II.

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—Y yo no puedo creer que sea tu niñera, pequeño calamar. ¿En qué estaba pensando Zeus? —replico y el de ojos azules empieza a reír. ¿Qué hace un semidiós en Citera? Zeus me culpa de sus constantes "enamoramientos" y desea vengarse ordenándome cuidar del hijo de Poseidón, con el cual comparto un pasado amoroso.

"El gran señor del Olimpo" como muchos otros dioses y mortales, no comprenden que el amor es imposible de controlar, incluso por mí. Yo no puedo crear el amor, yo fui creada por el amor.

Al parecer la interrogante del día en la cabeza del pequeño calamar, era la identidad de mi progenitor. Había perdido la cuenta de los días que Athan llevaba aquí.

—Deja de reír, Athan. Zeus me encargo cuidarte, pero no me prohibió maldecirte. Aún tienes diez años, te falta mucho por vivir... Y por sufrir— amenazo. Sin embargo, a él parece no importarle porque sus carcajadas no cesan hasta mucho rato después.

— ¿Con qué podrías maldecirme? —Inquiere, una vez calmado—. ¿Con enviarme a vivir al desierto? ¿Ahogarme en el río Flegetonte? ¿Enamorarme de una hija de Atenea?

—Si te mando al desierto, tu padre sería capaz de crear un río solo para que tú no mueras —respondo, intentando parecer seria, pero no lo logro, porque a pesar de ser molesto, Athan, además de mis Cárites, es mi única compañía aquí—. Un pequeño paseo por el Flegetonte tampoco te caería tan mal, pero lo último, eso sería muy... Interesante. El hijo favorito de Poseidón perdidamente enamorado de una hija de Atenea.

—Creo que las hijas de Atenea son muy bonitas —un pequeño rubor cubre sus mejillas, desvía la mirada hacia un punto en el infinito y afirma—: Sería un placer enamorarme y poder estar con una de ellas.

—Empiezo a entender la razón por la que tu padre te envió desde Atenas hasta aquí —me levanto y empiezo a caminar hacia el balcón, el mar Jónico se extiende bañando las islas cercanas.

—Dijo que quería lo mejor para mí, y mantenerme alejado de las Moiras —dice Athan, acercándose a mí y sacándome de mis pensamientos.

—Poseidón y su temor a las Moiras casi tan grande como su aversión por Atenea...

—Hablas de mi padre como si lo conocieras demasiado. Y es irónico que sepas más de él que de la identidad de tu padre.

— ¿Qué tanta curiosidad por quién es mi padre?

—No lo sé, es algo que les pregunto a todos los dioses que conozco —una sonrisa inocente aparece en su rostro y no puedo evitar recordar cuando Poseidón, el dios de los océanos, se enamoró pérdidamente de mí. Sonrisas como esas veía a diario.

—Bien, ¿si te cuento mi nacimiento dejarás de molestarme por hoy?

—Quizás sí, al menos hasta la cena.

—Eres insoportable—, espero a que me diga algo, sin embargo eso no ocurre, por lo que continúo—: realmente no sé de dónde vengo. Unos dicen que Zeus es mi padre, pero yo no siento así. Existo desde que el amor existe, y eso fue mucho antes de que Zeus y sus hermanos nacieran.

—Así que teóricamente tú —hace una pausa mientras reflexiona acerca de las complicadas relaciones genealógicas entre dioses—. ¿Eres mi abuela? —Una expresión de horror aparece en mi rostro y el niño estalla en risas de nuevo.



—Alyssa, no sabes cuánto te extraño —escucho decir a Athan. El pequeño lo ha hecho de nuevo. Desde que Aglaya, una de las Cárites, le enseñó cómo hacer portales de comunicación con agua, él no ha dejado de tratar de contactar a su mejor amiga.

—Yo también. Las cosas están muy aburridas en Atenas, mamá ha prohibido que me dejen entrenar y debo pasar todo el día dibujando estructuras, diseños de barcos y ¡tejiendo!

— ¿Tejiendo?

Athan empieza a reír y la rubia tras el portal suelta un gruñido, mientras decido si interrumpir o no, un rayo ilumina el cielo y la llovizna se transforma en una tormenta. Me acercó hacia una de las ventanas y puedo ver como las olas alrededor del castillo empiezan a aumentar de tamaño.

— ¿Aglaya? ¿Eusífrone? ¿Talia? —Grito, pero no obtengo respuesta más que de Athan—: ¿Afrodita?

Intento concentrarme, ordenar mis emociones y transmitirle paz al mar. Poseidón solía instruirme en cómo hacerlo, decía que el amor era la fuerza más poderosa y que si me concentraba podía lograrlo, pero eso nunca había pasado. Entonces, recuerdo que ahora no soy más que una simple mortal. Mi esencia divina está atrapada en una pequeña bola de cristal, cortesía de Zeus.

— Afrodita, ¿qué está pasando? —Llama una vez más Athan. Quiero pedirle que se calle, que deje sus preguntas por un rato, y entonces entro en razón, ¿quién más para calmar las aguas, que un hijo de Poseidón?

— ¡Por aquí, Athan!

Cuando no escucho sus pasos acercarse a mí, me preocupo. Busco en todos los lugares y afuera, la tormenta sigue. La ira de Zeus y Poseidón parece no aminorarse, los dos hermanos siguen compitiendo por quien castiga mejor al pueblo e ignoran mis advertencias sobre las terribles cosas que se avecinan.

—Por los dioses, Athan. ¿Dónde estás? —empiezo a correr por el pasillo, abriendo una puerta tras otra, las antorchas empezaban a apagarse por el viento y en oscuridad sería difícil encontrar a Athan. Estoy por perder las esperanzas y dejar de buscarle, cuando lo distingo frente al balcón, y no está solo.

—Afrodita, no tienes de que preocuparte, Athan está bien. —me responde con voz firme el dios del mar.

Poseidón está aquí.











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⏰ Última actualización: Jan 05, 2016 ⏰

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SÉ LIBRE, AFRODITA. [EN PAUSA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora