manera en la que tocan es algo más madura de lo que me imaginaba. En total son cuatro integrantes: Riley, Vander, Mick y Alec. 

El que más canta es Alec, metro ochenta y largos de barba rubia y ojos color reflejo, con una voz dulcemente varonil, muy, muy personal. Está acompañado de su guitarra, pero desde luego el rey de las cuerdas es Mick, un chico con el pelo largo y negro (claramente teñido), que es puro nervio cuando toca. Vander es batería, y nunca me había interesado por los tambores hasta que lo vi a él. Es un chico de piel besada por el sol, con bucles rubio cenizo que rozan sus hombros y un extraño acento extranjero. En Wikipedia pone que es Canadiense, pero su habla no me recuerda a Canadá. 

Sean quienes sean, quiero más de ellos. 













Dandelion - Define "clímax".Donde viven las historias. Descúbrelo ahora