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Misaki estiró el cuerpo.

—¡Por fin viernes! —dice emocionada la pelimorada.
—¿Tienes planes, Misaki? —le pregunté curiosa.
—Sí —dice alegre—. No dar un palo al agua en todo el fiiiin de semana —Natsu y yo nos reímos.
—Creo que tenemos los mismos planes —habla Natsu por nosotras dos.
—No tengo planes y tampoco me apetece salir —añadí—. Voy a quedarme en casita como un ermitaño.
—Pues yo creo que no —escuchamos detrás de mí a, como no, Ren.

Si estuviera Mei aquí, hubiera salido corriendo o, al menos, escondido detrás de mí. Era demasiado tímida frente al chico que le gustaba.

—Vaya, ya viene el salvador, aleluya —bromea Misaki.
—Cállate —le golpea la frente con el dedo índice.
—Ittai —se queja.
—Voy con algunos del equipo de fútbol a la piscina climatizada, ¿os apetece venir?
—¿Piscina? —Misaki niega—. Paso.
—Que raro —digo junto a una risa.
—Eres de las que están tan orgullosas de su cuerpo que no desperdicia un momento para mostrárselo al mundo con un bikini —Natsu y yo nos miramos. La cogí de ambos brazos y Natsu se había puesto en posición de ataque.
—¡Eh, eh, locas! —grita Misaki.
—¿Quién eres y qué has hecho con nuestra Misaki orgullosa?

Suspira.

—Voy a mostrar mi cuerpo en unas saunas termales mixtas con mi novio —sonríe satisfecha.
—Es cierto, tienes novio —recuerda Ren.
—Sí, solo que solo lo sabemos los cuatro —le dije a Ren—. Mei, Natsu, tú y yo.
—Así es, y quiero que siga entre los cuatro hasta que tengamos 5 meses de novios.

Natsu ríe.

—Siempre dice eso y acaba cortando con ellos a las dos semanas —Natsu seca las lágrimas que deslizaban por su mejilla de tanto reír—. Con este irán 10 en lo que llevamos del año.
—No exageres... —le regaña Misaki—. Tan solo son 12 —murmulla a lo que Natsu ríe más fuerte—. Ay ya cállate con tus alaridos de cerda —Misaki la golpea con su mochila, a lo que Ren y yo reímos.
—Que infantiles —me dice al oído Ren, yo asentí con la cabeza—. Bueeeno, ¿entonces Natsu y ____ vendrán? —nos pregunta a ambas.
—Sí, claro —dice Natsu—. Avisaremos a Mei.
—Genial. Nos vemos el sábado en las estatua de Hachiko a las 3.

»«

Me senté en uno de los columpios del parque. Era de noche así que no había mucha gente.
Siempre me sentaba en este columpio antes de irme a casa después de correr, solo para ver las estrellas. Mi madre nunca me deja salir cuando oscurece y aprovecho ahora que está trabajando hasta las tantas para hacerlo.

—____-chan —me grita alguien.

En la entrada se encontraba Ren con una sonrisa de oreja a oreja.

—Hola Ren —dije al verlo corriendo hacia mí—. ¿Qué haces aquí?
—Estaba paseando con mi hermano pequeño Yuu.

Vi a un niño de cabellos negros caminando a paso lento hacia nosotros. Era Ren de pequeño, solo que sin el pelo desteñido y los ojos azules.

—Hola Yuu-kun —le saludé. Él solo bajó la mirada avergonzado—. Veo que aún te da vergüenza hablarme... Ren era igual que tú de pequeño.
—Que mentirosa.
—Es verdad —me acuclillé en frente de Yuu—. Una vez tu hermano le dio tanta vergüenza hablarme que salía corriendo a la mínima que me acercaba. Chocó con una farola y, al ver que hizo el ridículo, volvió a correr chocando esta vez con un árbol, luego con las vallas, luego con una señora y, por último y no menos importante, conmigo y eso que intentaba huir de mí. Pero —le toqué la frente—. Los dos estuvimos con un chichón en la frente bastante grande.

El pequeño sonrió divertido.

