January 1st

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Primero creyó escuchar un golpe débil en su puerta. Golpe al que no dió importancia alguna.

Luego le pareció escuchar dos golpes, a los cuales ignoró sin dar ninguna importancia.

Cuando escuchó tres golpes seguidos, empezó a reflexionar y se planteó dos situaciones en su mente: O alguien está llamando a su puerta o al fin Dios había escuchado sus plegarias y se había vuelto irremediablemente loco hasta el punto de poder escuchar cosas.

Empezó a considerar que era la segunda opción, hasta que escuchó el timbre y toda su alegría se esfumó.

Tumbado en el suelo del salón, con la tele encendida, la calefacción a toda potencia, la manta de un futón enroscada en su cuerpo y tiritando de frío, lo último que quería Gakushuu era levantarse a abrir la puerta. Era débil, lo reconocía. Era muy débil ante el frío y esos días del año, lo cuál era muy irónico viniendo de él ya que era calificado por Ren como una de las personas más frías y desinteresadas que conocía, pero no. Estaba débil, resfriado y solo. Y la única esperanza de conservar un poco de su dignidad era quedarse en ese futón con su cómodo pijama y su querido programa de idols puesto en la tele, no pedía nada más.

Pero al parecer la persona de detrás de la puerta tenía otros planes muy distintos.

Cuando el timbre sonó una vez, pensó que no se levantaría por nada del mundo. Cuando sonó dos veces, lo siguió ignorando con la esperanza de que le dejaran en paz. Cuando sonó tres, empezó a enfurecerse poco a poco, pero aún mantenía la esperanza de poder conservar la compostura y poder pasar una noche tranquila. Al cabo de unos segundos, cuando el timbre empezó a sonar sin parar de forma desmesurada, rápida y sin pausa, no pudo más. No pudo más porque el sonido del timbre era irritante, le dolía la cabeza, quería que le dejaran solo y la persona que estaba en su puerta estaba siendo muy pesada.

Así que Gakushuu hizo lo más digno que se le pasó por la mente en aquel momento. Se puso sus zapatillas de estar por casa, se acomodó el pijama de franela, cogió el futón, se lo puso encima de los hombros a modo de capa y se dirigió a la puerta principal lo más rápido que sus débiles piernas le permitían. La persona detrás de la puerta debió de escucharle llegar, porque el timbre paró de repente. Y para desgracia de su orgullo, Asano sabía que no eran sus pasos los que le habían delatado precisamente, si no la forma en la que arrastraba las zapatillas y los pies por el suelo al tener que andar de esa forma tan penosa y lenta. Pero no podía hacer nada, porque si andaba más rápido iba a marearse y acabaría peor, tirado en el suelo. Y prefería ir arrastrando los pies como un inútil antes que ir arrastrándose como un gusano por el pasillo. Llegó la puerta a duras penas y maldiciendo al mundo, aunque las ganas de gritarle a quién quiera que se hubiera atrevido a perturbar su paz seguían allí, por lo que nada más poner la mano en el pomo de la puerta, lo abrió con toda la fuerza posible y habló con todo el cabreo que pudo reunir.

-¡¿Qué?!- Preguntó de mal humor.

Nada más ver ese pelo rojo y esos ojos color ámbar, Asano no esperó ni a que el otro hablara. Para cuando Karma había abierto la boca para responder ya le había cerrado la puerta y se había dado la vuelta para volver al salón a ver la tele. Se escuchó un quejido y una carcajada detrás de la puerta, algo bastante característico de Karma, pero eso a Asano le importaba poco, por lo que ya había empezado a arrastrar los pies otra vez para dirigirse al salón.

-¡Venga ya! ¿Vas a dejarme fuera con este frío? ¡Déjame entrar!- Empezó a decir Karma mientras aporreaba la puerta.

-Piérdete.- Murmuró Asano a mitad del pasillo. Sabía que Karma no iba a escucharle, pero aún así lo decía por si acaso. Como si necesitara escucharlo de su propia voz para reafirmarlo.

Karushuu WeekDonde viven las historias. Descúbrelo ahora