Breve nota de la autora
Puede que, a estas alturas, ya se dieran cuenta de dos cosas: hay bastantes cambios nuevos, y los capítulos son más cortos. Esto último se nota bastante. Mientras la historia va por este capítulo (el siete), yo llevo editados tres capítulos. Ahora es cuando paso al cuatro.Y aquí, mis queridos lectores, es donde notarán una gran diferencia. He añadido un par de personajes nuevos, añadí títulos nobiliarios (me dije, "¿y por qué no?") y todos estas nuevas cosillas, nos llevan a crear un nuevo camino, distinto al "original". Como si hubiera tomado un rumbo paralelo.
Tengo la sospecha de que esto hará algo más lenta la historia, aunque intentaré que no sea muy pesada...
________________________________________
En cuanto terminó la reunión rutinaria con el Primer Ministro, Nathaniel abandonó el Palacio Imperial, preparado para darle su propio informe de la situación a la Reina. Ella le había encargado ocuparse del asunto, como una especie de preparación para la sucesión. Y, aunque él no le había encontrado el sentido, aceptó sin rechistar. Era algo aburrido, pero necesario. Además, siempre era mejor llevarse bien con su abuela.
Saludó a la pareja de guardias que custodiaban la puerta que separaba el jardín privado del Palacio Real del jardín de la residencia privada de la Reina, sin prestarles demasiada atención. No estaba de humor para escuchar falsos halagos o más problemas.
Sin embargo, los siempre vacíos jardines de la Reina tenían un visitante, justo en aquel momento. Precisamente, en mitad del camino que él debía tomar.
Él detuvo su andar, y aprovechándose de que ella –porque, claramente, era una mujer– no se había percatado de su presencia, la observó detenidamente. No parecía una turista perdida, aunque tampoco podía reconocerla como alguien de la Alta Sociedad de Lostbury.
Debido a malas experiencias pasadas, pensó inmediatamente en la posibilidad de que aquella chica hubiera sido llamada por su abuela. ¿Habría planeado ella un encuentro fortuito con una dama aristocrática rural? Llevaba un tiempo insistiéndole para que se casara, o como mínimo, formalizara un compromiso con alguna mujer. Ante su falta de entusiasmo, la Reina había organizado un par de encuentros –para nada casuales– con diferentes jóvenes de su agrado.
No obstante, la mujer le resultaba familiar.
Si bien se encontraban lo suficientemente lejos como para no reconocer su rostro, había algo en ella que se le hacía conocido. ¿Dónde había podido verla?
La mayoría de jóvenes aristocráticas casaderas tenían el cabello claro; desde rubios casi blancos o castaños muy claros. La única chica que conocía con el pelo algo más oscuro eran las hermanas Darcy y Celine Clarkson, y dado que aquella mujer no tenía el cabello negro característico de los Darcy... Debía tratarse una Clarkson.
Clarkson.
En cuanto pensó en el apellido, se llevó la mano al rostro al tiempo que sonreía. ¿Acaso no era hoy cuando los Clarkson debían presentarse ante su abuela? La Reina quería conocer a la mujer elegida por el joven Rey de Zarabella para saldar la apuesta, así que la había convocado y, en vez de llevar a cabo la reunión en el Palacio Real... ella había elegido su residencia privada.
Había leído –muy por encima– el informe que Federico de Zarabella le había enviado sobre la elegida. Al parecer, era una prima lejana suya, y se acordaba por haberle hecho gracia imaginarle rebuscando en su árbol genealógico, tal como un perro escarbaría la tierra para encontrar un hueso, y todo para no elegir a su propia hermana. Por lo que había escuchado, incluso le había otorgado un título a su padre y otro –honorífico– a ella.
ESTÁS LEYENDO
Al Encuentro de Mr. Darcy
RomanceElla aceptó para darle a su familia todo lo que necesitaban y él, para evitar que se lo quitaran a la suya.