Estaba desde mi balcón observando el hermoso amanecer que se aproximaba sobre un estrellado cielo azul claro, peinaba mi melena rubia con suavidad y sin problemas, no tenía sueño, no había dormido en toda la noche, pensando en que hacer con todos estos cambios que se vienen, cuando escuchaba una voz desde el otro lado de la habitación.
-Donatella, ¿has dormido algo?
-Oh, claro que sí madre, me acabas de despertar... -Claramente mentí, mi madre era muy extricta con eso del sueño, piensa que uno mientras más duerme, más bella es uno, algo que encuentro totalmente absurdo.
-Tenemos una comida importante con el gobernador de Italia, supongo que ya tienes pensado lo que pondrás ¿verdad? -Mierda ¿cena con alguien que desconozco totalmente y que probablemente mi madre también?, eso ya se hacía común en mi vida.
-Eh... claro que sí, ahora vete qué tengo cosas que hacer.
-Está bien cariño, te quiero lista a las dos en punto.
Los tacones que sonaban en el piso flotante del pasillo se iban disminuyendo, lo que anunciaba que mi madre ya estaba lejos de mí, escuchaba algunos gritos que provenían desde las afueras de la residencia, caminaba lentamente hacía las ventanas de mi balcón, escondiéndome detrás de las persianas, claro, para que no observaran que había alguien ahí.
Visualicé a un chico rubio, con un a vestimenta que no favorecía mucho, saqué conclusiones que era un proletario más que lo único que quería era exigir sus derechos, o los derechos de su familia, algo absurdo para mi papá, que terminaría sacándolo con los perros o con los guardias que se escondían de algún lugar secreto, pobre gente que piensa que este imbécil de mi padre cambiará su opinión por unas simples plegarias de un don nadie.
Los gritos de aquel proletario eran aún más fuertes, quería evitarlos y no abrir mi gran bocota para ayudarlo así que me dirigí hacía mi armario, sentándome en el sillón rojo que había a lo largo de él, observé cada una de las prendas, había usado unas veinte de noventa, lo cual sería un poco fácil escoger para aquella comida que harían en la casa del gobernador de Italia, lo más probable es que anunciarían algo importante, por ende, escogí un vestido de color verde lima, con unos lindos guantes blancos y unos tacones que no se verían, así que no importaba el color que escogiera.
Dejé la vestimenta a un lado para luego dirgirme hacía el baño, donde los gritos aún seguían, con furor abrí aquella ventana y lo observé claramente a sus ojos.
-El imbécil de tu padre ¿está? O ¿se está bañando con el dinero que nos quita? -El que debería necesitar una ducha eres tú, tiene la cara toda embarrada y... unos hermosos ojos.
-No, está en un asunto que a ti no te importa y no te debería importar, eres uno más del pueblo, no te tomará importancia, a caso tu piensas que con tus palabras y tus lágrimas de cocodrilo cambiará algo?, lo dudo -Me retiré de ahí, cerrando la ventana lentamente, para observarme en el espejo, ¿Qué acababa de decir?, era algo inhumano, pero las palabras me salen sin pensar.
-¡Claro, era de esperarlo!, idéntica a ese don nadie, a ese patán que tienes como padre, que vergüenza, a este país se necesita un sistema de gobierno diferente a los demás, no uno monárquico, deberían escuchar nuestros pensamientos ¡Deberían escuchar al pueblo!
-¿El pueblo? ¿Qué dice el pueblo?, seguramente comida y más comida, agradece que mi padre los tiene en la ruina, no hay una taza de obesidad aquí -Abría la ventana para gritar con furor ¿el por qué?, no lo sé.
-Obviamente que no hay gente obesa si no tenemos dinero para hacer algún banquete de los que ustedes comen, eres una ignorante ¿Cuándo será el día en que tu abras los ojos, o tu madre para parar a esa máquina destructora?
-Mejor retírate, que tus palabras sucias como tú cara solamente contaminan el medio ambiente.
-¿Contaminar?, lo que contamina son las empresas que este estúpido a creado, a extinguiendo a muchos animales, a puesto represas por todos lados ¡Ósea por favor, de que estamos hablando!
No sabía que más hablar, que más reprochar, el tenía razón, mi padre a destruido el mundo, lo ha ensuciado con sus máquinas de producir dinero, me da pena pensar que mi familia es la más odiada por los pueblerinos pero bueno ¿Qué más puedo hacer yo, si tengo solamente dieciséis años?, mi palabra no importará a no ser que cumpla dieciocho y eso será en mucho tiempo más, o eso creo.
Las dos de la tarde ya habían llegado, ya estaba con mi vestido verde lima, un peinado con ondas y un maquillaje un poco más natural que lo normal, bajé las escaleras de la residencia con cuidado, hasta llegar al exterior, me impresioné por ver la cantidad de gente que había, la prensa estaba por todos lados y la policía también, mi padre no se veía por ningún lado, tan solo el Horch 853A que mi padre había comprado para mí, ¿por qué lo compró si ni siquiera sabía manejar?, no lo sé, así que me contrató un chófer y ahí estaba, un poco incómodo por la situación, al igual que yo.
RE-VO-LU-CIÓN!
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The price of Reputation.
Teen Fiction¿Que harías si te encuentras en una familia de la realeza, pero aquella familia lo unico que hace es denigrar a las personas, violar todos, absolutamente todos los derechos humanos que conocemos?, quizá revelarte, o no hacer nada por tu reputación...