—L-la farola... que se interpuso en mi camino... —las mejillas de Ren estaban rojas. Se encontraba cruzado de brazos y desviando la mirada lejos de su hermano y de mí.
—Sí, y el árbol, y las vallas, y la señora y yo. Claro.
—Lo más gracioso es que le pasó lo mismo la semana siguiente —volví a dirigirme a Yuu—. Tuve suerte de que me aparté rápido, pero eso sí, Ren se llevó el frentazo con el edificio del colegio.

El rubio comenzó a quejarse al ver que Yuu se reía de sus desgracias. No tardé en unirme al pequeño.

—Bueno ya basta de reírse de mí —propone molesto—. ¿Y aquella vez que tú chocaste con la puerta de cristal del hotel porque pensabas que no había puerta? —iba a replicar pero me interrumpe—. Y no solo una vez, fueron todas las veces que entrabas y salías —se acerca a Yuu.
—Bien, de acuerdo, ya estamos en paz —rodamos ambos los ojos.
—Lo mejor es que tengo vídeos, te los enseño en casa cuando lleguemos —le dice a su hermano en un susurro para nada disimulado.

Los humos se me habían subido a la cabeza. Pero bajaron al darme cuenta de algo.

—¿Qué hacéis tan tarde en la calle? —miro a Yuu—. Aunque mañana sea sábado, Yuu debe dormir pronto.
—E-es que... —el azabache iba a hablar pero Ren lo adelanta un poco alterado.
—Solo paseamos —mira a Yuu—. Es que Yuu ha dormido una siesta de tres horas y ahora no puede pegar ojo, por eso el paseo.
—Ah... —miré al pequeño. Parecía cohibido, como si tuviera miedo de algo (claramente que de mí)—. Bueno pues disfrutad de la noche, yo debería ir a casa antes de que mi madre llegue.
—De acuerdo, nos vemos... —deja de hablar—. Mierda.
—¿Ren?
—No nada —niega—. Nos veremos mañana.
—Claro, hasta mañana —me despedí con un saludo.

»«

Me faltaba una manzana para llegar a mi casa. Este era un barrio poco peligroso, así que no me preocupaba bastante pero igual no bajaría la guardia.
Y bien que no bajé la guardia.
El cuerpo de alguien cayó delante, justo delante, de mis narices. Había caído de picado y la sangre que salía de él me había salpicado.
Iba a gritar, lo iba a hacer, pero al ver a alguien caer delante de mí... la voz decidió no salir.

—Siento mucho el espectáculo —dice la persona delante de mí. Por la voz y el cuerpo más de cerca, se apreciaba que era una mujer. Llevaba una peluca roja y una vestimenta negra bastante ceñida a su cuerpo. Una máscara azul tapaba su cara a excepción de los ojos y la boca —. No era mi intención asustarte.

Me alejé de ella cuando se acercó al cuerpo y lo levantó en su hombro como si de una mochila se tratase.

—Ten cuidado por las noches, chica —aparece algo detrás de ella. Unos tentáculos—. Alguien podría seguirte y MATARTE.

Cerré los ojos y me hice a un lado asustada. Al abrirlos, después de escuchar un fuerte impacto, pude ver a un chico con vestimenta del todo negra, cabello blanco y una máscara que le tapaba la parte superior de la cara terminando hacia abajo con una una especie de pico de color rojo y morado. En su espalda, de la parte posterior de la cintura, salían una especie de tentáculos con forma de ciempiés.

—Jefe —dice asombrada la chica.
—Te dije que no debías hacer daño a los humanos vivos —la regaña.
—¡Pero ha visto todo! —se excusa.
—¡El problema es que se lo has dicho todo, idiota! —la golpea con aquella cosa que le salía por la espalda, haciendo que la chica saliera disparada hacia la dirección de mi casa—. Sé que quieres probar tu fuerza pero no deberías hacerlo contra una humana, te lo he advertido.

El chico suspiró molesto. Me miró por varios segundos y luego se fue con la chica. Ambos discutiendo.

—Yo... —parpadeé varias veces.
—¿______? —mierda. Ahora sí que estoy muerta—. ¡_____! —mi madre corrió hacia mí preocupada—. Dios mío, ¿qué ha pasado?
—N-no... —la voz seguía sin querer salir.
—¡Tienes sangre por todas partes! —saca el móvil y, como no, llama a la policía y a la ambulancia.

Todo... todo esto... había sido una locura.

No somos diferentes. [Kaneki y tu]©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora