Año 2451, Coopertown City
Angelo, un joven científico que rondaba los veinte años, acababa de terminar su turno de trabajo. Tenía ganas de llegar a su casa y decansar, por fin.
Salió y se dirigió al ascensor cilíndrico que lo llevaría a su limusina portátil.Pero, antes de llegar, una voz le interrumpió:
-Que pase un buen día -una muchacha sentada a la entrada del edificio se despidió de él.-Igualmente -se irguió al descubrir quien le hablaba. Gaylie, la joven recepcionista de la empresa.
- Igualmente -respondió.
Angelo iba a marchar cuando la joven le detuvo:
- Señor, esto es de parte de vuestro tío. Informa de que requiere su presencia mañana por la mañana, no es molestia, claro -Gaylie le tendió la mano dándole unos informes.Angelo asintió con la cabeza y los cogió con interés.
-Hasta mañana -la muchacha le despidió, con la extraña sensación de que no lo vería en mucho tiempo.
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Horas más tarde, la mini nave voladora de Angelo se detuvo con un poco de brusquedad debido a la poca conexión que había en ese antiguo pueblo alejado de la ciudad. Sabía que aunque se tuviese que alejar un poco de la población merecía la pena. En ese pequeño y poco modernizado pueblo que parecía de 2016, había una biblioteca muy antigua. Allí siempre había encontrado los suficientes libros necesarios de fantasía. Le encantaba aquel género. Y le había ayudado a realizar su deseo de resucitar a todo ser mágico o mitológico que hubiese existido. Gracias a sus lecturas descubrió la forma de invertir el ADN de las pocas personas bendecidas por la magia, de forma que, uniendo partículas en especial del ADN de cada una de ellas se crease una molécula en proceso de hibernación, cuyas cualidades causaban el lento crecimiento de nuevas especies de la antigüedad.
Miró a su alrededor. Prácticamente daba la sensación de haber retrocedido en el tiempo. Allí era todo tan... Simple..Intentó arrancar de nuevo la nave, pero esta no respondió. No tuvo más remedio que bajar de ella e investigar el lugar en que se encontraba.Se sumergió entre las calles de aquel pobre y viejo pueblo. No se oían ruidos por ningún lado. Optó por entrar en el local en el que un letrero caído y mal cuidado ponía: BIBLIOTECA.
Sonaron unas campanillas al entrar y abrir la puerta, pero nadie se presentó frente a él. Miró a su alrededor; estaba lleno de estanterías de todos los tamaños, repletas de libros antiguos. Se acercó a una de ellas. Y continuando por aquel laberinto de estanterías buscó libros sobre elfos y cosas que le pudiesen servir para su trabajo. Si había algo que conocía de las bibliotecas antiguas era que sus libros estaban llenos de sabiduría.
Al llegar a la sección se agachó al encontrar un libro tirado y muy gastado. Fue a colocarlo en un estante cuando se detuvo al divisar fugazmente otro muy pequeño, con un cubierta negra, sin título alguno.Depositó el que había recogido del suelo encima de otros libros y prestó toda su atención en el que ahora tenía en la mano.
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Los Cuentos de Quién sabe Qué
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