Dibujo: Barabau por Juan Pablo Wansidler.
Cayeron por una espiral de arcoíris, atravesando imágenes: platos con papas fritas, guirnaldas, galletitas, carteles de payasos, papel picado, globos. Poropou y Barabau aterrizaron en la calle de un barrio. Recobraron el aliento, se levantaron y se miraron durante un segundo. Unas hojas caían de los naranjos que los flanqueaban cuando Poropou activó el cubo de la manifestación en su mano derecha. Su hermano, asustado, salió corriendo. Poropou llevó la mano hacia atrás, conteniendo el boceto de luz, y lo catapultó hacia delante. El cubo rodó por el suelo, mientras la criatura bosquejada en su interior resplandecía. ¡Puff! La columna de humo reveló a un lagarto gigante con cuatro brazos y dos cabezas de cuellos largos. La bestia rugió y se lanzó tras Barabau.
Los vecinos gritaron. Una señora tiró las bolsas que traía del supermercado y se fue corriendo, siguiendo al gentío. Algunos señalaron al reptil horrorizados. El Existente oscuro aceleró el paso, maldiciendo la afición de su hermano por esas criaturas. Esquivó los manotazos y las escupidas de fuego del monstruo y se arrojó a la vereda al ver a un auto que se dirigía hacia él. El lagarto gigante que lo seguía rugió al conductor azorado y saltó para evadirlo. Barabau aprovechó la distracción y logró esconderse detrás de unos cubos de basura. Desde allí espió al lagarto que olfateaba, buscándolo.
Poropou se acercaba dando largos saltos con sus zapatillas de resortes automáticos. Su lagarto estaba investigando unos cubos de basura. El Existente vio a Barabau saliendo de detrás de un árbol y no tuvo tiempo de avisarle al lagarto, que fue pellizcado en una de sus gruesas piernas escamosas. Hubo una explosión de luz roja y el lagarto se convirtió en piezas de rompecabezas etéreas que, en menos de un segundo, se desarmaron y volvieron a armar bajo una nueva forma, más pequeña. Hubo otra explosión de luz roja y el lagarto ominoso era un caniche gris.
Barabau le sacó la lengua a Poropou y huyó. Su hermano lo siguió, pero no pudo alcanzarlo antes de que pellizcara con insolencia a una anciana, que se trasformó en una serpiente alada. Poropou le arrojó un cubo transparente y en menos de un segundo el monstruo era una viejita confundida. Ya no quería perder más tiempo: se detuvo y se agachó. Presionó el botón rojo que sus zapatillas tenían a la altura del tobillo. Los engranajes de cobre empezaron a girar, tensando los resortes hasta el máximo. Con un: ¡boing!, lo impulsaron más allá de su hermano, a quien sobrepasó desde el aire para caer unos metros delante de él. Esta vez no quiso cometer el mismo error, así que volteó con rapidez para no darle chances de pellizcarlo.
Se encontraron frente a frente: Poropou con los cubos de la manifestación fulgurando en cada mano; Barabau con las piezas de rompecabezas rojas titilando en las suyas. Los naranjos parecieron inclinarse para observarlos cuando chocaron de nuevo. Esta vez se entrelazaron: los dedos de Barabau pellizcaron las manos de Poropou. Las manos de ambos quedaron atrapadas en los cubos de la manifestación, ahora teñidos de rojo por los rayos que salían de las piezas de rompecabezas. Poropou y Barabau se miraron preocupados, aunque seguían forcejeando. Sabían que habían desencadenado una fuerza existencial.
La energía empezó a ser expulsada de sus manos como relámpagos, chispazos y humo, girando a su alrededor hasta formar un ciclón cuántico manifestativo que los cubrió y arrasó con todo a su alrededor. La realidad se desarmó volviéndose una mezcla de bocetos y palabras que acariciaban y reformulaban las piezas de rompecabezas para encastrarlas nuevamente. Unos policías que se acercaban al lugar fueron alcanzados por la tormenta y se convirtieron en un tropel de bailarinas clásicas. El dueño de un bulldog, que huía asustado, no pudo superar a un rayo que transformó a su perro en un pisanosaurus. Un frustrado estudiante de sociología se volvió un feliz y talentoso estudiante de bellas artes. Una mujer soltó a su celular que, afectado por esa fuerza, ahora era un robot con propulsores que quería despegar. La energía del ciclón aumentó, las manos de Poropou y Barabau se tiñeron de violeta y empezaron a vibrar. Los Existentes se miraron, asustados, antes de estallar en luz.
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Los Existentes
AdventureAndrés descubre un manuscrito en el que se narran las historias de unos extraños clowns mágicos. Su aventura comenzará cuando estos seres se lo lleven a un mundo con juguetes vivientes, dibujos que se materializan y trenes voladores para revelarle u...