Lluvia. Más lluvia. Ni siquiera a comienzos de primavera los ciudadanos de este pequeño pueblo podíamos librarnos de ella. En el mes de abril no había parado ni un solo día, pero ahora, en mayo debería haber apaciguado. Sin embargo, el tiempo se revelaba contra todo pronóstico. Estaba ya cansada de mirar todos los días por la ventana y ver lo mismo. Agua día y noche. Resignada, salí de mi casa con paraguas en mano. Recorrí un par de calles solitarias, saltando algunas baldosas que sobresalían y amenazaban con mojarme más de lo que ya estaba. No logré esquivar una y refunfuñé por lo bajo cuando percibí el agua calándose por mi bota. Para mi alivio ya había llegado a mi destino. Una gran casa blanca, adornada con varias plantas en el porche, algunas hasta escalaban por las paredes con total libertad. Escabullí mi mano entre las barandillas de la puertecilla, buscando el cerrojo de la puerta. Una vez lo encontré, la abrí, empujando así la puerta y entrando en el porche. Cerré mi paraguas, dejándolo en el suelo, junto con otros dos que allí reposaban. Estaban mojados aún, por lo que no llegaba demasiado tarde. Suspiré y toqué al timbre de la puerta a la vez que sacudía mi largo cabello húmedo. La puerta se abrió y yo mostré mi más sincera sonrisa de disculpa a Ángela.
—Tarde— Fue lo único que dijo al verme.
—No hace mucho que llegaron ellas. —me justifiqué señalando los paraguas del suelo, que empezaban a formar un charco sobre las baldosas de la entrada.
Enseguida se formó una sonrisilla en sus labios y yo la empujé hacia dentro, revolviendo su corta melena negra.
La casa se encontraba vacía en ese instante, como casi siempre. El hecho de estar la gran parte del día sola era algo en lo que me parecía a Ángela. A veces le preguntaba si sentía sola y ella me decía que no, que le gustaba tumbarse en la cama, poner la música lo más alto posible y sumergirse en sus pensamientos mientras bailaba frente al espejo. Yo me parecía a ella, salvo que no bailaba frente al espejo.
Subimos por las escaleras hasta llegar a su habitación. Macarena y Blanca me saludaron desde la cama, como no, con el ordenador portátil de Ángela.
—Es imposible que no tenga Facebook. Hasta mi padre lo tiene. —exclamó Macarena, frustrada mientras Blanca le arrebataba el portátil.
—Puede que tenga un nombre de estos raros, en lugar de sus apellidos. —fue lo que dijo Blanca y comenzó a teclear.
— ¿Un perfil falso? ¿Tú crees que puede ser así de friki?
Blanca le dirigió a Macarena un encogimiento de hombros.
—Quién sabe.
—Sería más fácil si le preguntáis. No os compliquéis la vida. — les dije mientras tomaba asiento en la silla de Ángela, frente su escritorio. Observé los libros que allí reposaban. Ángela había estado estudiando literatura antes de nuestra quedada.
—El caso, Amelia, es que nos evita. No sé si te has dado cuenta de que no habla con nadie. Ese tío es inhumano, en serio. —Las locuras de Macarena me arrancaron una sonrisa de la cara. Ángela negó con la cabeza, apoyada en el marco de la puerta.
—Estáis obsesionadas, chicas. ¿Por qué no lo dejáis? Como si no hubiera tíos en el instituto que están la mar de bien. — Ángela pensaba igual que yo, que ese chico nuevo era una pérdida de tiempo. No iba a negar que estuviera tremendo. Solía llevar su cabello negro alborotado, con algunos mechones sueltos por la frente. Tenía un cuerpo de infarto: espalda ancha, musculosos brazos, esbelto, tez clara... Lo que más me gustaba eran sin dudar sus ojos, entre un gris y un azul clarísimo. Tenía una mirada que congelaba a cualquiera. Era el sueño de cualquier chica. Pero parecía tener un defecto y era el detalle de que no hablaba con nadie. Un asocial.
Macarena suspiró. Pese a tener montones de chicos detrás suya se había encaprichado con él.
—Macarena, ¿qué pasa con Nico? ¿Ya te has olvidado de él? —pregunté para intentar cambiar el tema de conversación, que últimamente, era el mismo.
—Nico es un pesado y un creído. Sólo quiere echar dos o tres polvos al día y repetir al siguiente. Creo que me he hartado de esa jornada. —nos dedicó a todas una sonrisa encantadora. Macarena era una chica muy popular en el instituto. Los chicos babeaban con ella y se había ganado a pulso muchas enemigas. Era rubia, normalmente con el pelo rizado y tenía unos expresivos ojazos azules. De lo que ella estaba más orgullosa era de sus piernas, largas y en verdad, perfectas.
—Pobre, se le veía realmente pillado por ti.
Macarena miró a Ángela con gran asombro fingido.
—Cariño, eso es lo que parece de lejos. Pero después te das cuenta de la cruda realidad. Los tíos sólo nos utilizan para satisfacer sus deseos sexuales.
Blanca no dudó en darle un codazo y yo le dediqué a Macarena una mirada de reproche.
— ¡Vale! ¡Perdón! Sólo la mayoría, hay excepciones, como Nacho.
Ángela suspiró pero sonreía a la vez. Sabía que entre ella y Nacho había algo realmente especial. Llevaba saliendo con él 6 meses y nunca la había visto tan feliz. La cuidaba, la hacía sonreír y era el hombre más atento del mundo. Sentía cierta envidia, pero de la buena.
—Me rindo. Este chico no tiene Facebook ni ninguna red social que exista...-Blanca cerró el portátil con cierto cabreo.
—Es un chico solitario. –murmuré mientras jugueteaba con un mechón de mi cabello.
—Solitario no. Marginado social. Lo tengo decidido. Me voy a hacer su amiga. — Macarena parecía decidida al decirlo. Se podía atisbar en sus ojos una mirada llena de intenciones. Blanca se echó a reír.
—A ese chico no parecen atraerle tus encantos, Maca. Lleva tres meses en el instituto y no se ha fijado en ti. No creo que lo haga ahora, sinceramente.
Macarena le pellizcó el brazo a su amiga y se tiró sobre ella en la cama. Blanca chilló bajo el peso de su amiga y yo rescaté el portátil antes de que cayera al suelo. Ángela soltó un suspiro de alivio y me lo agradeció con la mirada. Mientras tanto, nuestras amigas estaban enzarzadas en una guerra de peluches.
— ¿Ya sabes lo que vas a hacer para tu cumpleaños? —le pregunté a Ángela. Deposité el portátil sobre su escritorio y la miré, esperando su respuesta.
—Mis padres me han dado permiso para celebrar la fiesta en mi casa de campo. —una sonrisa de satisfacción apareció en su rostro— Totalmente solos.
— ¡¿En serio?! —exclamó Macarena, levantando la cabeza completamente despeinada. Blanca intentó quitársela de encima, provocándole cosquillas en el vientre. Macarena retrocedió entonces, riendo y atrapando las manos de su amiga.
— ¡Genial! ¡Va a ser un fiestón! —Exclamó Blanca emocionada, a la vez que intentaba liberarse.
Resoplé. Ya me lo estaba imaginando y me moría de ganas de que llegase el fin de semana siguiente.
— ¿Vas a invitar a toda la clase? O... ¿al instituto entero? — Ángela se mordió el labio inferior, emocionada, mientras pensaba la respuesta que darme. La conocía lo bastante bien para saber qué respondería y también conocía su casa de campo. Habíamos pasado allí fines de semana enteros. Aquello era enorme, una auténtica mansión.
Blanca y Macarena dieron por finalizado su juego y clavaron sus miradas en Ángela. Las tres esperábamos la respuesta en silencio. Casi saboreábamos ya el momento de la fiesta.
—Preparaos. —Empezó a decir ella— Porque mañana habrá que publicarlo por todo el insti... ¡todo el mundo está invitado!
No pudimos evitar una ola de gritos y aplausos mientras abrazábamos a nuestra cumpleañera. Iba a ser la mejor fiesta del mundo. O eso pensaba yo. No sabía lo equivocada que estaba.

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Mientras tú sigas conmigo
Fantasía¿Quién creó el mundo? Para Amelia, esa respuesta puede ser sencilla: Dios. Pero, ¿quién fue el creador del mundo paralelo a la Tierra? Ese que todo ser humano desconoce, dominado por la magia, habitado por seres sobrenaturales, poseedor de cuatro l...