La sociedad de Lostbury era un mundo aparte, muy diferente a todo lo que Libby había conocido hasta el momento. Y la Alta Sociedad, en específico, era un pequeño universo aparte. Uno que no habría podido ni imaginar en sus más locos sueños.
Todo comenzó al día siguiente de haber tenido la reunión con la Reina.
La mañana transcurría con calma, con toda la normalidad de la que podía disfrutar en aquella situación. Tranquilidad que se rompió en pedazos cuando el mayordomo irrumpió en el invernadero, donde Celine y ella charlaban. En sus manos, dos sobres idénticos, con un sello moldeado en cera, a la antigua usanza.
Los ojos azules de Celine se tiñeron de preocupación.
―Es una invitación de la Princesa Nerissa.
Tal como contó después de que ambas leyeran sus respectivas invitaciones, a Nerissa le gustaba organizar una fiesta cada viernes por la tarde. Era su reunión social por excelencia, casi como una tradición. Invitaba a un puñado de hijos de aristócratas, de políticos o de grandes empresarios. La mayoría se conocía durante la época estudiantil, al coincidir en el mismo centro educativo de élite.
―¿Es como una fiesta del té?
―Algo así ―murmuró Celine.
―¿Sueles ir con frecuencia?
―No. No es un ambiente que me guste. La Princesa quiere rodearse de gente que la adule constantemente, que tenga los mismos gustos que ella... y es una persona difícil de complacer.
―¿Debería tener miedo?
Celine se mordió el labio, antes de responder de forma apresurada. En términos generales, Nerissa Bennington no era una mala persona. Era arrogante y muy orgullosa. Quizá por su origen, quizá por su estatus. Se sabe intocable, intachable... a pesar de traspasar la línea de lo moralmente aceptado en demasiadas ocasiones, pasando de lo legal de vez en cuando.
―¿Sinceramente? No lo sé.
El problema no era Nerissa en sí misma; era quien solía estar escondido detrás de su poder. Era de conocimiento público –aunque algo que no debía ser mencionado– que Nerissa no solo había minimizado, incluso ocultado, muchos de los escándalos de su primo, a quien apreciaba como a un hermano. Por lo que había oído, no era algo extraño que Nerissa utilizada su reunión de los viernes para presentarle jóvenes a Edmund... chicas que no solían terminar demasiado bien.
¿Era esta una ocasión así?
Todo el que estuviera al tanto de la prensa del corazón sabía que tachaban la aparición de Libby como explosiva. Había revuelto el mundo social por su parentesco con dos casas reales, y para muchos, era como un diamante en bruto a punto para ser pulido. Era como una joya escondida... una piedra preciosa que no estaba preparada para aquel mundo tan despiadado.
Para Edmund Bennington, la oveja negra de la Casa Real, Libby podía ser un nuevo nombre para su larga lista de conquistas. Dado que nadie tenía la intención de hacerle debutar, al menos por el momento, una reunión organizada por Nerissa era la única manera de conocerla.
―Me estás asustando...
―Lo siento ―respondió, intentando esconder la inquietud que sentía―. Es posible que solo sean paranoias mías. Iremos juntas, así que mientras no estés sola, todo debería estar bien.
No quería asustar a Libby porque, con suerte, los dos miembros más jóvenes de la Casa Bennington perderían rápidamente el interés. Celine conocía lo suficiente a su prima para saber que no encajaría en la pequeña corte de Nerissa. En cuanto la princesa se diera cuenta de ello, la dejaría tranquila, tal como lo hacía con ella.
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Al Encuentro de Mr. Darcy
RomanceElla aceptó para darle a su familia todo lo que necesitaban y él, para evitar que se lo quitaran a la suya.