Libby se mordió la lengua para no comenzar a soltar improperios, mientras se repetía mentalmente que aquella solución era la mejor. No quedaba otra opción. Odiaba las despedidas y no quería derrumbarse delante de su familia, al decirles adiós. Ella se conocía lo suficientemente bien como para saber que terminaría rompiéndose frente a su madre y terminaría suplicándoles que no la dejaran ir.
En verdad, su plan de huida había sido una idea de última hora, por lo que apenas tuvo tiempo de coger algo de dinero, ropa interior para cambiarse, el cargador del móvil y el pasaporte. Y, en cuanto sus padres estuvieron absortos con la nueva casa... sigilosamente, Libby se marchó.
Había caminado hasta la entrada de la urbanización, donde esperó a un taxi. Durante el camino, escribió a su prima. Sabía que las costumbres en Dimburn eran muy diferentes a todo lo que ella conocía, por lo que necesitaría su consejo. Además, dado que su familia se había ofrecido a acogerla en su casa... lo menos que podía hacer era avisar de su llegada con algo de antelación.
En cuestión de media hora estuvo en el aeropuerto, con el estómago revuelto mientras compraba su primer billete de avión. Primera Clase, porque temía que se filtrase su viaje en Turista y la tontería pudiera poner en peligro la reciente estabilidad financiera de su familia. El gasto le hizo sentirse mal, pero no tenía más remedio que imaginarse cual derrochadora si quería encontrar algo de tranquilidad en todo aquel caos.
―Aquí tiene su cambio y su billete. Gracias por elegir nuestra aerolínea.
A la fuerza, Libby sonrió. Ante todo, debía mantener los buenos modales que su abuela tanto había insistido en inculcarle. A fin de cuentas, la mujer frente a ella era una empleada que no tenía poder en las decisiones de la empresa, por lo que iniciar una discusión al respecto era absurdo.
Se limitó a tomarlo todo en silencio y caminar con rapidez hacia la puerta de embarque. Una vez estuvo en la cola, revisó por última vez su teléfono, esperando alguna respuesta más de su prima. No encontró nada nuevo más allá de una ingente cantidad de llamadas perdidas de sus padres, así como demasiados mensajes nuevos de Whatsapp. Temiendo arrepentirse, apagó el móvil.
Llamaría a su madre más tarde, cuando hubiera aterrizado en Dimburn o estuviera en la casa de sus tíos.
Por el momento, lo mejor era intentar despejar su mente y olvidarse del mundo. Buscaría refugio en su asiento, cerraría los ojos y lloraría en su mente. Retomaría su problemática vida cuando el avión aterrizara.
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Beatriz Clarkson se reía de una graciosa anécdota que su amiga le estaba contando, cuando sintió la vibración de su móvil. Intentando serenarse, se disculpó con Cassie e investigó el motivo de tal sonido. La sorpresa se reflejó cristalina en su rostro, preocupando a la anfitriona de la reunión.
―¿Ocurre algo?
Beatriz dibujó una fugaz sonrisa en sus labios, antes de suspirar.
―Mi sobrina ha adelantado su viaje ―murmuró, aún sin poder creerlo―. Pregunta si podemos ir a recogerla al aeropuerto.
―Pensé que llegaría dentro de dos días...
―Ese era el plan inicial. No sé qué habrá ocurrido para adelantarlo...
Se levantó de su asiento, decidida a ir en busca de su marido y de sus hijos. Podía pedirle a su hijo que se encargara de recogerla, pero estaba tan extrañada por el repentino viaje de Libby que prefería ir ella misma. ¿Algo iba mal?
―Voy a por Fred ―dijo, tras escribirle un mensaje a Celine.
Almudena –Libby, como la familia solía llamarla– había sido bastante escueta en su mensaje. No entró en detalles más allá de la hora prevista de aterrizaje y, aunque era posible que Celine supiera algo... Beatriz lo dudaba. Por lo poco que había hablado con su hermano, Libby se había encerrado en sí misma, intentando hablar lo menos posible de todo aquel asunto. De hecho, ellas ni siquiera habían intercambiado palabra alguna desde la revelación del matrimonio concertado. Fue su hermano quien le pidió acoger a Libby en su casa hasta la ceremonia, y mantener un ojo sobre ella por si surgía cualquier problema.
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Al Encuentro de Mr. Darcy
RomanceElla aceptó para darle a su familia todo lo que necesitaban y él, para evitar que se lo quitaran a la suya.