BUENOS AIRES, ARGENTINA: 21-12-2015
Allyson Becker caminaba rápidamente, con pasos firmes pero livianos que no transmitían ninguna clase de sentimiento. Tal vez... No, ningún asomo de accesibilidad.
Apartó de un manotazo su cabello negro, le preocupaba mucho aquel misterio. Debia ser resuelto cuanto antes.
Sus pasos le llevaron a la Comisión Nacional Sobre Desaparición de Personas.
Cruzó la cancela de hierro, que se cerró sigilosamente tras ella.
Metros antes de llegar a la puerta principal se desvió, tratando de no ser vista, hacia los jardines que rodeaban el monumento.
Se dirigió a un pequeño estanque, en el que unos despreocupados patitos nadaban, y pasó una ficha por el agua. Una plataforma alargada que llevaba al centro del estanque emergió a pocos centímetros de la superficie . Becker caminó por ella. Un pato se paraba ante ella, impasible. La mujer se agachó, abrió el lomo del pato y tecleó un número, apartándose de inmediato.
Una trampilla metálica se levantó, dejando espacio suficiente para la joven.
Ésta pasó, y la portezuela se cerró tras ella.
*************
- ¡Señor, Don Silva!
Un hombre corpulento se giró al oír su nombre. Su agente favorita, Allyson, se hallaba ante él.
- ¿Alguna noticia?
- Cuatro muertes más en la misma plaza, sin motivo aparente.-la chica le entregó una serie de documentos, que el hombre observó con preocupación.
- ¿Alguna pista?
- No, señor Silva. Lo único, la misma postal de siempre con la fecha del día de hoy; veintidós de diciembre.
El hombre le arrancó la postal de las manos. Era un papel de pergamino antiguo, con un sol y un corazón negro atrapado en medio. Unas letras rojas indicaban la fecha; y en el reverso de la carta, el nombre, la dirección y la hora de la víctima;
- Esto no tiene sentido. Es como si, sea quien sea el asesino, mandase cartas a sus víctimas....
- Vaticinándoles el día de su muerte.
Se miraron, horrorizados. Acto seguido, las alarmas sonaron por el subterráneo.
Velozmente, se dirigieron al ordenador central.
- Llame a la policía y a todas las oficinas de correos. Estas postales deben ser interceptadas cuanto antes.
****************
22-12-2015, 11:04Un coche negro conducía hacia la oficina de correos. Estaba cerrada.
Allyson bajó del automóvil. Entró en el recinto y golpeó el cristal con los nudillos. No obtuvo respuesta. Volvió a llamar;
- Señor Suarez, no se haga el loco. Sabemos que está usted ahí dentro.
Una rendija en la cortina mostró un ojo castaño, que se movía sin parar de forma muy nerviosa.
- Pase, pero que no la vean. No quiero involucrarme en esos asuntos policiacos suyos.
Allyson entró. Era una estancia oscura, llena de polvo y con cartas y paquetes amontonados en completo desorden por las estanterías.
- Supongo que habrá interferido en toda carta que haya pasado este umbral, como le ordenamos.
- Si, señorita, es más; encontré tres como las que me ha descrito, señorita.
Allyson se tensó. No esperaba encontrarlas tan pronto.
- Entréguemelas, por favor.
El hombre sacó tres sobres de una caja fuerte. Se las entregó a la mujer con sumo cuidado.
Ella se despidió, montó en el coche:
- ¿Algo?
- Si, es más, tres "algos"
Silva sonrió:
- ¿Para cuando? Ábralos, por favor.
Becker abrió una:
- Ésta para el señor Ramírez Gonzalo. Ésta otra, la señorita García Gonzalo. En la misma casa, calle Magnolia, esta noche a las diez menos cuarto.
- ¿Y la última?
La mujer rasgó la última carta. Palideció y, ahogando un grito, se tapó la boca.
Silva le miró extrañado:
- ¿Y la última?-insistió
Allyson tragó:
- Allyson Becker, mañana, 23-12, a las once y media de la noche.
***************
22-12-15, 20:18Habían llegado a la calle Magnolia.
Tras buscar en la postal el número del portal, llamaron.
Un hombrecillo canoso, bajito y despeinado abrió la puerta, sonriendo con sólo cuatro dientes:
-¿Qué deshean?
Silva observó su reloj negro:
- Señor, venimos a vigilarle
- ¿Pelldone?
Becker intervino:
- Señor Gonzalo, según un asunto criminal que venimos siguiendo, usted y su mujer morirán dentro de exactamente una hora veinticinco minutos.
El vejete abrió mucho sus lechosos ojos y cayó desmayado en los brazos de Silva.
- Será mejor que pasemos. Debemos vigilarlos muy de cerca.
*****************
22-12-15, 20:43
La señora Gonzalo, al recibir la noticia, aguantó el tipo mejor que su marido. Palideció, pero apretó la mandíbula, preguntando si deseaban una taza de café:
- Desde luego -Allyson aceptó- . Pero debe darme a probar un sorbo 10 minutos antes de que usted beba con libertad. Es por su bien, señora.
Al rato, la pareja Gonzalo bebía, sin peligro aparente, la taza de café caliente.
Eran las 21:39. En seis minutos llegaría la fecha. No se habían movido de la sala, sólo habían tomado el café testado por Silva y todas las ventanas y contraventanas estaban cerradas. Se podría palpar la tensión en el aire.
El señor Ramírez Gonzalo se levantó, queriendo romper el silencio.
- Bueno, sho, etto, me guttaría id al banio, shi ed pocible
Allyson se levantó de inmediato.
- Debo acompañarle, señor Gonzalo.
- De acueddo.... Pello shi ez pocible, no entlles commigo.
Allyson rió, por primera vez desde que se enterase de la noticia.
Se dirigieron al aseo.
El hombrecillo entró, canturreando por lo bajo.
Becker miró su reloj: 21:43. Dos minutos.
- ¡Señor Gonzalo! ¡Debe salir de allí ahora mismo, como esté!
- Shí, etto, shooo...
Silencio. Un silbido, como gas escapándose.
Allyson olisqueó el aire. Y se dio cuenta; cloroformo.
- ¡¡Voy a entrar!!
Agarró el extintor y lo lanzó contra la puerta.
Un boquete del tamaño de una tapa de alcantarillo. La chica contuvo la respiración y, cogiendo el cuerpo inerte del anciano, salió tan rápido como pudo.
En el otro lado de la casa se oía a la señora Gonzalo gritar y a Silva golpear cosas.
Allyson miró su reloj: 21:44 con 57... 58...59...
¡¡BUM!!
Un hacha ensangrentada cayó sobre el retrete, justo en el lugar en el que segundos antes se sentaba el señor Gonzalo.
Silencio. Allyson se desmayó.
******************
Cuando despertó, amanecía. El amanecer de su último día.
Se desperezó y miró a su alrededor. El señor Gonzalo dormía acurrucado en el sofá. Silva estaba... ¿Tejiendo? ¿Con lana rosa? ¿Desde cuando Silva tejía con lana rosa?
A su lado, la señora García Gonzalo leía una revista del corazón.
Entonces, no habían muerto.
- Señor, Don Silva...
Éste alzó la cabeza, sonriente:
- Hicisteis una buena labor con el anciano.
- Pero... ¿Qué pasó con...?
- ¿Ah, ella? Fue a dejar la bandeja en la cocina. La seguí si que se diera cuenta.... Pero ni tuve que salvarla. Vuestro grito la asustó tanto que subió a la mesa de un salto. Y el hacha que debía matarla cayó en el vacío, justo en donde estaba ella anteriormente. Básicamente, has sido la salvación de ambos, Becker.
La joven se cayó sobre el sillón, hundiendo las manos en su cabello negro.
- ¿Dónde está el hacha?
- Oh, me deshice de ella.
Allyson se levantó y fue al aseo. El hacha seguía allí, menos mal que esa no había desaparecido.
Cogiéndola, la llevó a la sala.
Se sentó otra vez y la observó detenidamente.
- ¿Qué busca?-preguntó Silva receloso.
- La dirección de la fábrica de éste cacharro . Tal vez nos lleve al causante de este embrollo.
- ¡No! Quiero decir, hoy es vuestro último día, y podría morir de no estar en casa...
Ella le miró divertida:
- Hasta las once y media de la noche queda un buen rato, señor Silva.
********************
El coche negro paró ante un edificio grís en cuya puerta estaba escrito:
"Metales y Herramientas Giménes, S.L".
Parecía abandonado.
Entraron. Era enorme, oscuro, polvoriento.
Unas escaleras metálicas llevaban al piso superior. Subieron por ellas. Solamente había una pequeña puerta, llamaron. La puerta se abrió chirriando.
Un hombre demacrado, alto y serio les atendió:
- Esta fábrica lleva años cerrada. Váyanse, por favor.
Iba a cerrar, cuando Becker metió un pie entre la puerta y su marco;
- Sólo venimos a identificar al dueño de ese hacha, si fuese tan amable de atendernos....
El hombre abrió lentamente.
Tomó el hacha con las manos. Palideció en el acto.
- No, señores, lo siento mucho, no pienso hablar de Él. Me mataría.- y así cerró de un portazo.
- Bien, ya le has oído, ahora vámonos.
Pero Allyson no pensaba rendirse.
Entreabrió la puerta y declaró:
- Escúcheme bien, no crea que hemos venido aquí para escuchar sus quejas. Esta misma noche se ha predicho mi fin, y no moriré sin haber resuelto este misterio. Tenga en cuenta que si no lo dices, vos podría ser el siguiente, sin embargo, ayudándonos puede que salve a un millón de gente. ¿Está o no está?
El hombre tragó saliva y asintió con la cabeza;
- Entren, por favor.
*******************
- ¿Estás segura de que dijo por aquí?
- Completamente.
Se encontraban en una cueva, a veinte metros bajo la ciudad. El fabricante les había indicado el lugar, pero no había
querido hablar del asesino
Siguieron caminando, hasta llegar a una pared que les cerraba el paso.
Becker golpeó la roca con el puño.
- Esto no es sólido. Ayúdame a empujar.
Nada. No se soltaba.
Tras un rato, desesperada, Allyson lanzó una roca contra el muro.
Éste cayó hecho pedazos.
- Oh, mira que bien.
Cuando el polvo levantado por el desprendimiento se disipó, vieron lo que el muro con tanto celo guardaba:
Un laberinto de estanterías, enorme, como un almacén, lleno de libros, con fechas en las portadas, libretas de anillas, cuadriculadas y de pauta, de antiguo pergamino, de piel de cordero.....
Observaron todo, caminando por aquella galería, hasta que llegaron a una plaza dentro de aquel mar de libros.
Una mesa enorme, con papiros y rollos por todas partes, presidía el claro.
Becker se giró para observar los libros, abrió uno.
Se le cayó de las manos. Estaba lleno de fechas con nombres. El día de la muerte de todas y cada una de las personas del mundo.
De pronto, alguien le hizo una llave por detrás y acabó tirada en el suelo.
- Si, jovencita.... Por desgracia has descubierto mi secreto, qué se le va a hacer.. Pero bueno. Dentro de un cuarto de hora estarás muerta, ¿no es así?
Becker se giró como pudo. No podía creerlo;
Era Silva.
- Si, Allyson, qué sorpresa,¿cierto? Mientras estás tan cómoda, déjame explicarte mi historia:
«Da la casualidad de que estás en el Templo de los Muertos, creado por los Oráculos, videntes del futuro. Aquí, como muy inteligentemente has adivinado, se hallan las fechas de la muerte de toda la humanidad. Yo soy el nuevo Guardián del Templo. Este título conlleva ser inmortal para toda la eternidad. Supongo que pensarás; "ah, que divertido, ser inmortal". Pero te puedo asegurar.... Que tras quinientos años de inmortalidad, uno se cansa de vivir. »
«Como te decía, un Guardián solo puede descansar cuando su tanda de muertes vaticinadas se haya cumplido. Por tanto, he decidido no esperar más, y acelerar un poquito las cosas. Y tú no me lo vas a impedir.»
- Mientes.-Becker no quería creerlo.- ¿Si fuera cierto, por qué salvaste a la señora Gonzalo?
El hombre rió.
- No la salvé, la seguía para matarla cuando tú gritaste y la hiciste moverse.
- Pero...
- Nada de peros, ahora me dejarás proseguir con mi trabajo..
- Ni hablar.
Allyson le pegó una patada con el talón en la entrepierna. Silva gritó, e inconscientemente le soltó. La chica miró su reloj. Eran las once y veintisiete. Le quedaban tres minutos de vida.
Corrió por el laberinto de estanterías, tratando de despistar al Guardián.
Llegó a la entrada. Treinta segundos de vida. Se escondió tras un saliente.
Cuando el hombre apareció doblando una esquina, le placó y se sentó a horcajadas sobre él;
- ¿Cuántas muertes más te están asignadas?
Silva parecía a punto de llorar.
- So... Sólo la tuya...
Ella suspiro:
-Que así sea - Se tumbó en el suelo y esperó.
3.... 2..... 1........
******************
Allyson despertó con un grito. Estaba en su cama, cubierta de sudor frío. Se levantó rápidamente y, mirándose en el espejo, se palpó la cara.:
- ¡Estoy... Estoy viva! ¡Era un sueño, un maldito sueño!
Llorando por la emoción, se asomó al balcón. Miró al cielo.
De pronto, un ave roja y naranja subió velozmente al cielo, y, como si fuera la cola de un avión, dibujó una palabra en el cielo:
"Gracias... S."Fin.
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Los Cuentos de Quién sabe Qué
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