El gallina vergonzoso contraataca 2

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-Saray, te quiero.- En ese momento me percaté de que me empezó a arder la cara y de que seguramente me estaba poniendo mas rojo que un tomate.
-Lucas...yo tengo novio.- Respondió con cara de miedo a que me pusiera a llorar.
¿Que hago ahora? No puedo dejar esto así.
-JAJAJAJAJAJA-. Rompí en carcajadas, reí por no llorar.- ¿Qué dices tu de novio? Yo decía que te quiero decir una cosa tonta, que te he dejado ganar la partida por pena-. El rey del disimulo, me dije por dentro.
-Ah...vale...Bueno y ahora que ya te he dicho lo del novio... Puff - Soltó un suspiro, cogió aire.- Hace dos semanas Marco me pidió salir y pues como llevabamos tiempo hablando el me gustaba y...-Le costaba hablarme de este tema.- Bueno pues, empezamos a salir.
-Ah que bien. Me alegro por los dos.-La mayor mentira que he dicho en mi vida.- Pero si te hace algo lo mato.- Primera cosa seria y real que le decía aquel día a Saray.
No volvimos a hablar desde entonces en toda la tarde, solo jugamos. Unas hora después salieron los dos Tortolitos de la sala contigua, Maria con los pelos alborotados y Juan abrochandose los pantalones y subiéndose la bragueta. Solo ellos saben lo que ha pasado ahí dentro, pero es de un fácil suponer.
Cuando salieron los otros dos tuvimos mas conversación entre los cuatro pero Saray no me miraba en ningún momento. Yo sin embargo intentaba no mirarla pero cada vez que me fijaba en ella me quedaba embobado en su rubia melena suelta que seguro brillaba hasta debajo de la luz de la luna.
-Y que chicos, ¿que ha pasado ahí dentro que habéis salido tan alegres?-. Pregunto Saray provocando la salida de mi embobada por su pelo y que la nueva pareja se sonrojara.
-Nos hemos echado la siesta.- Confeso Juan.
Ni si quiera el se creyó su propia mentira la verdad.
Se hicieron las 12 a si que nos fuimos de allí, yo acompañe a Saray a su casa en silencio aun.
-Oye Lucas,¿no me dejarás de hablar ahora no? Me refiero, seguiremos hablando todos los días verdad?- Esas palabras de Saray me alegraron la noche la verdad, dio la sensación de que mi mentira había colado.
-¿Por qué iba a dejar de hablarte? Yo mientras tu me respondas, yo te hablaré.
Me abrazo, se dio la vuelta veloz ondeando su pelo haciendo que su dulce olor a caramelo me llegara hasta el corazón y subió las escaleras hacia su casa. Tan dulce. Tan rubia. Tan delicada. Tan ella.

IroníasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora